"Yuyo (Eugenio Rengifo) era un maestro, era de esos músicos que todo lo que tocaba era jazz, tocaba tres notas y todo era jazz, maravilloso. Para mí era sorprendente, yo no podía entender eso, me encantaba, porque yo tocó un instrumento que hace muchas notas, Yuyo tocaba tres notas y decía mucho más de lo que decía yo, fue una gran experiencia y un aprendizaje espectacular", cerró el músico Boris Ortiz.
Una extraordinaria jornada musical vivieron los asistentes del IV Festival de Jazz de Quilpué, evento que trajo lo mejor del género nacional y que se realiza en homenaje al ex concejal y músico quilpueíno, Eugenio Rengifo Bacelli, quien falleció en enero del año 2012.
La iniciativa impulsada por el alcalde Mauricio Viñambres y organizada por la Municipalidad de Quilpué y la Corporación Municipal, contó con la presencia de la máxima autoridad de Quilpué, sumado a la de la familia del ex concejal quilpueíno, como también de autoridades de la comuna, quienes destacaron en forma positiva la realización de este evento cultural.
Durante la jornada, fueron miles las personas que pudieron disfrutar en forma gratuita con las presentaciones de importantes bandas, tales como Big Band Universidad de Playa Ancha, Roberto Lecaros Cuarteto, Tryo, Bruno Riveros Cuarteto, Francesca Ancarola y su Banda, Boris Ortiz Swingteto, Sexteto de los Tiempos y Colectivo Animal.
"Fue una alegría poder venir a este festival, los felicito y ojala que tenga larga vida. Me encantó la audiencia, en realidad creo que hubo conexión con ellos y me gustó también lo que pasó con los músicos arriba del escenario. Me parece notable que un festival de música sea en honor a un músico y celebro ese gesto de parte de la comunidad entera, de recordarlo a Eugenio", comentó Francesca Ancarola tras su presentación.
En tanto, Ismael Cortez, guitarrista de la banda "Tryo" dijo que "hemos tocado ya en varias ocasiones acá, pero nunca con una marco de público tan inmenso y tan entusiasmado, me parece extraordinario y sobretodo que esté llegando mucha gente a manifestaciones de arte y de música de un corte no comercial, más bien de tipo cultural".
Por su parte, Roberto Lecaros agregó que "me parece que es una gran actividad la que están haciendo, de mantener vivo el jazz, sobretodo invitando a varios grupos a participar. Yo creo que cualquier experiencia artística hay que disfrutarla y hay que ir a las actividades para poder darle al artista un respaldo que se merece, porque siempre está trabajando por el público".
Eugenio Rengifo fue uno de los más destacados trompetistas de jazz que haya tenido Chile, es más, su padre, Eugenio Rengifo Blanchard, fue uno de los fundadores del Club de Jazz del Puerto, en 1954. Es así que su talento innato se desplegó en la trompeta tras incontables audiciones de discos de Louis Armstrong, siendo este su modelo estético hasta el último día de su vida. Su trayectoria musical la realizó en distintas agrupaciones. En 1961, integró "Dixilanders", grupo musical con el que dio el primer concierto de jazz realizado en Tierra del Fuego y, en 1962, se presentó en el Festival de Jazz de Punta del Este. Su banda más recordada y con la que estuvo hasta el fin de sus días fue la de "Valparaíso Dixieland Jazz Band".
No cabe duda de que el argentino Ricardo Piglia es uno de los autores más trascendentes de la actual narrativa contemporánea y, en ese sentido, siempre es recomendable revisitar sus libros, sobre todo si reaparecen en ediciones asequibles para el público. Uno de estos libros es "Prisión perpetua", una suerte de nouvelle doble que dialoga con "Encuentro en Saint-Nazaire", incluida en la misma edición y que fue escrita por Piglia casi simultáneamente.
"Prisión perpetua" es un libro extraño, que borra de un golpe los límites del género y también de la autobiografía y la ficción.
La historia, fragmentada en pequeños chispazos de otras historias, conversaciones y recuerdos, tiene como protagonista al mismo escritor, relegado a la zona de La Plata, y Stephen Stevensen, un gringo que ha llegado a la Argentina en busca de un inalcanzable y que está empeñado en escribir una novela imposible.
Prisionero de su ímpetu, Steve recurre al joven escritor para convertirlo en su lector, y comparte con él los pasajes de su obra inconclusa, que van siendo desperdigados por Piglia a lo largo del texto como migajas en un camino que conduce a un destino impreciso y desconocido.
Así, nos topamos con fragmentos de la historia de la mujer cuya vida era enteramente guiada por el I Ching -un micro cuento bello y preciso, tal vez el mejor de la novela-; o del hermano del gringo tras dejar la cárcel.
Cada micro historia del relato mayor es una reflexión sobre el acto de narrar.
"La novela moderna es una novela carcelaria. Narra el fin de la experiencia. Y cuando no hay experiencias el relato avanza hacia la perfección paranoica", nos dice el autor.
Stephen, quien le ha enseñado al escritor su lengua materna, el inglés, muere sin haber escrito su novela: "Murió sin dejar nada, como si sólo hubiera sido un narrador oral". Y es precisamente el carácter oral de la narración lo que resalta en "Prisión perpetua", que funciona como una suerte de laboratorio de la narración, donde el lector más aficionado a Piglia podrá encontrar, sin dudas, claves importantes acerca de su obra, así como sobre su pensamiento metaliterario y sus posturas antes la creación, siempre presentes en sus libros.
"Prisión perpetua" es uno de los libros más arriesgados de Piglia, tanto en lo formal como en la creación de personajes y tramas complejas, incrustadas con delicado equilibrio en el formato siempre difícil de una novela corta.
Un libro imperdible y necesario para completar la obra de unos de los escritores latinoamericanos más importantes del último siglo.
título: "Prisión perpetua"
Autor: Ricardo Piglia
Editorial: De Bolsillo