Abuelita de 74 años vive todo el día en la calle
"Antes éramos como cinco o seis viejitas pidiendo en la calle, pero después pasó el diablo y se las llevó a todas, me dejó sólo a mí. Pero juro que yo no tengo nada que ver con eso", cuenta muerta de la risa Lily Domínguez, famosa abuelita porteña, que pasa sus días vendiendo tomaollas de lana y pidiendo alguna ayuda a las personas que transitan por calle Condell.
Casi siempre se instala al lado de la sucursal de BancoEstado, pero a veces se cambia y se pone para el lado de la tienda La Camelia. Depende del día, del clima y de cuánta gente ande en la calle. A veces baja temprano, antes de las diez de la mañana, pero cuando hace mucho frío, llega a mediodía, cuando se siente un poco más de calor.
Vecina de Puertas Negras, con 74 años, dice que no cambia por nada la calle. Soltera, con dos hijos, cuenta que vive con su hija y su nieta y una pila de perros que nombra de memoria. "Nunca me casé y ahora vivo en una casa que está toda mala, tiene problemas en el techo y en las paredes. Me preocupa mi casa", asegura.
Mientras relata algo de su historia, por la calle pasa mucha gente que la observa, la saluda y le deja monedas en un tarro. "A veces me llevo $7 mil", dice con orgullo, dinero que combina la limosna y lo que le dan por los tomaollas hechos por ella misma con lana y crochet (los vende a $500) o lo santitos que entrega por una cooperación".
Lily se mantiene con lo que reúne en la calle y con la pensión básica solidaria que recibe del Estado.
De pronto llega al lado de Lily un trabajador de un negocio cercano, quien la saluda de beso. Ella le pide que se acuerde de hacerle un cartel nuevo, porque el que tiene y donde pide una colaboración a los transeúntes, ya está viejo. "A la tarde se lo traigo", le responde él.
"La gentes es muy buena conmigo. Pasan y me preguntan si comí. A veces hasta me traen chorrillana, yo no me la como, se la llevo a mi nieta, a ella le gustan esas cosas. También me traen pasteles o pancitos. Siempre me dan algo", asegura.
halloween
-Noo, yo trabajo de fantasma, jajajá. El año pasado me puse en Pedro Montt y estuve hasta la una de la mañana. Me puse como una estatua con la mano pidiendo y me fue súper bien. Muchos pensaban que estaba disfrazada. Así que de nuevo voy a ir. Y el 1° me voy al cementerio para trabajar en el Día de los Difuntos, van a pensar que me escapé de una tumba. J