Cinthia Matus O.
En Jerusalén, una calle mitad de tierra y mitad de pavimento, hacia el sur de Villa Alemana, los vecinos están conmocionados. Apenas perciben la presencia de la prensa se esconden detrás de sus ventanas, y los que caminan para los negocios o hacia el centro de la ciudad solicitan que no se les hagan preguntas. Tienen temor.
Un hombre que va en búsqueda de un colectivo, se acerca a La Estrella para otorgar una breve y curiosa explicación: "Lo que pasa es que antes esta calle era como bien vista por lo religioso y porque era relativamente tranquila, pero ahora se está conociendo como la cuna de una asesina y eso da susto, ¿me entiende?".
Johanna Hernández, de 32 años, imputada por el homicidio y posterior descuartizamiento de su esposo Nibaldo Villegas, vivía junto a su madre y sus hijos en una casa sencilla, con dos habitaciones. Hoy, de acuerdo al relato de un comerciante, que pidió estricta reserva de su identidad, ya no hay nadie, sólo dos perros cafés que no dejan de ladrar. Atrás de esta vivienda, que a duras penas sostiene una antena, se aprecia la ampliación que el profesor Nibaldo Villegas le estaba ayudando a construir.
Colecta Falsa
El comerciante agrega que conocía a la imputada desde niña. "Yo la ubicaba desde que iba al colegio que queda en el sector Prat. Se veía tranquila, alegre, como una joven más, con sus pinches. Después estuvo viviendo con el profesor en otra casa más abajo, como unos cinco años. De ahí no sé qué más pasó con ella", consigna.
Otra vecina, que vive en el sector hace dos años aproximadamente y también pidió que no se le identificara, comenta que Johanna comenzó a tener una movida vida sentimental en la adolescencia. "Yo no vivía acá por entonces, pero mi hermano sí y me contaba que desde los 15 años la veían con pololos... Es impactante que ella haya sido", manifiesta.
La villalemanina añade que antes de que se revelara la verdad, había visto el auto azul de Francisco Silva, de 37 años, el otro involucrado en el crimen, varias veces.
"Con mi pareja, antes de que pasara todo esto, veíamos el auto, pero no nos metíamos, vivíamos nuestro metro cuadrado. El auto azul estuvo un montón de veces acá y se instalaba en esa parte (apunta frente a la casa de Johanna)", detalla.
El comerciante, por su parte, recuerda la colecta que Johanna Hernández había hecho para buscar a Nibaldo Villegas. "Nosotros como junta de vecinos teníamos una hoja acá (en el negocio) para que la gente hiciera sus aportes, pero cuando nos enteramos de todo, se devolvió el dinero", explica.
La vecina también habla de la colecta. "Acá engañó a la gente haciendo una colecta y hasta mi hermano cayó en el juego. Era una cooperación voluntaria y todos la apoyaban, pero es impresionante el cinismo con el que habló", expresa.
Los perros son los únicos moradores de la casa. Se desconoce si alguien los alimenta, pero los vecinos se mantienen al margen. Al parecer, durante la noche alguien les dejó algo, porque en medio de unas pailas con aguas de lluvia, había comida.
"Hombre espiritual"
En el cuarto sector de Playa Ancha residía Francisco Silva, el otro involucrado en el escabroso crimen que sacudió a la región.
En la junta de vecinos, apenas se presenta La Estrella, gritan que no quieren contar nada, que ya los han visitado muchas veces y que no quieren referirse al tema. Más arriba, en donde está instalada la feria de verduras, habla una pareja de vendedores.
"Nosotros lo veíamos salir a comprar frutas. No tenía nada raro. Incluso los niños que vivían en su casa (apuntan a sus espaldas), jugaban con los hijos de nosotros. No sabemos qué pensar", dicen.
Dos vendedoras, que se presentan como Mary y Débora, con energía preguntan: "¿Se refiere al descuartizador? Porque a ese no se le puede llamar de otra manera". Las porteñas, que venden ropa usada y pañuelos, cuentan que veían a Francisco Silva a la pasada. "Lo veíamos bajar, pero nada raro... ay, qué horrible lo que hizo. El descuartizador es un desgraciado, él era de acá", afirma Débora.
"Nunca nos compró nada, pero lo ubicábamos de vista, se veía una persona normal. Pero lo que hizo no tiene perdón de Dios, tú puedes tener mucha plata pero no te llevas nada a la tumba, lo siento mucho por su mamá", dice Mary.
Las mujeres agregan que la madre del sujeto está muy mal con todo esto. Habla Mary: "Él vivía con la mamá enferma. Está enferma de los pies, tiene cáncer a los huesos y no ha salido. La pobre debe estar encerrada... es que no es para menos".
Luego, un comerciante se acerca para comentar que Francisco Silva era un hombre muy espiritual, que participaba activamente en la parroquia El Buen Pastor, ayudando a niños y adolescentes.
La parroquia durante la mañana está cerrada al público, pero una encargada confirma que Francisco Silva participaba del Encuentro de Jóvenes en el Espíritu Santo, más conocido como EJE.
En este movimiento, que acepta a jóvenes desde los 16 años, Francisco se reunía con un grupo de adolescentes para trabajar las emociones y la confianza, inspirados en el ejemplo de Cristo. Es un programa que va enfocado principalmente a los jóvenes que no están insertos en la iglesia o que se han alejado de ella por diversos motivos.
"Él participaba cuando tenía como 15 años, pero el grupo ya no existe. Yo a él no lo conozco porque yo trabajaba en la Medalla Milagrosa y me cambiaron para acá, pero ayer escuchaba (miércoles) a la gente que sí lo conoció, que son vecinos, y dijeron que el chico siempre fue como extraño, lleno de cadenas, bototos y que siempre andaba de negro. Otra señora dijo que era súper celoso y maltratador de su primera pareja", comenta.
Ayer, en la edición de La Segunda se publicó un perfil de Francisco Silva que corrobora su conducta. En el texto trasciende que antes de Johanna, el paramédico mantuvo dos relaciones sentimentales con denuncias de violencia en tribunales. La primera, con una técnico paramédico con la que estaba pagando un crédito hipotecario; y la segunda, con una profesora que agredió tirándole el pelo y golpeándola.
De espiritual, nada.