El policlínico de los libros
Escritor de la resistencia
Ayer, a las 85 años, ha muerto en Perú Oswaldo Reynoso, uno de los escritores fundamentales de la literatura del vecino país, injustamente desconocido en el mundo hispanoamericano, opacado tal vez por la sombra de compatriotas suyos más exitosos, como Mario Vargas Llosa.
Narrador inclaudicable, adelantado, provocador y lleno de vitalidad hasta sus últimos años de vida, Reynoso dejó escuela con su obra "Los inocentes", publicada inicialmente en 1961 y reeditada sucesivamente en Perú, mas no así en Chile. "Los inocentes" provocó cierto nivel de escándalo por la forma en que Reynoso -un hombre que venía de la poesía- recoge el lenguaje de la calle y lo lleva a la narrativa, a través de las vivencias de unos jóvenes de la gran urbe, atravesadas por un sutil manto de homoerotismo. Reynoso retrata en "Los inocentes" una sexualidad en ebullición bajo las corazas de "choros" de barrio que visten sus personajes.
Cuatro años después, Oswaldo Reynoso publicaría "En octubre no hay milagros", novela donde recrea en un solo día la vida de dos familias de clase media cruzadas por la desesperación y la decadencia. Conocedor de las tradiciones y costumbres del Perú, el escritor refleja en esta novela las prácticas sociales y religiosas de las clases populares. La sexualidad y la homosexualidad, siempre presentes en su narrativa, se expresan también en esta novela de ribetes sicológicos, que disgustó a cierta crítica.
El mismo Reynoso diría sobre su libro en una entrevista: "Lo tildaron de 'páginas hediondas' que debían 'arrojarse a la basura'. Dijeron que en él convertía el sexo 'en obsesión y en delirante manía'. Por último, se dijo 'que el tema de la procesión seguía esperando a su novelista' (...) Lejos de amilanarme, reforcé la idea de que nadie iba a desembarcarme de mis dos objetivos: el magisterio y la creación. Pese a todos los obstáculos, me convertí en un escritor de la resistencia".
Reynoso fue un escritor resistido, tanto por sus temáticas, cercanas a la marginalidad y el sexo, como por sus ideas políticas marxistas. Poco le importó. Enseñó, hizo clases y escribió obras inmortales. La fama mundial no lo alcanzó, como a Vargas Llosa, pero es probable que tras su muerte sea una de aquellos descubrimientos tardíos. Más vale tarde que nunca: en Chile también debemos leer a Reynoso.
"He caído y ya no podré agitar mis alas ni mostrar mi corazón como cerezo ardiente. Lo único que me queda es machacar mis ojos con la luz y comer el fuego de la tierra".
OBRAS: "Luzbel", "Los inocentes", "En octubre no hay milagros", "El escarabajo y el hombre", "En busca de Aladino", "Los eunucos inmortales", "El goce de la piel" y otras.