Los artistas del metro: ¿casting o que canten en estaciones?
Cuando los artistas empezaron a notar que podían hacer buen dinero tocando sus canciones en el metro, no tardaron en invadir el servicio subiéndose a toda hora y en distintos recorridos. Esto hizo que la empresa tomara medidas drásticas como poner grabaciones en los vagones, stickers en las puertas prohibiendo cualquier tipo de manifestación y más guardias en los vagones para controlar a los músicos y comerciantes.
En este sentido, se desarrolló una fuerte batalla entre la empresa y los usuarios porque a la mayoría de estos les gustaba. Pero hoy que han pasado los años y que ya son muchos los que se animan a cantar, bailar, gritar, hacer monólogos e imitaciones, entre otros... el ánimo de los viajeros ya no es el mismo. Y es que no todos los que se suben al metro son tan buenos en lo que hacen.
La Estrella tomó el recorrido desde Estación Sargento Aldea al Puerto para verificar esta situación que es frecuentemente denunciada en redes sociales. Y también de regreso durante la tarde, en hora punta, para ver si esta condición se repetía igual que en la mañana. Y en efecto, así fue.
Músicos y vendedores
El tren sale a las 08.00 horas desde la estación Sargento Aldea y viene vacío. La calefacción está encendida y todos los usuarios se sienten cómodos y abrigados. Pero al llegar a estación Villa Alemana, se sube un guitarrista con amplificación que toca bossa nova. No es malo. Toca tres canciones, como la Garota de Ipanema y al terminar recibe aplausos. La gente le da dinero y se baja en estación Quilpué. En este mismo lugar se sube otro con guitarra acústica que toca canciones de Silvio Rodríguez. Algunos lo toman en cuenta, pero el metro va un poco más lleno. El hombre toca hasta la estación El Salto, da un pequeño discurso y pide dinero. Unos pocos le dan y se baja en estación Hospital. Luego, en estación Chorrillos, se suben dos adolescentes con un parlante que emite pistas de hip hop. Entre los dos empiezan a improvisar temáticas sociales, pero son totalmente incoherentes y la gente se empieza a molestar. Hablan de la marihuana, la Presidenta "Bachelé", la educación y nada les rima. No paran hasta estación Bellavista. Sólo una persona les da dinero. Junto a ellos, una universitaria que se subió en estación Miramar ofrece sus alfajores artesanales. En estación Puerto todos se bajan.
De regreso, a eso de las 19.00 horas, el metro en estación Puerto (unidad simple) va casi lleno. En Bellavista se suben otros pasajeros y ya en estación Francia va repleto. En estación Barón se sube un trío folclórico a tocar guitarra, zampoña y djembe. La música es agradable pero ocupan bastante espacio. Varios le dan dinero y se bajan en Miramar. Aquí se sube "el panameño", un hombre de acento extranjero que canta "Loca, Loca" de Chico Trujillo emitiendo sonidos orgásmicos. La gente se ríe pero lo mira raro. Grita fuerte pero se baja pronto en estación Hospital. Aquí hay un pianista esperando. Las mujeres lo miran porque es atractivo y tiene pinta de gitano europeo. Es muy talentoso con los tangos que toca, pero su teclado es tan grande, que casi ocupa el largo de las dos puertas. Pero por ser guapo, muchas damas le dan dinero. Se baja en Quilpué.
Aquí se sube un Hare Krishna que habla sobre la alimentación sana. Abre sus ojos en su máxima expresión y ofrece libros a $1.000. Algunos le compran y luego se baja en El Belloto. Y aquí, como si fuera poco, se sube una artista que canta ópera. A la gente le agrada, pero el metro va lleno y se empañan los vidrios. Su parlante y su voz son muy fuertes. Igual le dan dinero. Ya en Villa Alemana se sube el que vende cuchuflís con una publicidad que ya varios se saben de memoria: "cuchu tren, cuchu tren, tienes que probarlo, es una sensación única que no puedes dejar pasar". Pocos le compran. El metro se había vaciado un poco, pero se vuelve a llenar con los que van a Limache. Y así sigue el recorrido. J