Fabián San Martín D.
Queda muy poco para que se acabe el verano, pero en marzo aún el tiempo está agradable y quizás se entusiasme para un panorama diferente y entretenido el fin de semana. Específicamente un sábado.
En un viaje de prensa organizado por Sernatur Maule, conocimos "Tren Sabores, Vino &Espumante", uno de los programas turísticos que la empresa ferroviaria Tren Central ofrece a los visitantes, iniciativa que ejecuta mediante convenio con la viña Echeverría y el municipio de Molina, para fortalecer el enoturismo de esta localidad de la Séptima Región.
A las 09.10 horas en punto el convoy sale de uno de los andenes de la Estación Central, con más de un centenar de turistas nacionales y extranjeros, en un viaje que demora cerca de 3 horas. Apenas usted se ubica en su asiento, tiene derecho a un snack y al servicio de cafetería, donde hay líquidos calientes (té, café) y fríos (jugo, agua mineral); mientras en el ambiente se escucha a un saxofonista en vivo, además de música envasada.
El pasajero recibe de regalo un bolso colgante con el logo de la empresa, que incluye folleteria y una copa de espumante. Lo recomendable es tomar desayuno temprano, porque ya a las 10.30 horas el personal de servicio le ofrecerá el primer espumante, lo que se repetirá en un par de ocasiones más tarde con otras variedades, todas de la viña Echeverría. Además recibirá un formulario para que marque con anticipación las botellas que adquirirá al término de su visita en la viña. Hay ofertas convenientes, a precios menores que en locales del rubro, pero obviamente no es obligación comprar.
La primera y única parada es la remozada estación de Molina. El tren queda cerrado, así que puede dejar algunas pertenencias seguras hasta el viaje de regreso. Ya en la estación, el grupo folclórico "Raíces del Maule", integrado por adultos y menores, es el encargado de recibir a los visitantes con muestras de nuestro baile nacional. Allí ofrece unas palabras la alcaldesa de Molina, Priscilla Castillo, que deslumbra por su belleza y aptitudes para la cueca. "Este convenio con tren central y la viña Echeverría que da un circuito turístico, permite conocer los atractivos de la comuna y la cultura del vino. Es sólo una vez al mes, pero ha tenido gran aceptación y la idea es que sea de forma mas periódica, ojalá todos los fines de semana", afirmó la edil, que destacó los atractivos naturales de su comuna, como el parque nacional Radal Siete Tazas en la pre cordillera, que sólo durante este período estival ha recibido unas 70 mil personas.
Tras la bienvenida los pasajeros abordan un par de buses que los traslada a la viña, trayecto que dura unos 5 minutos... perfectamente se puede realizar a pie ya que la bodega se encuentra al otro lado de la línea férrea. Allí sin duda el gran protagonista es su propietario y anfitrión, el enólogo Roberto Echeverría, que trabaja junto a miembros de su familia. Es el encargado de recibir a los turistas, a quienes entrega una extensa charla sobre el trabajo que se desarrolla en la empresa, que les permite elaborar 2 millones de botellas al año, las que se exportan a 50 países del mundo. Tras comer un bocadillo y una muestra del vino de la casa, los pasajeros son divididos en cuatro grupos de colores, y en forma separada recorren con un guía las cuatro estaciones de espumantes. Conocen el sistema de recepción de la uva, la producción de vinos y espumantes con el método tradicional y charmat, para finalmente terminar con una degustación comparativa de los espumantes, donde Roberto Echeverría aconseja las formas más simples para abrir una botella, entre otros interesantes tips.
Ya cerca de las 15.00 horas el hambre se hace evidente en el rostro de los asistentes, que son invitados a uno de los jardines para compartir el almuerzo con productos típicos de la zona. De entrada una empanada de pino y de fondo carne al jugo con papas y postre de frutas, que son maridados con vinos tranquilos: chardonnay, merlot y cabernet sauvignon. Un artista local es el encargado del canto y amenizar al público. Se parece físicamente a Ricardo Meruane, y al igual que el frustrado humorista nacional, no se merece Antorcha ni menos una Gaviota por su performance. Aquí nuevamente resalta la figura del dueño, Roberto Echeverría, que con inusitado entusiasmo canta y hace participar a los comensales, entrega botellas de regalo para aquellos de cumpleaños, aniversario de matrimonio o por cualquier otra celebración. Su esfuerzo por hacer grata la estadía del visitante se agradece. Se rifan varias botellas, entre ellas el premio mayor: un tinto gigante de unos 5 litros que sólo se fabrica para Japón. Esta vez no tuvimos suerte.
Terminado el almuerzo, los visitantes retornan a un patio donde artesanos locales exhiben productos textiles, artesanía, comestibles, entre otros. La verdad pocos turistas se interesan, ya que la mayoría se va de cabeza a juegos criollos como la rayuela. Hay filas de hombres y mujeres que lanzan los tejos y que si hacen "quemadas" se llevan una botella a casa. Algunos se repiten el plato. También se lanzan argollas a envases dispuestas en fila en el suelo. Resulta muy entretenido para los turistas. Un acierto de la viña, que al final de la jornada comercializa en buena cantidad souvenirs, blancos, tintos y espumantes. Son pasadas las 17.30 horas y Roberto Echeverría despide en la puerta a los cargados afuerinos, que chispeantes salen con cajas y bolsas de productos hacia la estación. Arriba las pertenencias están intactas. Todo ha sido seguro. Ya de vuelta un par de degustaciones más, y sin duda lo que para algunos fue lo mejor del viaje en tren. En la cafetería, en el lugar en que en la mañana se entregaban vasos de café, té y jugo, ahora hay tres bellas señoritas que ofrecen espumantes a quien lo requiera. Un DJ en vivo es el encargado de poner el ritmo con canciones de moda. En pocos minutos el estrecho espacio se llena de hombres y mujeres de todas las edades, que copa en mano bailan desenfrenadamente reggaetón y música latina. Idas y venidas al bar son recurrentes, mientras en la pista chilenos ríen con unos sudorosos y alcoholizados orientales que alegremente entonan "Despacito" en español, sacando risas de los que se sacan selfies a destajo. El festivo ambiente es grato, nadie se descuadra con el alcohol ni se torna agresivo. Ni siquiera cuando las barwoman informan que las más de 30 botellas que hemos observado se agotaron. El baile sigue hasta que el tren se estaciona en uno de los andenes de Estación Central. En resumen un viaje recomendable. Pero ojo, vaya en pareja o con amigos y sin niños, porque se van a aburrir con las charlas en la viña, y van a molestar a los otros visitantes y guías. Mejor déjelos encargados en la casa, y tome harto vino y espumante tranquilo.