La región inmortalizó a sus nuevos Tesoros Humanos Vivos
El ministro Ernesto Ottone, en persona, celebró los elegidos de este año para que no mueran en el olvido. Lucy Briceño se cuenta entre ellos, y también la familia Madariaga de Cartagena.
Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso
El Rincón de las Guitarras se vistió de fiesta, ayer, para dar pie a que Ernesto Ottone Ramírez, ministro de Cultura, reconociera el trabajo que, durante, décadas, lleva realizando la querida Lucy Briceño, en pos de la recuperación de la cueca porteña y el cantar popular.
Un homenaje enmarcado en una propuesta de la Unesco, que fue bien recibida por el Consejo de la Cultura y las Artes, para escoger periódicamente a los Tesoros Humanos Vivos que hay en Chile. Para este año, además de Lucy, fue reconocida la familia Madariaga, de Cartagena, Isabel Pakarati, de Rapa Nui, y la Sociedad de Morenos de Arica y Parinacota.
"Con ella la cueca se engrandeció, floreció y se vistió de gala, porque la interpreta con una dignidad y prestancia envidiables. Gracias a ella, bailar cueca ya no da vergüenza, porque hizo que pasara de ser una huacha a ser una reina", comentaba Juanita Díaz, bolerista del Rincón de las Guitarras y, casi, como una hermana de Lucy.
Siempre que ella dice eso, la Juanita Díaz la corrige: No es como mi hermana, es como mi mamá y la Lucy se emociona. Como cuando el ministro Ottone la llamó, hace unos meses, y le contó que iba a ser nombrada Tesoro Humano Vivo.
"Fue increíble cuando eso pasó, la verdad es que no me lo esperaba hasta que un amigo, Rodrigo Otaíza, me avisó y después me lo confirmó el propio ministro", recordó muy contenta, mientras abrazaba a su amiga Juanita.
Con esto Lucy Briceño tendrá un bono de tres millones de pesos. Y "¿a quién no le viene mal una platita como ésa?", se preguntaba, entre risas. Además, conocerá en diciembre a la Presidenta Bachelet.
Objetivo del consejo
A juicio del ministro Ottone, acá más que aportar con 3 millones de pesos, el objetivo es "reconocer a personas y grupos que, desde sus territorios, se encargan de mantener vivas expresiones culturales significativas para sus comunidades".
En consecuencia se hizo necesario, también, realizar un seguimiento a todos estos cultores nombrados tesoros vivos, cuenta el ministro, para que no se terminen perdiendo, tal como pasaba antes.
En estos nueve años que van, desde la creación del premio, se entregaron 46 reconocimientos a lo largo y ancho del país. Entre ellos, y por primera vez en su historia, tres pertenecen a distintas comunidades culturales de nuestra V Región.
Si antes nadie se hacía cargo del seguimiento, en este tiempo el Consejo de la Cultura está trabajando en varias líneas distintas: Financiamiento de programas dentro del ministerio y el apoyo permanente a las condiciones materiales en las que viven o trabajan esos tesoros.
"La idea es que todos esos cultores, que viven y trabajan en la precariedad, obtengan recursos en temas de cultura, vivienda o algún otro. Por ejemplo, si hay algún artesano que está trabajando en su casa, con él construiremos un nuevo taller", aseguró el ministro.
La familia madariaga
"Hay un estudio muy bueno/ sacando muy bien la cuenta/ saber lo que representa nuestro guitarrón chileno/ el no puede estar ajeno del canto y la poesía/ buscando una melodía recuerdo tiempos lejanos/ a lo divino y humano su música es alegría", entonaba Arnoldo Madariaga Encina sobre el escenario del Rincón de las Guitarras, acompañado de su hijo del mismo nombre y su nieta Emma, de sólo quince años.
Por más de setenta años cultivaron sonidos y versos que, como familia, fueron aprehendiendo con la experiencia del predecesor. Madariaga Encina cuenta que, apenas nació, lo hizo con todo el conocimiento que envuelve al canto a lo poeta.
"Canto a lo divino y a lo humano", es el el arte que estos cultores se dedicaron a enseñar. Madariaga Encina es el pionero, pero tanto su hijo como su nieta, lo están sucediendo en ese objetivo.
De ahí que se entienda un premio tan relevante a una joven de quince años. Maestra de guitarron, que tocó por primera vez a los seis años, y acompañante eterna de las tertulias que, de cuando en vez, realizan su padre y abuelo.
Las raíces de esta familia se encuentran en la colonización Española y, más recientemente, en la lejanía de La Chacarilla, sector El Rosario, Cartagena. En ese lugar Madariaga Encina vive, junto con su familia, a varios kilómetros de la civilización.
Allí también tuvieron, en los noventa, dos hermosos guitarrones, cuando nadie más los tenía. Ese mismo instrumento que los acompañó, cuando fueron escogidos tesoro humano vivo.