Dos años sin ti: un homenaje a la leyenda de Nicole Sessarego
Se cumple un año más desde tu partida y no puedo dejar pasar la oportunidad de dedicarte esta página para contarle a los porteños quien eras y hacerles entender lo fatal de tu partida, la verdadera Joya del Pacífico.
Exactamente dos años han pasado desde que se fue, en un relato que aún no termina de escribrise. Yo, el redactor de esta crónica, fui su amigo y compañero en la carrera de periodismo. Luego de dos vueltas al sol con esta estrella fugaz siguiéndome a todos lados, siento que por fin puedo ordenar la cabeza y tomarme un tiempo para relatar con tinta y papel mis sentimientos hacia una persona que irremediablemente ya no está.
¿CóMO ERA?
Cada vez que un ser querido muere, caemos en el mismo cliché de "¿Por qué ella?, cualquiera menos ella", pero en este caso les juro que es verdad porque la Nico era extraordinaria. Era bonita, algo vanidosa y siempre producida, de esas mujeres que al caminar arrastra miradas. Tenía una tierna sonrisa que se envolvía entre sus finos y siempre rojos labios, su piel era color caramelo, sus ojos brillaban en tonalidades de whisky y su pelo negro caía alrededor de su curvilínea figura, a veces muy liso y a veces ondulado, a esta altura ya no sabíamos cómo era naturalmente.
En su eterno afán de verse bien siempre se lucía; minifaldas, blusas, pañuelos y abrigos que le calzaban a la perfección. Las gafas, las carteras y los tacos tampoco podían faltar. De hecho cuando extrañamente optaba por usar zapatillas se veía más baja que el resto del tiempo, siempre nos reíamos con eso.
Detrás de ese maquillaje siempre hubo una muchachita sencilla y cariñosa, de esas personas que te escriben sólo porque sí. Una vez de la nada nos envió un mensaje por Facebook a sus compañeros de carrera, el cual decía exactamente: "Chiquillos, sólo quería decirles que espero que después, cuando vamos en cuarto o quinto, nuestra amistad no cambie y que los quiero. Eso, gracias por hacer felices mis días en la U. Es bacán ir a la U si están ustedes". Otro día nos llevó galletas a la universidad hechas por ella para todos nosotros. Con el tiempo me enteré de que las había comprado en el supermercado.
Además, era del cerro Cordillera y muy orgullosa de serlo. Porteña hasta los huesos, se emocionaba cada vez que escuchaba "la joya del pacífico", sobre todo cuando estaba lejos de su puerto querido.
Conmigo siempre hubo buena onda, y tuvimos una amistad cargada de risas y chistes no aptos para contar en un diario. Me decía sutilmente que la mina con la que yo andaba en ese tiempo no era para mí, con el correr de los meses me lo siguió diciendo, pero ya no tan sutilmente: "Ya ólvidala Mati, ella no es para ti, estay puro sufriendo", luego comprobé que su consejo no podía ser más acertado. Yo por mi parte, la molestaba señalando todos los defectos que encontraba en sus pretendientes, cambiándole los nombres y burlándome de lo que le decían.
Su adiós
Antes de partir dudó mucho si tomar o no la oportunidad de irse a Argentina, pero finalmente decidió partir. El primer mes fue difícil y extrañaba mucho su antigua vida; pero con el tiempo se enamoró de la ciudad de la furia.
La noticia nos llegó un martes al mediodía, yo estaba en la Universidad y a un compañero le escribe una amiga diciendo que había escuchado sobre una chilena asesinada en Argentina. Mi amigo la fue a ver y yo llegué al rato, ella estaba llorando desconsolada, mi amigo estaba congelado y en las oficinas de la Upla los teléfonos sonaban furiosos. Me acercó y me muestran el celular con una nota que hablaba del caso, una estudiante de 20 años, de la población Almagro, con un apellido muy parecido.
Las notas informativas de internet entregaban poco a poco nuevos antecedentes, hasta que finalmente se confirmó la noticia, la Nico estaba muerta, quise llorar pero no pude.
En la universidad era muy querida y cuando se supo la noticia quedamosdevastados, se sentía una sensación de pena en el aire y abundaba el silencio en los pasillos; pese a que ya llevaba meses fuera de nuestra Universidad, se sintió que un vacío brotó en la facultad. Como estudiantes de periodismo nos golpeó de otra forma la noticia, tener que enterarse de los detalles del crimen a partir de los medios te quema los nervios, supimos lo que es estar desde el otro lado de la noticia, seguramente sus compañeros seremos mejores periodistas cuando debamos cubrir noticias como ésta, ese fue su último regalo.
Nosotros sabíamos que la Nico sería grande y alguna vez llegaría a las portadas de los diarios, lástima que haya sido así. La Nico era tan grande que su muerte se convirtió en una tragedia nacional.
Hasta siempre
El revuelo del caso nos hace estar constantemente reviviendo el dolor. Un crimen sin resolver, un puzle policial, un sospechoso con influencias en el consulado, un juez obstinado que quiere pasar a la historia con el primer caso de odio de género en Argentina, la intolerable desaparición de pruebas claves; solo hacen más difícil esto.
Mención aparte a su madre, ¡Dios mio que mujer más fuerte! A veces pareciera que nosotros estamos más afectados que ella. Obviamente no es así, pero su entereza genera esa ilusión.
Recuerdo su veinteavo cumpleaños, un carrete desenfrenado en su casa. Su cumpleaños número 21 fue en su casa también, lástima que ya no podía estar allí. El carrete se redujo a una íntima once después de una misa en su honor, le cantamos cumpleaños feliz con la luz apagada. Ese día salimos a "carretear en su honor", y pedimos un salud en su nombre. Este año, también fui a su cumpleaños con una once más íntima.
Lo que más repetían los medios era la dirección, el boliche, el número de puñaladas, las cámaras de seguridad, el crimen pasional, y más. Nadie se dio el tiempo de contar que la Nico era tierna y simpática, que iba a buscar a su hermano al colegio, que nunca se perdía el cumpleaños de sus padres, que te invitaba a almorzar sólo porque quería verte o que la última vez que habló con sus amigos de carrera fue por webcam mientras estábamos de fiesta, su primera reacción al vernos fue llorar. Nunca nadie sabrá todo eso, o quizás sí, porque acabo de contarles.
Personalmente no creo en Dios, pero ahora creo en los ángeles. Hasta siempre Nicolita, el cielo es tuyo.