Cinthia Matus O.
La pequeña Pascale García Ortiz tiene 4 años y a simple vista es una niña normal. Mientras su madre Lilian habla sobre su caso, ella corre y salta, pero la verdad es que desde que nació la ha pasado mal. "Le diagnosticaron alergia alimentaria múltiple severa y por esta razón, sólo puede comer frutillas, naranjas y mandarinas por las frutas y apio, zanahoria y yuca por las verduras. Nada más, porque todo lo rechaza y le hace mal", explica Lilian.
Ante este panorama, la familia ha tenido que hacer grandes esfuerzos para poder mantenerla en el peso ideal. "Al principio, después de probar con muchas cosas, dimos con la leche Neocate que después de tomarla 8 meses, hizo que Pascale se estabilizara. Con eso estábamos tranquilos, hasta que supimos que la descontinuaron", cuenta la viñamarina.
Como su esposo es de la Armada, la institución les ayudó contactándose directamente con los fabricantes de la leche, pero no hubo caso. "La leche es de Alemania y cuando la Armada se contactó con ellos, les dijeron que no la harían más y que sólo quedaban los tarros que estaban en el mercado. Así que como pudimos, con mi esposo compramos todos los que encontramos de Arica a Punta Arenas, pero ya no existe", lamenta Lilian.
Tratamiento
Cada uno de esos tarros tenía un valor de 28 mil pesos y aunque a Pascale apenas le duraban dos días, le ayudaban a vivir mejor. Sin embargo, cuando se tomó el último tarro, la situación empeoró.
"Ya de por sí era harto el dinero que se gastaba con eso, pero luego, cuando se acabó, no le podía dar nada más. Así que averiguando con otras personas y en internet sobre esta enfermedad, supe que en Argentina hacían un tratamiento de sensibilización porque mi hija no acepta proteínas ni carne. Ella sufre en lo digestivo y en lo dérmico de manera horrible, así que como pudimos, viajamos para empezar este tratamiento", explica la madre.
Al llevar, la niña fue examinada por un inmunólogo que le hizo una serie de chequeos. "Estuvimos ocho días en el hospital hasta que comenzó el tratamiento que dura ocho meses. Cada mes tiene que ir, colocarse una inyección y después acá en la casa, seguir con unas gotitas de proteína de leche de vaca. El problema es que cada sesión vale unos 2.500 dólares y más los pasajes y el alojamiento, ya no alcanza", lamenta la mujer.
Por lo anterior, la pareja ha hecho bingos, completadas y platos únicos para reunir dinero. "Ya sacamos con tarjeta los pasajes del primer viaje, pero para el segundo ya no alcanza y ella no puede suspenderlo de lo contrario pierde todo lo avanzado como un tratamiento con antibióticos", apunta Lilian.
Pascale, por su parte, quiere volver al jardín (donde ha tenido que presentar licencias desde abril) y comer lo que todos los demás niños consumen. "Me gustaría comer un chocolate, un helado de vainilla o pollito, carne... quiero comer de todo y no enfermarme", dijo con ternura.