Matías Valenzuela
La historia de Ángel Prado es bastante singular. Tiene once hijos, todos con la misma mujer, y actualmente está a cargo de ocho de ellos, pero tiene que enfrentar la difícil situación de no tener un hogar donde vivir.
Sus hijos de 15, 13, 11, 10, 9, 7, 6 y 4 años dependen de él. Ángel cuenta que, junto a su pareja, comenzaron a tener problemas económicos para poder mantener a sus once hijos; llegar a fin de mes era una verdadera odisea para ellos, así que tomaron medidas para poder cubrir sus necesidades monetarias.
"Mi señora se dedica a la venta de artículos para bebé y se fue a Europa, ella tenía contactos en Barcelona para ser comerciante allá, eso fue en marzo de 2017", cuenta Ángel. Como parte del plan, la madre se fue con dos de las hijas más pequeñas, y mensualmente mandaba dinero a Valparaíso. La idea era que, en algún momento, todos se fueran a España.
Ángel cuenta que durante cuatro meses no hubo problemas, hasta que dejó de llegar dinero y perdió todo contacto con la madre y sus dos hijas.
"El último contacto que tuve con ella fue hace como un año", detalla.
El hombre de 48 años es contador auditor y durante las tardes trabaja como ayudante en una pilastra del Mercado Cardonal, todo eso para mantener a sus hijos, pero no ha sido suficiente.
En un momento ya no fue capaz de pagar el arriendo que tenían en calle Rodríguez y quedó en la calle. Sus niños tuvieron que pernoctar en el liceo María Luisa Bombal, donde estudiaban, y algunos se quedaban en casas de compañeros de curso.
Tras algunos meses, le tendieron una mano. El Centro Paihuén, perteneciente a la ONG Paicabi, lo contactó y le ofrecieron una casa de forma temporal, en el cerro Ramaditas. Ángel aceptó la oferta y se instaló con sus hijos. El trato era que estuviera allí unos meses, pero él se quedó alrededor de un año y tuvieron que pedirle que se retirara porque la casa se iba a destinar a otro uso.
"Me dieron tres o cuatro meses para buscar otra cosa, y no pude encontrar nada, usted comprenderá que es difícil con ocho niños, y la cosa se fue alargando", comenta.
Su último día en esa casa fue el viernes pasado. Cuando lo visitamos, sus pertenencias estaban embaladas en cajas de frutas y verduras que se consiguió en el mercado.
Actualmente, sus hijos están separados. Viven en casas de amigos y compañeros que ofrecieron su ayuda, mientras buscan otra solución.
Además, Ángel tiene miedo de que le quiten a sus hijos. Dice que desde el Centro Paihuén le informaron que están obligados a denunciar la situación de sus hijos si no encuentra una vivienda donde pueda ofrecer un buen hogar para ellos (ver recuadro).
Serviu
Respecto al caso de Ángel Prado, el director de Serviu Valparaíso, Tomás Ochoa, sostuvo que "conocimos el caso de don Ángel Prado e inmediatamente nuestros equipos tomaron contacto con él a través de una dupla psicosocial (psicóloga y asistente social). Dicho equipo llegó hasta el domicilio temporal de don Ángel para levantar un informe socio-habitacional que nos permitirá evaluar una alternativa de solución a su problemática".
Ochoa agregó que "el objetivo de este servicio para todos los beneficiarios es que cada solución habitacional se acomode a sus requerimientos y/o necesidades. Cabe señalar que todas las acciones se están coordinando con las redes de apoyo de don Ángel como, por ejemplo, el establecimiento educacional de sus hijos. En los próximos días y en base al trabajo conjunto con don Ángel y sus redes, tendremos noticias positivas para él y su familia".
PAIHUÉN
La Estrella de Valparaíso consultó al Centro Paihuén para recoger su versión de la historia, pero al cierre de esta edición no emitieron comentarios referente a los señalado por Angel Prado.