Abuelita de 71 pide monedas en Plaza Aníbal Pinto para vivir
Recibe una pensión de 100 mil pesos mensuales, y sufre de artrosis y osteoporosis.
"Este país está malo. Es malo con los adultos mayores", dice la abuelita Fresia del Carmen López Lobos, quien a sus 71 años no tuvo otra alternativa más que salir a la calle a pedir monedas para poder vivir. Una triste y cruel realidad que viven muchos adultos mayores en nuestra sociedad.
Desde hace unos dos meses, llega todos los días a eso de las 8:30 de la mañana al sector de la Plaza Aníbal Pinto, e instala su banquito entre el Café Paseo y el Causa Nostra. Ahí se sienta a la espera de la caridad ajena hasta la tarde.
"Aquí pasa la gente. De repente recibo ayuda, y de repente no... A mí lo que más me preocupa es comprarme los remedios", dice Fresia.
Enfermedades
Es la única forma que la abuelita encontró para poder costear los gatos de la vida, más los medicamentos de dos dolorosas enfermedades que la aquejan: artrosis y osteoporosis.
Cuenta que le frustra la idea de no sentirse útil en la vida. Agrega que le gustaría trabajar para ganar más dinero y no depender de lo que le da la gente, pero el cansancio y el dolor son más fuertes.
"Tuve muchos hijos, fueron ocho. Y quedan cinco vivos. Dos de ellos viven cerca mío, en el cerro Yungay, me ayudan los más que pueden. Pero la vida tampoco ha sido fácil para ellos...", relata Fresia.
Y agrega: "Quedé viuda a fines de los años 70's. Ahí empecé a trabajar en lo que pude. Lavaba ropa ajena. Lavaba a pies pelados. Ahora no puedo trabajar porque siempre tengo los huesos de las manos y de los pies hinchados, y me duelen mucho".
Debido a esto, la abuelita debe tomar Tramadol, entre otros medicamentos que le ayuden a disminuir el dolor en sus huesos.
Mejor pensión
Por otro lado, Fresia reflexiona que si ella pudiera acceder a una mejor pensión, no tendría que salir a la calle y depender de la caridad ajena.
"Yo no sé en qué país estamos. Todo es caro para los adultos mayores como yo. No piensan que uno tiene enfermedades. Que no todos tenemos una casa propia donde morirnos. Todo hay que pagarlo caro. La comida, los remedios, todo".
Y destaca que "lo mismo cuando una tiene que atenderse en el consultorio. Porque no alcanza para más. Yo me tengo que levantar a las 5 de la mañana para que me atiendan en el Consultorio Mena, y me den las recetas de mis medicamentos. Y es arriesgado para mí, porque tengo que andar con dos muletas, sino no podría caminar. Pero así es la vida. No me queda otra".