Junto con el término de algunas ligas europeas, fuimos testigos a través de las pantallas de televisión de la manera que respetan a sus ídolos los clubes del fútbol profesional.
Dirigentes, compañeros y rivales, y las hinchadas, rinden homenaje a quien se destacó durante años por su calidad, identificación y entrega, brindándole una tarde o noche inolvidable en la que junto con poner término a un ciclo puede mirar hacia atrás con tranquilidad y decir tarea cumplida.
No se trata de la entrega de un galvano o de una camiseta enmarcada como en nuestro medio, en una ceremonia -si se puede llamar así- que no ocupa más de un par de minutos y que para muchos pasa casi inadvertida.
El reciente fin de semana puso fin a su exitosa campaña en la liga española el talentoso mediocampista de Barcelona, Xavi Hernández, ovacionado largos momentos luego de ser reconocida su brillante campaña en el elenco catalán con el que lo consiguió todo.
Lo propio ocurrió con Didier Drogba en el Chelsea, levantado en andas por sus compañeros al dejar la cancha mezclando su emoción con alegría.
El Manchester City de Manuel Pellegrini tampoco estuvo ajeno al alejamiento de Frank Lampard, uno de los más destacados jugadores ingleses. Aunque sus mejores recuerdos los dejó en el Chelsea, recibió en el reducto del City el merecido tributo.
Y aunque Steven Gerrard recibió una goleada con el Liverpool en su despedida tras 17 años en el club, el resultado pasó a segundo plano con el gol que anotó y cuando dejó el césped en medio del reconocimiento generalizado.
Y cabe destacar que ninguno de estos futbolistas deja el fútbol definitivamente. Todos continuarán sus carreras en otras latitudes, porque aún les queda bastante por mostrar dentro y fuera de la cancha.
Salvo el primer caso de los relatados, los restantes ocurrieron en Inglaterra, donde hace algunos años la violencia imperaba en torno a este deporte. Sin embargo se tomaron las medidas pertinentes y hoy el fútbol se vive con pasión, pero se disfruta en familia.
Ojalá se siguiera el ejemplo en nuestro medio, creo -sin temor a equivocarme- que es el anhelo de la mayoría.