Mil tambores
Durante el pasado fin de semana se llevó a cabo en Valparaíso el carnaval de los Mil Tambores. El evento se realiza cada año los primeros días de octubre como una expresión cultural y artística, por medio de diferentes instancias, tales como pasacalles, murales, foros y batucadas.
En términos generales, nadie podría decir que dicho carnaval no es una manifestación que intenta fortalecer el patrimonio cultural y los espacios ciudadanos de expresión artística. Yo, como joven y partidaria del desarrollo humano por medio de la realización de diferentes actividades ligadas a la cultura, el arte y la libre expresión, apoyo cualquier tipo de instancia que promueva lo anterior. Sin embargo, el problema de los Mil Tambores apunta a la sensación de inseguridad que genera la festividad en los vecinos de Valparaíso, así como también a las consecuencias negativas que deja en el ámbito del aseo y ornato en nuestra ciudad.
En mi recorrido por el plan de Valparaíso, he tenido la oportunidad de conversar con comerciantes y vecinos de diversos sectores territoriales y de diferentes realidades. La mayoría de ellos se refiere a Los Mil Tambores con gran molestia, pues se quejan que, durante el desarrollo de la festividad, observan delincuencia, personas orinando en las puertas de sus casas, y un exceso de drogas y alcohol que, a su vez, genera agresividad en las calles. Por lo tanto, la inseguridad no sólo es una percepción o simple opinión personal, sino que más bien refleja un sentimiento generalizado entre los habitantes de Valparaíso, el cual resurge cada año con la celebración de Los Mil Tambores. Esto resulta, a lo menos, preocupante, pues la seguridad ciudadana se ve amenazada por las situaciones negativas que desencadena la celebración.
María Fernanda González
Vicepresidenta Nacional Juventud UDI.