Los echaron de misa con su hijito
Joven matrimonio está muy triste por lo ocurrido el lunes pasado en la parroquia Espíritu Santo.
Están tristes, pero aseguran que nada aplacará la fe católica que ambos sienten y que inculcan a su pequeño hijo de sólo 1 año 8 meses. Y seguirán yendo a misa, a pesar del mal rato que vivieron durante la liturgia del pasado lunes en la parroquia Espíritu Santo, a un costado de la Catedral porteña.
Fue María René Sanhueza, quien todavía acongojada se dirigió a La Estrella para poner en conocimiento de nuestros lectores y lectoras el desagradable hecho que vivió junto a su marido y su hijito.
"Como de costumbre concurrimos a dicha parroquia, mi esposo, mi hijo y yo. Todo iba normal hasta la parte de la liturgia, momento en que mi pequeño jugaba con un autito sobre las sillas, lo que producía ruido que molestó a algunos presentes y al párroco quien al percatarse del malestar de los asistentes detiene la misa, nos señala con su mano y dice textual: 'No me reclamen a mi'. Por lo que se nos acercó una señora mayor conminándonos a hacer abandono del lugar".
Mala reacción
María René relató que una vez afuera de la parroquia -y con notorio pesar- decidieron esperar al padre Dietrich Lorenz Daiber para conversar lo sucedido. Y así una vez terminada la misa se acercaron a él. Asegura que el cura se mostró distante y sin interés en solucionar el problema, a tal punto que terminó alzando la voz y reprochándole que era su culpa y que lo había sacado de quicio.
"Yo hablé con él en buenos términos. De hecho no quería polemizar, pero necesitaba una respuesta para poder comprender la reacción. Le pedí que no me hablara así y se ofuscó más. Yo rompí en llanto y él se dio media vuelta y se fue", contó Sanhueza.
Y agregó: "me deja muy estremecida como católica. Porque si quien está llamado a predicar con el ejemplo reacciona de esta forma, no sé qué podemos pedir al resto del mundo sin investidura. Sin la obligación asumida voluntariamente de profesar con su conducta y con su trato hacia los demás nuestra religión".
Por otro lado, la preocupación de la joven madre es si su pequeño niño acaso no tiene derecho a asistir a la casa de Dios. "¿Por qué nosotros como adultos no tenemos la capacidad de integrarlo? Nadie alzó la voz para defendernos. Pero quiero decir que este feo evento no perturbará nuestra fe, ni nuestras ganas como padres de seguir guiando a nuestro pequeño por la senda de Dios".