La fiesta ciudadana detrás del Valparaíso Cerro Abajo
La versión 2017 de la competencia estuvo marcada por la aparición de nuevos emprendimientos culinarios y novedosas tecnologías entre el público y los bikers que participaron.
Carolina Pinuer A. - La Estrella de Valparaíso.
El Valparaíso Cerro Abajo, evento de descenso urbano en bicicleta más grande de Sudamérica, se está convirtiendo en toda una tradición veraniega porteña.
Este año celebró su aniversario número 15, y fueron miles los que llegaron de diferentes lugares del país a disfrutar de esta fiesta, que congregó no solamente a los fanáticos de las bicicletas, si no también a todos quienes disfrutan y se emocionan con cada salto y obstáculo que van pasando los competidores.
La Plaza Bismark fue el punto de encuentro del comercio. Los carros de comida y las novedosas combis fueron la postal clásica del evento.
Uno de los carritos más novedosos que se instaló en el lugar fue el de Lilian Molina, quien llegó junto a su hija desde Santiago a vender su especialidad: las "coxinhas". "Es una masa similar a la del ñoqui, hidratada con pollo envuelto y frito. También tenemos rellenas con queso", dijo Lilian.
La receta la aprendió en Brasil, y su local, llamado "Verde Amarela", en honor a este país que la acogió por 17 años, recorre distintos eventos ofreciendo estos productos "brazucas" bien cotizados por los chilenos. Y, para los menos atrevidos, Lilian ofrecía el clásico completo italiano porque"como viene harto lolo trajimos completos, porque sabemos que eso les gusta a ellos".
El encuentro fue la ocasión perfecta para que vecinos del sector hicieran sus emprendimientos. Como Daniel Moya, que hace una semana se le ocurrió aprovechar el evento e instalarse a vender anticuchos en la plaza. "Nació la iniciativa y hace dos días atrás me compré la parrilla. Anoche la probé", cuenta el joven que llegó junto a amigos con los anticuchos listos en el cooler, para llegar y empezar a asar.
Al igual que Daniel, también hubo otros vecinos que aprovecharon de vender comida y bebestibles, y sacar algo provechoso de este masivo evento que se desarrolló afuera de sus casas.
Drones
El encuentro de bikers que llegaron de diferentes partes del mundo también sirvió para lucir las cámaras fotográficas. Las famosas "gopro" se robaron la película. Las cámaras figuraban en los cascos de los competidores y en el público.
Los drones también fueron protagonistas, sobre todo para los niños, que disfrutaban observando cómo se paseaban estas cámaras en el aire, grabando al público asistente y siguiendo el circuito que recorrían los deportistas.
Pero quienes se llevaron todos los premios de originalidad fueron dos amigos, Pablo Yarur y Tomás Wiff, quienes vinieron desde Santiago y se pasearon por el Valpo Cerro Abajo sobre sus monociclos eléctricos. "Parecemos androides (se ríe), la gente cree que estamos haciendo promoción a algo pero no, compramos estas máquinas por internet y son cómodas y útiles para pasear", cuenta Pablo, y habla puras maravillas de su medio de transporte que compró hace dos años. "La batería se carga y dura como 4 horas y 40 kilómetros. El único problema es que a los perros no les gusta mucho, a mi ya me mordieron porque no les gustan las ruedas y se tiran a morder", dice el hombre.
Las visitas
La competencia estuvo marcada por la presencia de deportista de distintos países como España, Estados Unidos, Francia, Colombia y Brasil, entre otros. Asimismo, en el público figuraban asistentes de distintas partes del globo terráqueo.
Ronaldo McLean, un escocés radicado en Canadá llegó acompañado de su hijo Alexander, y contó "que viene hace ocho años. Cuando tenía 65 participé en la competencia, ahora tengo 73, ya no compito. Mi hijo también es un muy buen ciclista y su mamá también. Es de familia", dice el deportista. Alexander McLean, el hijo pequeño aseguró que cuando sea grande quiere ser uno de los competidores, ante los ojos orgullosos de su padre.