Dramático testimonio del porteño hallado en basural
Dice que llegó hasta un basural de 21 de Mayo con San Martín, en Iquique, el lunes 9 de febrero. Es decir, permaneció cuatro días en ese lugar. Asegura que un hijastro lo cuidaba, pero que un día decidió echarlo: "Eres un desperdicio para mí", le habría dicho.
Alberto López, internado en el Hospital de Iquique, relata que desde joven sufrió alcoholismo y que viajó pasados los treinta años desde Valparaíso a esa ciudad del Norte con el fin de superar esta adicción, algo que, él mismo reconoce, no logró.
Pero sus principales dolores, asegura, no se deben al cáncer al estómago que sufre hace varios años y que ya es terminal. López mantiene vivos los recuerdos de su familia, especialmente de sus padres, aunque más de su madre.
Cuenta que a los veinte años viajó por distintas regiones del país, Ovalle, Osorno, con el fin de disputar un campeonato de fútbol. Eran ocho equipos y ellos ganaron. Volvió a Valparaíso con un regalo para su madre.
"Ella siempre quiso un vestido color violeta, tan lindo como ella", cuenta desde su cama en el hospital regional iquiqueño. Sin embargo, al regresar a Valparaíso se enteró que su madre había fallecido producto de cálculos renales.
"Cuando volví, mi madre no estaba y ahí me entró el demonio", relata. Algo que lo afecta hasta el día de hoy.
"El abandono de mi madre. Yo la adoraba y ella no me quiso acompañar. Si me hubiera acompañado todo habría sido distinto", se lamenta López, quien evita entregar detalles de otros recuerdos junto a ella.
Su madre falleció a los 49 años y su padre de cáncer a los 74, especifica.
"Me afectó y me tiene afectado. No hallo que hacer. Me dan ganas de tomarme cualquier veneno, para acompañarlos", dice Alberto.
"Los echo de menos. En la noche sueño con ellos", cuenta Alberto entre lágrimas.
alcohol
Tras la muerte de su madre, dice el hombre de 59 años, su vida cambió y cayó en el vicio del alcohol. Eso desde los veinte años. Pasados los treinta decidió dejar la localidad porteña.
A mediados de los noventa llegó a Iquique. Aunque llegó a trabajar en lo suyo, de pintor y empastador, terminó lavando autos en algunos sectores como en las afueras de la sede regional del Colegio de Profesores.
"Me vine a Iquique a cambiar de vida, a ver si mejoraba, si dejaba el alcohol. Estuve un tiempo trabajando bien, pero el alcohol fue más fuerte", reconoce.
"Uno cuando lava autos siempre está constantemente con sed, que vamos a comprar una cervecita, un vinito, un coñac. Al final terminaba curado", cuenta López González.
"Yo quería dejar los vicios. Me metí a rehabilitacion acá en el hogar Jesús es el camino, pero no hubo caso", agrega.
Fue mientras limpiaba autos cuando otros problemas de salud comenzaron a aquejarlo, porque el alcoholismo no es su único padecimiento.
"Me encontraron un cáncer al estómago. Eso me empezó a debilitar, pero yo seguí tomando, seguí tomando. Comencé a decaer y llegué al hospital. Ahí me entró la locura, me arranqué, volví a la calle y estuve durmiendo en la calle", cuenta López.
indigencia
Antes de ser encontrado en un avanzado estado de desnutrición, desnudo y tendido sobre un colchón, Alberto López vagaba por los alrededores del Cementerio N°1.
"Yo tenía unos amigos de la calle que viven en el sector, pero prefiero no hablar de eso", dice López, dejando entrever cierto abandono por parte de ellos.
Sin embargo, el actual paciente del hospital regional Ernesto Torres Galdames, apunta directamente a la responsabilidad de una persona. Un hijastro lejano, dice.
"Yo estuve con su madre como dos años, pololié con ella. Crié bien al cabro, pero se portó mal, bueno para la droga", cuenta.
