El lugar donde los ciegos recuperan ganas de vivir
Ana Lagos Gacitúa perdió la visión el año pasado a raíz de una enfermedad que progresivamente la fue dejando ciega. Tenía 39 años y junto con la visión perdió también las ganas de seguir adelante.
Recuerda que su último oftalmólogo le entregó antecedentes del instituto de integración del discapacitado visual 'Antonio Vicente Mosquete' de Viña del Mar.
Ana recuerda que durante mucho tiempo guardó ese documento sin considerarlo.
'Me costó mucho tomar la decisión de venir al instituto porque pensé que no tenía ninguna otra salida más que estar en mi casa y quedarme ahí para siempre', recordó Ana.
Fue en agosto de 2013, hace exactamente un año, que Ana se atrevió y visitó el centro que asegura dio un giro radical a su vida.
'Llegar acá fue lo mejor que me pudo haber pasado pues vives experiencias muy lindas, me he sabido desarrollar completamente, los profesores y los profesionales te brindan una acogida tremenda que se ve reflejada en tu desarrollo. En el poco tiempo que llevo me sé manejar sola...recuperas las ganas de vivir', expresa con convicción Ana, quien está convertida en la actualidad en presidenta del centro de alumnos de su instituto.
Y es que en el Antonio Vicente Mosquete no hay límites ni temores. Al contrario, el equipo multidisciplinario que dirige la directora del centro hace ya 4 años, María Ester Mejías, apuesta por la autonomía y la autovalencia, una lucha que a diario deben sostener con las legítimas aprensiones del entorno familiar de sus alumnos.
'Cuando suena el timbre para el recreo el instituto es como cualquier otro. Los alumnos corren, salen al patio, bajan las escaleras, juegan a la pelota, se manejan con una autonomía sorprendente', explicó María Ester.
Para los docentes y profesionales que conforman el equipo que atiende a los alumnos del instituto, la confianza y la seguridad que se les entrega en el aula es crucial dentro del proceso formativo.
Los alumnos que acuden al instituto se distribuyen entre el nivel de estimulación, destinado a pequeñitos desde los 3 meses de vida hasta el segundo ciclo básico, de 10 a 14 años, equivalente a octavo año básico.
'Con los bebés se hace una estimulación temprana y también orientación a la familia (...) El trabajo que se desarrolla es prácticamente individual, se trabajo con grupos de 4 a 8 personas como máximo (...). Cada uno requiere de una atención especial', detalló la directora.
En la actualidad, el instituto cuenta con una matrícula de 47 alumnos distribuidos entre los ciclos pre-básico, primer ciclo básico y segundo ciclo básico quienes reciben las mismas bases curriculares de la educación tradicional más el programa específico de trastornos de visión.
'Los niños aprenden técnicas especiales que son Braille, ábaco, cubaritmo, son las técnicas que ellos deben dominar', precisó María Ester.
Para los adultos, mayores de 18 años, que por distintas razones han perdido la visión, el instituto brinda cursos de instrucción y rehabilitación por un período de dos años.
Mientras espera para contarnos su historia, José Álvarez Elgueta juega dando giros en torno a un fierro debidamente recubierto con un acolchado especial. Se encarama por la barra y corre de un lado a otro. Es un niño de 9 años como cualquiera, la única diferencia es que no ve, pero para él ni para su familia ni menos para sus profesores, esta condición ha sido un impedimento para su desarrollo.
Cuenta que desde pequeñito comenzó a asistir a este colegio.
'Mi abuelita escuchó en la radio Festival sobre este colegio y me matriculó. Me gusta mucho y es divertido venir. Estoy en tercero básico. Aprendí a multiplicar y a dividir; mi ramo favorito es la estenografía que son las abreviaciones de cada palabra en Braille', explicó con un desplante envidiable.
El instituto Antonio Vicente Mosquete recibe subvención de la Corporación Municipal y una vez al año desarrolla una colecta destinada a materiales que deben ser adquiridos y también al financiamiento del bus de traslado que lleva a los alumnos a las actividades fuera del aula.
Un sueño para el equipo del instituto sería poder brindar educación media, pero por el momento y por un tema de espacio físico, no es posible hacerlo. Los alumnos que logran avanzar en su proceso de aprendizaje continúan sus estudios en establecimientos de la corporación que cuentan con programas de integración.
Si bien las necesidades siempre están, un sueño para el Antonio Vicente Mosquete es recuperar la pantalla táctil que perdieron tras el terremoto de 2010. 'Son pantallas táctiles para los computadores. Para el terremoto se dañó la única que teníamos', precisó María Ester Mejías.
La directora del instituto, el único en la región para personas con discapacidad visual, si bien reconoció que han existido avances en integración, aseguró que aún falta mucho.
'La inclusión de las personas no videntes es aún compleja. Falta que las empresas y las instituciones crean en las personas discapacitadas porque ellos son capaces de hacer las cosas bien', concluyó María Ester. J