Manos de sastre o el arte de hacer un traje a la medida
Son pocos los que se atreven a llamarse "sastre". Algunos se iniciaron en el rubro a temprana edad y la mayoría heredó este antiguo oficio de algún familiar. A pesar de la irrupción de la ropa en serie, los sastres se niegan a morir.
No hay un cuerpo exactamente igual a otro y eso bien lo saben quienes a diario trabajan entre telas, tijeras y alfileres, confeccionando trajes únicos y exclusivos, tan exclusivos como sus dueños.
Son los sastres, un oficio que remonta a la realeza y que tenía por labor la de vestir a la medida a reyes y reinas, incluso a su cortejo que debía diferenciarse del plebeyo. Pero han pasado los años y el arte de confeccionar trajes a medida subsiste a pesar de la revolución industrial y de la producción en serie que quiso convencernos, o más bien obligarnos a calzar dentro de un pantalón o vestido hechos de acuerdo a ciertos patrones básicos de talles, medidas y formas.
En Viña del Mar son dos las sastrerías que han logrado subsistir al paso del tiempo y a la cada vez más escasa existencia de operarios: Sastrería Beiza ubicada en Arlegui, y Sastrería Jürgensen en calle Viana. Son dos de las más conocidas y respetadas, tanto por el buen nivel de sus confecciones como por la vasta experiencia de sus sastres.
Jaime Beiza, dueño de la sastrería que lleva su apellido cuenta que a regañadientes se inició en este rubro cuando no alcanzaba los 6 años de edad. Su padre y antes su abuelo fueron sastres, por lo que su vida transcurrió entre alfileres, hilos y telas.
"Yo vine a retomar esto después de casado. Desde niño me enseñaron esto pero a mí no me gustaba, me gustaba la feria (...) Una vez casado, estudié y como tenía conocimientos además, de ahí hice de profesor en el instituto Patria y Amistad en Valparaíso. Fui profesor de sastrería, cortador sastre, que es la persona que corta, prueba, afina y arma...todo un arte", recordó Beiza quien reconoce que con más de 40 años en el rubro como independiente, disfruta su oficio a plenitud.
"A mí lo que me encanta es cortar y probar, afinar. Porque a la máquina ya no me siento, de vez en cuando me meto, pero ya no. Cortar para mí es un arte", añadió este sastre viñamarino.
Beiza es selectivo y categórico a la hora de referirse a sus colegas, precisando que en Viña del Mar sólo quedan dos sastres: Carlos Jürgensen y él.
"Han cerrado muchas sastrerías, es cierto. Sastres en Viña habemos dos: Carlitos Jürgensen y yo. El otro que había antes era Lara, de otros prefiero no hablar", precisó este profesional del corte y las tijeras.
Para Jaime Beiza, las sastrerías no han muerto sino que los sastres, los dueños de las sastrerías y la cada vez más escasa existencia de operarios.
"La medida nunca se ha perdido, está mal dicho eso de que las sastrerías se perdieron. La gente empezó a morirse, los colegas empezaron a morir. Yo ya tengo 70 años, Carlitos Jürgensen también supera los 70...entonces es eso", precisó Beiza.
Traje a medida
Para Jaime Beiza es fácil decir "se hacen trajes a medida" pero muy distinto es hacerlo.
"No es llegar y decir que se hace trajes a medida, porque nosotros hablamos de sobremedida. Porque muchos dicen yo hago trajes a medida, pero lo que realmente ellos hacen es media medida y eso es tomar medidas y mandar esas medidas por correo a Santiago y le hacen el traje y el traje nunca queda bien. Lo mío no: hay que probarle una vez y si usted encuentra que la prueba queda bien no es necesario hacer una segunda prueba. Si uno se da cuenta de algún detalle, hay que hacer una segunda prueba, pero en cuerpo...eso es muy distinto", precisó Beiza.
Para este destacado sastre sus clientes se dividen casi en partes iguales entre hombres y mujeres y lo que más lo enorgullece, es que hasta su local llegan cada vez con mayor frecuencia jóvenes que buscan su traje a la medida.
"Han llegado muchos jóvenes, gracia a Dios. Son jóvenes profesionales, particularmente abogados. Hoy mismo llegaron a preguntar porque un joven se recibe de abogado el próximo mes. Hay varios que ya son jueces", reconoció Beiza.
Hacerse un traje a medida sin duda tiene su precio, no solo por el trabajo que implica su confección, sino también por la calidad de su tela.
"Un ambo, dos piezas, sale 365 mil pesos en casimir de Bellavista Tomé...hecho a mano", destacó Beiza.
Composturas
Luis Dolcino empezó en este rubro a los 8 años de edad. Su padrastro, Robinson Leiva era sastre y fue él quien le enseñó sus primeros trabajos a mano.
"Me enseñó a hacer trabajos manuales, costuras a mano como acolchados, hilvanados, porque antes todo se hacía a mano, no existían estas máquinas. Luego salió la máquina zig zag y posteriormente la Overlock", precisó Dolcino.
En su local "Clínica de la ropa", Luis Dolcino no para. Sus clientes llegan por bastas, cambios de cierre, arreglos y transformaciones en general.
"Aún hay sastres que hacen trajes a medida, pero son cada vez más pocos. Antes era mucho más que eso (...) Era y sigue siendo caro. En las grandes tiendas usted se puede comprar un traje por 40 mil pesos, pero un sastre puede cobrarle 300 mil. El traje a medida es único, exclusivo", precisó Dolcino.
A los 10 años Luis se hacía sus propios pantalones. Como no había dinero para pagarle estudios, Dolcino hizo de la confección su oficio. Su primera máquina fue una Singer a pedal.
"Me independicé una vez que me fui a Brasil. Allá estuve 15 años, hice cursos para profesionalizarme y actualizarme en conocimientos. Allá estuve ejerciendo como sastre", recordó Dolcino.
Para este trabajador, la irrupción de la ropa americana y la confección de ropa en serie significaron una dura competencia para las sastrerías. Sin embargo, muchos supieron subsistir mediante las composturas, como lo hizo él.
Dolcino con nostalgia recuerda que hace algunos años mandarse a hacer un traje no era sólo de personas de estratos más acomodados, sino que incluso de gente modesta que juntaba sus lucas para ocasiones especiales como Fiestas Patrias y el Año Nuevo.
"Era muy común que la gente se mandara a hacer su trajecito para el '18'...son tradiciones que se fueron perdiendo, lamentablemente", reconoció Luis.
Miguel Leiva estudió en el Colegio Experimental Carlos Van Buren de Villa Alemana. Allí estudió sastrería y desde los 15 años se ha dedicado a este oficio.
"Al principio trabajé en talleres de sastrería. Por ejemplo, en Valparaíso trabajé con el sastre de la Cooperativa de la Armada. Luego trabajé con Jorge Mena en Viña del Mar", relató Miguel Leiva sobre sus inicios.
En su larga carrera como sastre, Leiva tuvo el honor de confeccionarle a la mamá del tenista viñamarino, Nicolás Massu - Sonia Fried - labor que recuerda con orgullo.
Leiva coincide en que si bien la compostura y la sastrería podrán subsistir, cada vez es más difícil contar con operarios, pues ya no existe formación en esta área.
"Es difícil encontrar maestros y la gente joven no tiene paciencia para trabajar en este rubro. Es un oficio de mucho detalle y la gente joven quiere todo rápido...trabajar y ganar dinero rápido", precisó Leiva.