Priscilla Barrera Ll.
Sergio Cárcamo tiene 62 años y gran parte de su vida se ha dedicado a vender dulces y avioncitos de plumavit en el borde costero en el sector de la Playa El Sol en Viña del Mar. Pero si hasta hace algún tiempo tenía un carrito y no tenía mayor conflicto con sus colegas, desde hace casi un año las cosas han cambiado rotundamente, transformando su puesto de venta en un revoltijo de cosas que no sólo llaman la atención por su feo aspecto sino que además, por el mal olor que genera.
Y es que, según denuncian algunos artesanos que trabajan a pocos metros de Sergio, el mal olor surge de las necesidades biológicas que el hombre hace en la vía pública y que han convertido el sector en una fétida letrina.
"El jueves el olor era insoportable. Imagínese con la alta temperatura el olor no se aguantaba. Este señor hace sus necesidades ahí mismo y se limpia con las manos. Es muy antihigiénico y lo peor es que vende dulces. Yo misma he tratado de hablar con él pero él no hace caso. He ido a la municipalidad, lo sacan, pero él vuelve", contó Luisa Vergara, una de las locatarias de los puestos artesanales del sector.
Lo preocupante para Luisa es que el pequeño comerciante ha ido acumulando desechos en su puesto con los que ha ido armando una especie de cubículo en el que pernocta.
"Él duerme ahí y hace sus necesidades, entonces se podrá imaginar la escena. Nada agradable", añadió Luisa.
Aunque Sergio niega las acusaciones, sí admite que se queda a dormir en el lugar para proteger su mercadería, pues asegura, hace un tiempo le quitaron su carrito donde guardaba su mercadería y hasta que no lo recupere, asegura, continuará en esta condición.
Pensión básica
"Yo no tengo más alternativa porque no me alcanza, recibo una pensión básica. Me quedo aquí porque si no me roban la mercadería, pero no es cierto que yo haga mis cosas en la calle", insistió Sergio Cárcamo.
Otra de las comerciantes del sector cree que Sergio está afectado mentalmente, porque asegura, hay días en que llega limpio y luego se deja estar.
"Él hace sus cosas a vista y paciencia de todo el mundo. Desaparece unos días, vuelve limpio, pero pasan los días y vuelve la hediondez. Él no se lava, se limpia con las manos. Cuando él pasa por aquí el olor no se soporta. Alguien tiene que hacer algo por él. A los que más les afecta es a los que están más cerca", precisó Virginia.
Para Yasna Morales y Priscilla Hidalgo si bien es cierto que el hombre hace sus necesidades en el lugar y que su familia lo viene a buscar, defienden su derecho a ganarse la vida y el hecho de que lleve tantos años en el sector.
"Él lleva más de 30 años acá. Su vida es la playa. Antes él no estaba en esas condiciones. Tenía un negocio estable, todos lo conocen como 'el avioncito' porque vende aviones", opinaron las locatarias de los módulos de artesanía.