Dura y dramática confesión del padre del "asesino del martillo"
Conmoción causó la detención de un sujeto que ultimó con la herramienta a un adulto mayor.
Priscilla Barrera y - Guillermo Ávila
Posa como quien sube una exultante selfie. De esas para sacar pecho y buscar los "me gusta". Tiene la frente despejada, cabellera ensortijada, camisa abierta, actitud relajada y una desafiante sonrisa... de oreja a oreja.
Con las manos atrás, el hombrón avanza fuertemente custodiado por dos agentes, mientras el lente registra aquel instante; un instante que, días antes, en la previa navideña del 22 de diciembre, se fue a negro para una persona de la tercera edad y de la forma más brutal: a punta de martillazos. Otra persona quedó gravemente herida.
Tras su detención por parte de los efectivos de la Brigada de Homicidios de Valparaíso, Osvaldo René Cea Cuadro, de 37 años, fue trasladado hasta el Tribunal de Garantía de esta ciudad. En ese lugar fue formalizado por los delitos de robo con homicidio en contra de Raúl Díaz -cuyo rostro resultó desfigurado por los golpes que recibió con el martillo- y robo con violencia respecto de Nasme Salazar.
Se pudo establecer que el imputado conocía al menos a una de las víctimas.
Entorno familiar
A veces, la atmósfera doméstica puede servir de mapa. Por eso estamos acá, en los dominios del inculpado, para darle rostro a quien hasta hace poco metía miedo y habitaba en calle Principal, en el cerro La Loma. Allí, a mitad de camino, en una empinada subida, cargada a los pasajes e interminables escalinatas.
Precisamente a un costado, doña T., quien prefiere no dar su nombre, afirma, apoyada en su puerta, de entrada: "Hace rato que daba miedo. Echaba la choreada. Se le veía pasado al hombre. Uno ni se metía". En la vivienda del frente, otras das personas asienten al comentario.
En eso, un hombre mayor en posición de equilibrio se asoma por un techo. Tiene la edad como la de los sujetos ferozmente atacados por la fatídica herramienta de metal y madera.
Es el padre del detenido: Osvaldo Cea Catalán. A sus 81 años y con el órgano auditivo diluido, aún se da maña para reparar el tejado de su morada. La casa es colorida, tanto como la vista que se proyecta desde la ventana del inmueble: el Pacífico, Caleta Portales y parte de Viña. Un poco más arriba, está la popular picá "La Quinta de los Núñez". Un entorno de barrio. De clase trabajadora.
Contrario a lo que se pudiera pensar, aquí, donde también habita la madre del detenido (la señora Alba), hoy se respira paz. Ella prefiere el silencio; silencio de lo inexplicable. Por eso el padre del acusado opta por hablar sobre el hijo único de este matrimonio de esfuerzo, que lleva décadas viviendo acá. De acuerdo a la justicia, su "cabro" mantenía, hasta el momento del crimen, sus papeles de vida... limpios.
Don Osvaldo llegó de Osorno a Valparaíso en 1966. En este cerro conoció a su esposa y aquí, en esta misma casa, nació Osvaldo René, quien durante su infancia tuvo el apoyo del núcleo familiar, relata su padre.
Durante la adolescencia tuvo las oportunidades como cualquier joven de su edad. Con estudios. Pero el dinero rápido era lo suyo. Por eso no dudó cuando la oportunidad del laburo se le abrió ante sus ojos: estuvo por siete años trabajando en "El granero", un establecimiento de mercadería allá por avenida Chacabuco, en el plan.
Allí Osvaldo René Cea se ganaba la vida repartiendo frutas. Pero las amistades y luego una polola -más tarde su mujer-, afirma don Osvaldo, lo llevaron por el mal camino.
Fue despedido por hurto de "El Granero". De allí deambuló en pegas ocasionales, como colectivero, mientras, a grandes cantidades, se metía de lleno en el ambiente de la droga.
"Fue esa mujer la que lo indujo a eso", recalca el padre. Hasta que la "diosa blanca" golpeó su vida. Y con ella, la caída libre.
En el barrio los vecinos estaban aterrados, algo que reconoce don Osvaldo Cea Catalán. "Mi hijo se volvió loco. De marihuana a otras porquerías más pesadas. Estaba irreconocible. Mal de la cabeza. Su mujer fue quien lo llevó a la ruina", vuelve a apuntar, mientras la pupila dilatada se ablanda al rojo más húmedo.
Don Osvaldo cuenta que lo fue a visitar hace unos días, el jueves pasado para ser exactos. Que no pudo hablar con su hijo, pero que éste le pasó un papel por el que prefiere reserva. Que no se explica qué llevó al primogénito a tan brutal acto. Y que la vida continúa y a lo hecho, pecho, al menos de parte de ellos. porque a su hijo, "lo acusan de homicidio…", dice en tono entrecortado.
"No sabemos qué va a pasar con él. Andaba con gendarmes. Es triste esto", lanza don Osvaldo, mientras se vuelve a encaramar en la parte más alta del techo, justo donde, más abajo, en una pequeña habitación, vivía el hombre del fatal martillazo.