Trazos y trazados
En la sala Viña del Mar se presenta una muestra de la pintora chilena residente en los Estados Unidos, Rebeca Puga. Originalmente se formó en la judicatura para ejercer como abogado. Posteriormente se vincula al arte formándose en establecimientos de esa nación. No es posible saber si cambió de actividad, ya que por lo que se aprecia en la sala, quizás tenga mejor suerte con las leyes que con la pintura.
En la presentación del catálogo se le otorgan elogiosos calificativos dignos de un maestro de la pintura y además que en sus pinturas evoca a algunas figuras del arte contemporáneo como Roberto Matta (¿?). Pero la gran disparidad, o más bien la ausencia de una coherencia estética hacen de sus obras un caótico universo de formas que no reflejan precisamente un caos cósmico o imaginario sino un desorden de ideas y conceptos.
Francamente estamos ante una mala pintura, donde los trazos y trazados puestos en un presunto orden estético y composicional solo muestran de que el manchar y recorrer una tela con un pincel o brocha no le otorgan el carácter creativo que su autora espera. Sobre fondos blancos y levemente manchados ejecuta una suerte de partitura de colores con pigmentos, acuarelas u óleos. El resultado es la suciedad de la obra, el tratamiento del fondo, si realmente existe es propio de un principiante más que de una persona a la que se le supone una formación adecuada. Pinta en telas, trozos de placas aglomeradas y sobre papel. Son variaciones de un mismo tema, lo que no tendría nada de malo sino que parecen una sinfonía en la que los instrumentos no tocan bien porque sus ejecutantes no saben leer partituras. En este caso no conoce la armonía de los colores ni los principios de la composición. Algo elemental para un artista.