La noche del cordero
Esta columna estaba destinada a contar una bipolar noche, donde empecé a beber exquisitos caldos en el Hotel Sheraton Miramar, en un evento organizado por una de mis viñas preferidas: Viu Manent. Ahí comimos, junto a mi novia, como los dioses y por nuestras gargantas desfilaron sólo vinos Malbec, que hicieron bailar mis neuronas y mis papilas gustativas. Esa misma noche enfilé hacia La Cantera, mítico local de recitales del Barrio Chino, donde mis oídos reventaron con la banda de mi amigo personal, Javier Arce, quien casi destroza su batería junto a Gangrenous. Y el broche de oro fue escuchar a Supreme Gore Delicattesen, un grupo de música extrema que le canta a los niños con progenia (envejecimiento prematuro).
Todas las aventuras que viví esa noche fueron superadas por un evento organizado por los apoderados del primero medio de la Scuola Italiana de Valparaíso, donde estudia mi hijo mayor, quienes son "malitos para la conversa entrete, los vinitos tintos y la buena mesa".
Los anfitriones fueron Gino y Tati, quienes en su hermosa casa nos tenían preparado un cordero a las finas hierbas. Personalmente considero a la carne de cordero algo complejo. Su fuerte sabor, sus cortes, son un misterio y pocas veces he tenido la aventura de lanzarme en picada frente a un plato de este animal.
Llegué algo atrasado a la bacanal, donde el grupo de padres y apoderados ya se encontraban un poco chispeados. Inmediatamente partió la cena y tuvimos la oportunidad de sacar carne de dos fuentes: una con costillas y otra con lomo. Me fui por las costillas, que las acompañe con papas al horno con cáscara.
La carne se partía con el tenedor. Era una especie de mechada de un sabor insuperable. Al comer ese cordero y después beber vino, retrocedí cientos de años, mi cabeza explotó en sabores y fuegos artificiales y fui feliz. Es lo que se podría llamar un orgasmo gastronómico.
Después el dueño de casa sacó un arsenal de licores como bajativo. Entre lo que mi dañada memoria puede acordarse estaba: Frangelico, Bailey, whisky Chivas Regal, coñac, jerez, licor de arándanos, limonchello, un preparado casero con unas naranjas chicas y aguardiente, brandy, amaretto y absenta. Chúpense el ojo.
Me preparé uno de mis tragos preferidos: tres cuartas partes del lechoso Bailey y una cuarta parte de whisky. Cuando iba por el tercer vaso el evento se acabó y todos retornaron a sus casas.
Decidimos seguir la noche, junto a mi fiel novia, en nuestro bar de cabecera de la Subida Ecuador: Cassot. Ahí me tomé dos cortos de Jagermeister y me fui a dormir muy, pero muy feliz.