Respecto a la distribución del libro sobre sexualidad por parte del Municipio de Santiago, tanto quienes están a favor como quienes están en contra han olvidado algo fundamental, el derecho y deber de los padres de educar a sus hijos, que en terminología estricta es una libertad, la libertad de educar a los hijos.
Este derecho es fundamental en un Estado de Derecho Democrático, ya que es la única manera de garantizar desde el origen mismo otra serie de libertades civiles, como la libertad de conciencia, la libertad religiosa, la libertad de enseñanza y la libertad de expresión. Al imponerse por parte del Estado, en este caso un municipio, una forma de ver la sexualidad, tan válida como otras basadas en diferentes valores, se pasa a llevar a quienes tienen la primera palabra en esta materia, que son los padres, y se condiciona las conciencias de los niños como los burócratas de turno creen que es correcto.
Alguien podría decir que bastaría con que un padre manifestara su rechazo para que su hijo no reciba el libro, pero eso es distorsionar el ejercicio del derecho en comento, ya que comienza por una actuación del Estado, lo que no es propio de las libertades civiles, que se definen justamente por la ausencia de actuación del Estado. Se parte completamente al revés y se exige al ciudadano que realice una actuación para que se respete su ámbito de libertad; es tan grave como si tuviéramos que pedir permiso para salir de nuestras casas, tan grave como un toque de queda, en este caso un toque de queda valórico. Si los editores del libro quieren distribuirlo, están en todo su derecho, y si los padres quieren adquirirlo también están en todo su derecho; lo que no puede ser aceptado es que se imponga por parte del Estado una visión y se relegue a un segundo plano el papel de los padres con sus hijos.
José Carlos Meza Pereira.