Cada vez que Josué Jaime recibe un aviso de incendio, mira al cielo, conversa con Dios y se encomienda. Es un hombre creyente, y mientras se pasea por la Sala de Despacho de la Central de Conaf en Rodelillo, confiesa que en los momentos más decisivos de su vida siempre ha sentido la presencia de "el de arriba", como lo llama en el día a día, el Jefe de Brigada de la Base Palma 12 de Peñuelas. Incluso, en su ingreso como brigadista a Conaf tuvo mucho que ver, cuando era un joven que no tenía claro qué hacer con su vida, y de manera inesperada llegó a la institución.
DIOS LO PUSO AHÍ, DICE
Antes de cumplir los 18 años, Josué no tenía idea lo que era Conaf, jamás había oído hablar de brigadistas ni nada parecido. Pero, todo cambió radicalmente, mientras una tarde de primavera en 1983, jugaba a la pelota con sus amigos de la Población Huanhuali en Villa Alemana. Uno de ellos contó que se habían abierto las postulaciones para ingresar a las brigadas de Conaf, lo que vino después, Jaime jamás se lo imaginó. "Acompañé como a siete amigos y nos hicieron correr contrareloj, hacer abdominales, flexiones... Esa vez había más de 500, después quedamos 7, y después ninguno de mis compañeros quedó y yo sí, que los acompañé por ser amigo", recuerda.
A partir de ese hecho fortuito, la vida de este villalemanino cambió completamente. Pasó de trabajar en una amasandería a ser parte de una institución de la que días antes jamás había oído. No sabía nada de la labor que tendría que desempeñar, pero su entusiasmo y buen estado físico lo ayudaron a que las primeras semanas no fueran tan difíciles. Jaime, no duda en decir que el apoyo de los Jefes de Brigada de entonces fue fundamental, porque " les decía que no sabía nada, pero siempre yo estaba preguntando, mirando. Ahí me decían 'no te preocupes, nosotros te enseñamos'. Todo se fue dando para que estuviera ahí, Dios sabe por qué hace las cosas y me puso en el lugar donde tenía que estar".
3 décadas EN CONAF
De los 33 años que Jaime lleva en la institución, los últimos 26 han sido como Jefe de Brigada, y es precisamente en este período, donde nuevos hechos inesperados hicieron que reafirmara su compromiso con el combate del fuego. Precisamente, luego de combatir uno de los incendios forestales más grande que le ha tocado apagar, recibió un ofrecimiento inesperado. Recuerda que, después de haber estado horas trabajando junto a los demás brigadistas, un vecino de le sugirió que cambiara de vida. "En el año 97, 98, en Laguna Verde, llegamos a un sector donde el incendio venía fuerte, iba a quemar como siete casas. Después volvimos, porque había que repasar, y había un señor que tenía una fábrica en Santiago, al otro día él me ofreció triplicarme al sueldo si me iba a trabajar con él. Yo le dije: 'no puedo dejar esto que hago, porque me mata'", fue su respuesta inmediata.
Josué ama lo que hace, dice que si pudiera y tuviera los medios económicos para hacerlo -incluso- trabajaría gratis, ya que la vocación es lo que distingue a los brigadistas. El trabajo en equipo y la empatía con los demás compañeros también es indispensable para la labor que realizan, destaca. De hecho, la preocupación por cómo está el resto y entender que cada brigadista es una pieza fundamental dentro de un engranaje es fundamental. Ese principio lo comprobó de primera mano, cuando cuatro temporadas atrás, vio como el fuego estuvo a escasos metros de alcanzar a cinco de sus compañeros en la Quebrada Escobar, en Peñablanca. Entonces, sólo la rápida reacción de Jaime evitó una tragedia.
En aquella ocasión, el Jefe de Brigada recuerda que "tres motosierristas que van con tapones y dos chicos más se fueron alejando, ellos se inspiraron. Yo estaba a distancia y vi que el fuego se fue por abajo y me pongo a correr como pude, con bototos, con casco, con mochila y con agua. Yo creo que el de arriba me dio fuerza para correr más de lo normal, porque no sé cómo llegué donde estaban y los saqué a los que no alcanzaron a reaccionar".
MÁS BRIGADISTAS
Josué ha visto pasar por las brigadas a cientos de jóvenes durante sus 32 años en Conaf, y lo que destaca es el compromiso y la convicción que todos los que llegan allí tienen. Incluso, ha visto pasar por las filas de la institución a sus propios hijos, a quienes traspasó su pasión. Sus dos hijos mayores ya han estado, y ahora sueña que cuando ellos tengan sus propios retoños, alguno de ellos siga sus pasos.
Ahora Josué se prepara para la temporada estival, espera que no ocurran grandes incendios, pero de ocurrir será uno de los primeros en poner sus pies entre las cenizas. Estará en Palma 12 hasta que las fuerzas lo dejen, recibiendo cada temporada a los jóvenes brigadistas, a quienes les aconseja preguntar y escuchar. "A los nuevos les diría que no teman en preguntan todo. Más vale quedar de tonto en un minuto, que ser tonto toda la vida", dice. J