"El perdón es una estupidez. Todos son hipócritas. La izquierda lo es porque no asume que quería ser una colonia cubana. La derecha lo es porque lo único que le interesa es la plata y el poder".
El doctor Orozco dice que el país, ese año, en 1973, estaba a punto de ser un paraíso cubano. Los marxistas, recuerda, esos locos dementes, amantes del caos, dominaban la patria. Entonces la noche antes del Golpe, el doctor, a la fecha Vicerrector de la Universidad de Chile, emitió un discurso virulento contra los marxistas.
-¡Este país se llenó de soldados cubanos! ¡Terminemos con este gobierno marxista!
Expulsó tanto veneno que luego se fue a su casa y se le inflamó el ganglio de la extrema derecha. Recuerda el doctor que la fatiga hizo que por primera vez se pusiera albo. Diez horas después recibió un llamado telefónico.
-René...-dijo la voz.
-¿Qué pasa?-respondió Orozco con desconfianza.
-No te metas en nada, René. Y no salgas, por la cresta. Quedó la crema.
Y cortaron. Esa voz perteneceía a Héctor Orozco, su hermano mayor y, además, a la sazón Comandante del Regimiento Yungay de San Felipe. El hermano militar del doctor. El ayudante de Augusto Pinochet en su estancia en Iquique. El aprendiz del General. Futuro embajador en Paraguay durante el pinochetismo. Un milico obediente, callado, dispuesto a salvar a la nación.
*
De modo que esta es la historia de un doctor famoso que odiaba el marxismo. Pero los militares se apoderaron del gobierno y el doctor famoso odió al Ejército.
-¡Que se vayan estos asesinos!- gritó en una comida, frente a Héctor, el militar.
Esta es, en suma, la historia de un doctor de color azul que luchó dos veces contra el poder. Primero luchó contra lo que llama "el paraíso cubano lleno de marxistas ineptos" y luego luchó contra lo que llama "los asesinos y militares descarados que exterminaron a la población".
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El 11 de septiembre lo vivió con el ganglio derecho inflado y el ganglio izquierdo de luto. Bombardearon La Moneda y René Orozco sucumbió a la fiebre.
-¡Lo único que yo quería era que se fueran los de la extrema izquierda. Yo pedí el golpe!- analiza .
-¿Y cuando vino el Golpe quedó conforme?
-¡Ahí lo único que yo quería era que se fueran los de la extrema derecha y los perversos militares sin criterio!
*
Y así, entre dos extremos, el doctor ha pasado su vida. Dado su cargo universitario, se exponía a amenazas. Una vez lo llamó un comunista y le dijo que iba a violar a su señora. Tiempo después lo llamó un nacionalista y le dijo que le iba a romper la cabeza. Un Fiat 125 lo quiso atropellar, pero ágilmente el doctor se lanzó contra un árbol. Su hija le preguntó una vez: "¿Qué es violar, papá?". De alguna forma, Orozco representaba a un ciudadano normal perseguido por todas las ideologías.
Era hermano del ayudante de Pinochet y, a la vez, era compañero y colega de Allende.
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-¿Conoció a Allende?
-Claro que lo conocí.
-¿Le parecía una persona interesante?
-Muchísimo. Era muy simpático y tenía un fuerte magnetismo con las enfermeras.
-¿Enfermeras?
-Sí, pues. Una vez el doctor Allende fue a visitar a un mirista que estaba enfermo y al que yo atendía. Allende cantó y batió palmas. E intentó irse seducir a tres enfermeras.
-¿Se fue con ellas?
-No lo sé. Allende coqueteaba con multitudes.
-¿Y conoció a Pinochet?
-Sí. Si bien era amigo de mi hermano no lo conocí tanto.
-¿Le pareció una persona interesante?
-Medianamente. Es que yo atendía a su hermana, Inés Pinochet, que tenía cáncer. Él la fue a ver una vez.
Hace memoria el doctor: él llega a la Clínica Las Condes y las enfermeras le dicen: "Pinochet está en la habitación". Orozco, con ira izquierdista anti militar, se incomoda y masculla: "Ese viejo...". Se forma una conmoción. Orozco entra a la pieza. Capta con el rabillo del ojo la figura del General al lado de la puerta. Orozco, al ingresar, lanza la puerta contra la muralla. La puerta golpea al General. El General queda atrapado. Orozco grita.
-Las visitas me esperan afuera, por favor. Tengo que atender a la dama.
Pinochet y Orozco cruzan una mirada estratégica: el General sonríe, el doctor transpira.
-¿Y qué hizo después?- pregunta El Rayo temblando.
-Atendí a Inés. Al irme pasé al lado de las enfermeras y les dije..."¿Y quién echó a Pinochet? ¡Orozco!...les grité. Porque yo soy choro.
Ellas aplaudieron.
*
-¿Y nunca se enfrentó a su hermano militar?
-Nunca. ¡Yo no sé cómo me aguantaba! Además, él hacía lo que hacía porque era un militar. Ellos no están capacitados para desobedecer.
-¿Cree en el perdón?
-¡Eso es una estupidez!
-¿Por qué?
-Porque todos son hipócritas. La izquierda lo es porque no asume que quería ser una colonia cubana. La derecha lo es porque sólo quiere tener la plata y siguen en el poder.
-¿Nunca habrá reconciliación?
-Tendrá que pasar mucho tiempo.
*
-Entonces, señor Orozco, ¿Usted de qué lado está?
-Yo estoy con la gente. No estoy ni con los ricos ni con los locos. Estoy, como tantos, por la justicia y la razón. Como todos los chilenos. Yo soy uno más.
Y así, como muchos, él vivirá este 11 de septiembre. Con un pie en la tristeza y otro en la rabia. Con un recuerdo antimarxista y otro antimilitar. En fin. Como un chileno normal y sin bando. Como un doctor que sueña con que el país vuelva a estar saludable.