Según detalla Alberto, este familiar lo echó de la casa, lo acusó de ser "un desperdicio, un cacho", algo que lo afectó y lo llevó hasta el lugar donde luego sería encontrado el pasado jueves 12.
"De pena me quedé ahí. Un día llegué y no me levanté más, eso fue un lunes", recuerda.
Durante esos días en que permaneció frente al cementerio, en un vertedero clandestino, "El Porteño", como lo conocen, nunca perdió la conciencia. Incluso cuando fue encontrado por efectivos de Carabineros e inspectores municipales, a quienes les entregó su nombre, ya que no portaba credencial de identidad.
Al momento de ser rescatado de esa situación, López González fue trasladado hasta el hospital regional de Iquique donde permanece bajo observación.
En este recinto asistencial confirmaron que el paciente había estado internado al menos cinco veces desde diciembre pasado.
A veces lo daban de alta, pero en otras oportunidades se arrancaba. "Me escapaba porque estaba aburrido de los dolores. Ahora tengo cualquier dolor", reconoce.
Minutos antes de decir esto, Alberto le pidió a una enfermera algo para paliar los traumas provocados por su avanzado cáncer y otras intervenciones quirúrgicas, como la que tiene a un costado derecho de su estómago. Una herida que se infectó mientras permaneció entre la basura.
"Estos dolores me provocan esta locura. No les cuesta nada colocarme calmante", dice en tanto reconoce que al beber alcohol los dolores desaparecen.
"Cuando tomo se me quitan al tiro", asegura, aunque dice que eso es pasado, porque hace dos años que no bebe.
"Ahora tomo pura bebida", afirma. Consultado sobre como lograba calmar sus dolencias sin beber alcohol, López responde que conseguia medicamentos. "Compraba pastillas, de esos ibuprofeno y me calmaba", agrega.
retorno
Sus fugas desde el hospital no fueron las primeras en su vida. El mismo alcohol lo llevó a pedir monedas en la calle y aunque intentó rehabilitarse dejó todo tipo de ayuda.
"Fuí a tratamientos pero me dediqué a puro tomar", cuenta.
A pocos días de ser encontrado en inhumanas condiciones y tras ser trasladado al hospital, Carabineros de la oficina de integración comunitaria de Iquique tomó contacto con Valparaíso, luego de que Lidia Miranda, cuñada de Alberto, reclamara conocerlo. Él dice que ella es la esposa de su hermano Giovanni Francisco López, vendedor de diarios en una esquina porteña.
Más allá de las emociones que le provoca recordar a sus padres, la memoria de López González también guarda buenos momentos de Valparaíso.
"Allá jugaba con mis nietos", dice. Si bien nunca tuvo hijos, este hombre recuerda de esa forma a sus sobrinos.
"Yo quiero volver a Valparaíso. Me comprometo a no tomar, a estar sano. Quiero sanarme de todas estas heridas que tengo", dice, sin especificar si se refiere a heridas físicas o emocionales.
"Mantengo toda mi fuerza, asi tengo que hacerlo: ¿Qué saco con matarme?", dice Alberto López. Por esta razón espera reencontrarse pronto con su hermano.
López González asegura que se llevan bien, pero que hace más de veinte años que no lo ve. Perdió todo tipo de contacto.
"No tengo buena memoria para los números de teléfono", asegura quien quiere ser trasladado hasta su ciudad natal, diligencias que lidera el gobierno regional.
Su cuñada, que vive en Valparaíso, ha sido clara: no tienen las mejores condiciones económicas, pero si toda la intención de hacerse cargo de él.
"Yo prometí que no me escaparía más", dice López. Eso le juró a las autoridades que fueron a visitarlo tras ser internado.
Ahora López extiende esta misma promesa a su familia.
"Yo quiero que me ayuden, ya no soy el mismo, estoy cambiado", dice López desde su cama en el hospital regional de Iquique. J