Mujer que pesa 300 kilos vive postrada y encerrada en su casa
La viñamarina Andrea González tiene 45 años, es oxígeno dependiente y cuando debe ir a sus controles necesita del auxilio de bomberos y la ambulancia. Ella y su familia luchan por una cirugía bariátrica.
"Estoy mal, no puedo hacer lo que una mujer de mi edad puede... No quiero seguir viviendo así, no es vida". Es el dramático relato de Andrea González, viñamarina de 45 años, madre de cinco hijos y quien los últimos dos años y medio ha debido vivir postrada en su casa ubicada en la parte alta de Forestal. La causa: pesa 300 kilos y sólo ayudada por bomberos, que la sacan en una camilla de rescate, puede ser subida a la ambulancia para ir a sus controles.
Junto a su esposo y tres de sus hijas, Andrea intenta reconstruir su historia y tratar de explicar cómo de ser una mujer con sobrepeso, pero que no superaba los 100 kilos, llegó a convertirse en una persona con obesidad mórbida, triplicando su peso y alcanzando en la actualidad nada menos que los 300 kilos.
Conectada a oxígeno, la mujer hace esfuerzos por incorporarse en la cama y relatar lo que ha vivido en estos últimos años. Cuenta que comenzó con una depresión que aún padece y que desarrolló una celulitis en las piernas que comenzó a agravarse.
Lo anterior, sumado a dos enfermedades crónicas de base -hipertensión y diabetes-, ha condenado a esta mujer a un complejo y múltiple cuadro de salud difícil de abordar en lo inmediato.
Andrea recuerda que siempre tuvo sobrepeso, pero que era totalmente autovalente: se hacía cargo de sus hijos, de los quehaceres del hogar e incluso compartía responsabilidades con su esposo como cuidadores de la cancha Las Torres.
"Yo me hacía cargo de todo, me encargaba de limpiar los baños en la cancha, llevaba una vida normal, llevaba a mis hijas a la escuela (...) Ahora tengo una depresión severa... nunca me han explicado cómo fue que llegué a engordar tanto... Esto comenzó con la celulitis, no como mucho...", relata la mujer.
Controles
Desde hace dos años y medio Andrea dejó de asistir a sus controles por su incapacidad para trasladarse.
"Vienen una vez al mes a verme por la presión, pero nada más (...) Cuando salgo es cuando viene la ambulancia a buscarme con los bomberos; ahí recién veo la luz del sol. La última vez fue el 9 de octubre. Vinieron los bomberos a buscarme a la casa", detalla.
Es evidente lo mal que está Andrea, no sólo física sino que también emocionalmente. A pesar de que sus hijos ya son mayores -la menor tiene 18-, siente que es una carga enorme para su familia y su impotencia de no poder hacer nada la tiene mal.
Ayuda
"Yo siento que no me ven bien, que me tratan mal por mi gordura, no me hacen exámenes... Mi sueño es poder operarme, yo asumo los riesgos. Necesito ayuda, no puedo seguir así", señala Andrea González.
Su hija Jocelyn Vásquez, de 25 años, dice que siente rabia porque su mamá sufre todo el día y toda la noche. "Nosotros sentimos que en el hospital no hacen nada por ella. La atendieron en un pasillo, le pusieron unos biombos, pero no digamos que es una atención digna. ¿Qué tiene que pasar para que la intervengan? Nos dicen que tienen que hacerle exámenes y nada más. Ella está botando un líquido de muy mal olor. Queremos que la hospitalicen. Mi mamá se va a morir si no la atienden", comenta la joven.
Miguel Vásquez está casado con Andrea hace 27 años. Intenta compatibilizar su trabajo como cuidador de la cancha de Las Torres con el cuidado de su esposa. "Estamos muy agradecidos del apoyo de la Asociación de Fútbol y de todos los clubes que han hecho beneficios para mi señora. Yo espero lo mejor para ella, yo la veo que no duerme, que llora toda la noche. Si yo fuera médico haría lo que fuera porque ella estuviera mejor", dice.