Claudia Carvajal R.

Se acercaba el día del Plebiscito y el Comando del No, junto a los partidos, debieron diseñar un sistema alternativo de conteo de votos, ante la posibilidad de que la Junta de Gobierno boicoteara la elección.

El exalcalde de Valparaíso, Hernán Pinto, recuerda que "había dos estructuras, una política propiamente tal, que representaba a los partidos y a los movimientos, ellos fijaban las líneas generales de trabajo; y había un grupo ejecutivo que lo componían los mismos partidos, pero donde estaban personas que no tenían los grados de figuración política y que eran los que hacíamos el trabajo territorial".

Pinto reconoce que eran optimistas, pero siempre cautelosos: "Estábamos convencidos de que si la elección era transparente y no había intervención por parte del Ejecutivo, el plebiscito lo íbamos a ganar. El gran problema nuestro estaba dado fundamentalmente en el cómputo y en el control de la elección".

Como en ese tiempo no había celulares y la tecnología era rudimentaria, tuvieron que idear un sistema basado principalmente en personas voluntarias. Apoderados de mesa, encargados de local y estafetas, que llevaran los resultados desde los establecimientos de votación hasta el lugar donde se recopiló la información.

Pinto recuerda que "se estableció que los resultados primero eran de carácter comunal y cada uno era autónomo. No había un sistema nacional. Se establecieron dos líneas de cómputos. Una era la línea 'N' y la otra la 'O' y se procedió a nombrar encargados de cada una de estas líneas. La primera tarea fue proponer los lugares donde se iba a realizar el trabajo. Pero ninguno de los dos encargados sabía quién era el responsable de la otra".

El exalcalde quedó como encargado de la línea de la DC y la otra era responsabilidad del PS y PPD. Arrendó una casona de tres pisos de calle Colón y ahí establecieron su propio modus operandi.

"Todo el sistema era muy rudimentario. En el primer piso de la casa había un pasillo con una sala donde llegaban los estafetas que entregaban la información en un mesón. La persona recepcionaba y anotaba el número de la mesa", recuerda.

Para darle celeridad, el recepcionista iba hacia una ventana donde colgaba un canasto de plástico. "En el segundo piso había un señor que lo subía y lo bajaba, mientras adentro iban los resultados", cuenta entre risas Pinto.

En el segundo piso, donde llegaba el canasto, había una fila permanentemente de voluntarios. Uno a uno tomaban el papel y subían al segundo piso por la escala y se lo entregaban a quien correspondiese en la sala de cómputos. "Ahí sí que no entraba nadie -enfatiza el abogado-. Inmediatamente se procesaba la información en el computador que estaba el línea directa con Santiago. La información llegaba bastante rápido a pesar del sistema artesanal, pero que tuvo una gran virtud: tenía cientos de voluntarios".

El entusiasmo era tan grande en dicha vivienda, que cuando llegaron los observadores internacionales que viajaron a ser testigos del histórico Plebiscito, se confundieron entre los voluntarios y felices llevaron los resultados de un lugar a otro.

Casi casi

Si bien durante la jornada había mucho optimismo y alegría, al llegar a abrir el local Hernán Pinto pasó un gran susto.

Durante la madrugada, brigadistas del comando contrario les rayaron un gran Sí en la fachada del edificio, lo que contravenía la norma de no hacer publicidad a tan pocas horas de los comicios. "Yo lo vi y la verdad que no le di importancia porque nosotros éramos del No", comenta Pinto.

Craso error. Durante la mañana los llegó a inspeccionar en Jefe de Zona y un juez representante de la Corte de Apelaciones. "Me dijeron 'está vulnerando la ley electoral y por lo tanto el encargado del local se debe ir detenido'. Yo les di mis argumentos, pero el marino no me escuchó", relata.

Afortunadamente el juez les dijo que iban a ir a un local que estaba cerca y regresarían en un rato a una reinspección. "No sé de dónde sacamos un tarro de pintura y sin brocha, lanzamos el líquido encima", rememora entre risas hoy Hernán Pinto.