Un cuarto de las tomas del país están en la región de Valparaíso
La realidad de los campamentos es una constante en la zona y los números han ido aumentando con el correr de los años. En Rodelillo, un nuevo comité lucha para poder instalarse y piden comprensión de los vecinos y autoridades.
En construcciones precarias y con una cuestionable calidad de vida. Sin escrituras, pero con techo y entre cuatro paredes. Las tomas y campamentos irregulares son constantes en nuestra zona, y los números hablan por sí solos: somos la región con mayor índice de este tipo de viviendas a nivel nacional.
Hace alrededor de cuatro meses, comenzó a tomar forma un nuevo comité de viviendas en tomas. En Rodelillo, junto al polideportivo, dieciséis familias se adueñaron del espacio y levantaron sus casas.
Presidiendo el comité, Paula Palma cuenta los dramas que transcurren tras la decisión de una familia que decide asentarse en una toma. "Este fue el último recurso", cuenta la madre de 31 años, que vive junto a su pareja y cinco niños. Asegura que viven hacinados y sin agua potable, pero fue su única alternativa, pues no tienen los medios para arrendar, ni mucho menos comprar, una casa.
"Estuvimos meses recorriendo, Valparaíso, Viña, Quilpué, Villa Alemana, y en todos pedían más de $300.000 y eso no lo podemos pagar", relata Paula.
Sobre su actual casa, revela que la pudo levantar de forma bastante curiosa. La obtuvieron gracias a un trueque con un conocido de la familia. Ellos entregaron un vehículo y su amigo les dio la casa parcialmente terminada; ellos la ensamblaron, la terminaron y la reforzaron para instalarla junto al polideportivo. Tiene tres dormitorios para siete personas. Abajo duermen los adultos y arriba, los cinco niños.
El lugar tuvieron que limpiarlo y desmalezarlo, porque, al igual que incontables quebradas de Valparaíso, era casi un microbasural.
"Nos demoramos como una semana con una cuadrilla súper grande, trabajando a full, día y noche", señala. El resto de sus muebles los tuvieron que vender a muy bajo precio por dos razones: necesitaban el dinero con extrema urgencia y no les habrían cabido en su nueva casa.
"Nos quedamos con la cama, un televisor y la congeladora. Las camas de los niños las tuvo que construir mi marido", cuenta.
La mujer aclara: "Yo no sé de esto, cuando chica no pasé por esto, tuve que aprender ahora que me tocó vivir esta situación".
Tuvieron que hacer un pozo para sacar agua y usarla en el baño y regar, pero no la pueden tomar. Del mismo modo, tuvieron que colgarse de la luz.
"Para mí es algo extremo llegar a esto. De repente tuvimos que ir al baño afuera", revive.
Levantando un comité
Paula aclara que las familias fueron llegando de a una, sin mayor organización, al punto que el comité se conformó de forma espontánea.
"Cuando llegamos había un niño en la casa de arriba que se estaba recién armando, nosotros en una semana armamos lo nuestro y empezaron a llegar uno, otro y otro. Nos preguntaban y nosotros decíamos que no sabíamos en realidad si no es nuestro el terreno. 'Ve si queda algo más allá', les decíamos porque uno tampoco les puede decir que no, que se tienen que ir. Si lo necesitan, obviamente uno entiende, y al final se armó todo esto. Un día vimos que estábamos todos y dijimos 'Ya, ahora ¿qué se hace?', empezamos a averiguar, que hay que hacer un comité, nos instruimos, uno empieza a googlear qué leyes te amparan y cuáles no", explica.
Sobre la relación con los vecinos de los barrios aledaños, Paula dice que hay mucha discriminación y prejuicio.
Dice que hay acusaciones falsas para afectar su imagen, se siente segregada.
"Dicen que aquí hay tráfico, que somos cochinos, que somos delincuentes. Puras mentiras, si nosotros tuviéramos plata, si fuéramos delincuentes no estaríamos aquí, esto es pura necesidad, nunca quisimos terminar en esta situación", aclara la mujer.
¿desalojados?
Mientras conversábamos con la presidenta del comité, arribó una camioneta blanca con el logo del Serviu, de la cual bajaron dos funcionarios para entrevistarse con Paula, y entregarle una carta timbrada y certificada que le informaba que ese terreno pertenecía a Serviu y tenía que desalojar el lugar en un periodo de diez días.
"De continuar el proceso de desalojo y concretarse posterior de los 5 días de aviso, en caso de no contar con lugar de recepción los enseres serán dejados en la vía pública", se leía al final de la misiva entregada a Paula.
Catastro
La fundación Techo publicó recientemente un nuevo catastro a nivel nacional sobre la situación actual de los campamentos , y los datos sobre la región de Valparaíso fueron reveladores.
La Quinta Región sigue siendo la que concentra la mayor cantidad de tomas de terreno, con el 25,9%, vale decir un cuarto del total nacional.
En ese mismo sentido, las cifras van al alza. A nivel nacional en 2017 se registraban 159 campamentos y 10.072 familias en esas condiciones, mientras que los números de este año arrojan 188 campamentos y 11.150 familias.
Del mismo modo, Viña del Mar retiene el infame título de ser la ciudad con más campamentos, no sólo de la región sino que del país, con 98. En segundo lugar, lo sigue Valparaíso con 57.
Evolución
La directora regional de Techo, María José Gamboa, desglosa los números apuntando a varios factores sociales.
"Seguimos siendo la región con más campamentos, tenemos un cuarto a nivel nacional, y el número de familias también aumentó", indicó la directora regional de Techo.
Al consultarle por las razones detrás de este fenómeno, María José apunta a la falta de políticas públicas para subsanar la crisis habitacional de los grupos más vulnerables.
"Del porqué el aumento de estas cifras, yo creo que también pasa por un análisis más propio de cada municipio, de cada institución. En nuestro caso, vemos que no se han desarrollado proyectos de viviendas sociales o que den respuesta al déficit habitacional de las familias más vulnerables. Otro de los puntos es que tampoco contamos con mucho suelo disponible para construir viviendas sociales, que ese también es uno de los obstáculos a los que se enfrentan los municipios", manifiesta.
Sobre las condiciones en que viven las familias de las tomas, Maria José aclara que depende del tipo de campamento, apreciándose que en los más antiguos suelen haber mejores condiciones.
"Es muy variable, tenemos campamentos que llevan quince o veinte paños en el mismo lugar, como el Manuel Bustos por ejemplo, que ahora está en un proceso de urbanización, y allí hay viviendas de una muy buena calidad de construcción porque se han ido preocupando todos estos años de mejorar el lugar en el que viven, y porque se proyectaban a quedarse ahí. También hay otros campamentos que llevan dos o tres años a lo más, y las condiciones de vulnerabilidad están a la vista, los servicios básicos claramente no existen, al menos no de forma regular, aunque todos sabemos que varios están colgados, por lo tanto corren muchos riesgos", comenta.