Camino a cumplir un sueño
Es difícil cumplir los sueños que uno tiene. En esta sociedad están ligados al dinero, que es la forma de concretar lo que uno quiere. Hay sueños que no están ligados a las monedas, pero son más utópicos, más románticos, no tan tangibles.
Ahora voy camino a cumplir un sueño, uno rockero. Me largo a Cosquín Rock, un pueblo cerca de Córdoba, en Argentina, donde reina la música en castellano, las guitarras afiladas, la música combativa, rapera, metalera, hiphopera y trastornada. Son tres días enteros de distorsión sonora, pero también de teatro, de cine, de comida y de mucho fernet con coca y vasos gigantescos de chela.
Cosquin Rock lleva 15 años distorsionando a los amantes del rock latino. Tenía 30 años cuando se hizo el primero. Era más joven, más loco y no sabía mucho de geografía. Pensaba que Cosquín era una zona costera de Argentina, donde los locos escuchaban a Charly, a Fito, a Soda, tirados en la arena y al ritmo de las olas del mar. Nada que ver. Cosquín es campo, es folclor, es asado de tira y rock, mucho rock. Este sábado comienza el espectáculo y ahí estaré, con mi novia y mi mejor amigo, coreando todas las canciones de Calamaro, ese cantante que he seguido como un perro, "compañero, un perro ideal que aprendió a nadar, y a volver al hogar, para poder comer".
Voy hacia la incertidumbre de lo conocido (recitales multitudinarios y llenos de locos). Voy al origen del rock latino, voy a beber y caer en la locura de la masa, esa locura enajenada, que me encanta y que nubla mi cerebro, olvidando tantos problemas ordinarios que me atacan en Valparaíso.
A veces pienso que estaré rodeado de jóvenes, que estoy desubicado, algo decadente, con mi muñequera y mi onda "Homero Simpson con Rolling Stone", pero después mando todo a la cresta y pienso que el rock ha sido una de las piedras fundamentales en mi vida, que no sólo ha formado a mi grupo de amigos (mi verdadera familia), sino que también ha moldeado mis neuronas y mi barata filosofía de vida.
Estar tres días en un recital de rock creo que me endurecerá, pero no para mal, sino que para entender que la vida no tiene sentido, que nadie tiene certeza de por qué estamos aquí, trabajando, amando, viviendo, criando hijos y viendo tele. Esa es una de las mayores razones por las que tomo tanto trago.
Me acordaré de todo ustedes cuando esté gritando, en medio de la masa, cantando: "todos los marginales del fin del mundo, esclavos de alguna necesidad, los que sueñan despiertos, los que no pueden dormir, la libertad".