Carla Olivares Rojas
Casi cuatro años han transcurrido desde que un carro lanzaaguas hirió gravemente en la cabeza al universitario Rodrigo Avilés en medio de las protestas tras la cuenta pública del 21 de mayo de 2015.
Era un año especial porque apenas una semana antes dos estudiantes habían muerto de un disparo en la plaza Victoria de Valparaíso, también en medio de movilizaciones, por lo que el contexto de violencia estaba puesto sobre la mesa.
Ayer, se dio inicio al juicio oral por el caso Avilés, donde el excarabinero Manuel Alejandro Noya, de 42 años, debió enfrentar a la justicia puesto que fue el responsable del hecho al trabajar ese día como pitonero principal y lanzar el chorro de agua que dejó a Avilés con daños neurológicos permanentes.
30 horas de trabajo
El primero en subir al estrado fue Noya, quien comenzó su relato contextualizando con los momentos previos al hecho, dado que venía trabajando durante 30 horas continuas.
El 20 de mayo su jornada partió a las 6.15 de la mañana en Santiago y desde ese momento no se detuvo hasta que ocurrieron las movilizaciones en Valparaíso, 30 horas más tarde.
"En la entrada a Pedro Montt procedí con agua lluvia, fuimos recibidos con una gran cantidad de objetos contundentes. En el lugar había una gran cantidad de gente que estaba participando directamente o indirectamente en un saqueo. Cuando llegamos nosotros, ellos trataron de arrancar hacia la vereda y hacia el otro lado. Se encontraron con el otro lanzaaguas y quedaron prácticamente encerrados, ahí yo procedí a tirar agua en abanico, moviendo el pitón de derecha a izquierda con la finalidad de que algunos encapuchados que habían fueran detenidos en el lugar, además de desplazar a la masa hacia la plaza Victoria para despejar ese lugar", relató.
El exsargento segundo asegura que el chorro iba desde la cadera hacia abajo de los manifestantes y que la posición donde quedó el carro fue entre un kiosco y un poste.
"Ahí se me formó una bruma, una neblina. Dejo de tirar agua, al momento de cortar el pedal, la motobomba se demora aproximadamente un segundo, un segundo y medio en dejar de tirar agua, no es inmediato y veo a una persona en el suelo y le grito a mi jefe de patrulla 'viejo, hay un cabro botado en el suelo, lo están pisando', vi como lo pisaban, dimos cuenta inmediatamente", relató.
Avilés, dijo el exuniformado, iba algo separado del grupo a quien él lanzaba el agua y por eso que el chorro llegó directamente a su cabeza, que su intensión nunca fue golpearlo a él ni a nadie.
Pidió disculpas
Una vez terminado el servicio, a eso de las 16.30 horas se fue a Santiago y una semana después fue dado de baja de la institución, por una presión mediática, asegura el carabinero.
"Salió en las noticias, causó conmoción, yo lo entiendo, yo le pido disculpas a su familia (...) Yo lamento mucho lo que pasó, no tendría que haber pasado, para mí fue un accidente, no hubo una intensión de golpear a Rodrigo, en todo momento yo tuve la intensión de dirigir el chorro de la cadera hacia abajo, lamentablemente Rodrigo venía despegado del grupo, él pasó más cerca del carro lanzaaguas, Si yo hubiese sido mal intencionado yo levanto el pitón y le pego en la cabeza a toda esa gente para sacarlos, Rodrigo hubiera pasado por debajo y no hubiera pasado nada. Pero yo llevaba 30 horas de trabajo continuo cuando pasó eso, Carabineros no lo quiere reconocer y yo estoy asumiendo una responsabilidad administrativa", aseguró Noya que llevaba 19 años en la institución, 14 en el carro lanzaaguas y que además ha sido instructor de nuevas generaciones.
Rodrigo Avilés
Durante la tarde fue el turno del estudiante que llegó acompañado de sus padres al Tribunal Oral en lo Penal de Valparaíso donde comentó el cambio de vida que tuvo tras el hecho.
"Este ataque significó que mi vida cambiara rotundamente. De un momento a otro fui otra persona, después de haber participado de una movilización autorizada donde Fuerzas Especiales de Carabineros intervino. Ahora soy una persona distinta, con una calidad de vida distinta", señaló.
Tras superar el riesgo vital y el coma, seis semanas después de aquel 21 de mayo, el estudiante fue dado de alta para iniciar una recuperación de manera ambulatoria y se presentó ante el tribunal dejando al descubierto la cicatriz que lo acompaña en su cabeza desde aquel día.
"No tengo recuerdo de la cantidad de operaciones a las que fui sometido. Estuve en coma inducido, puede haber muerto. Tengo secuelas médicas, como la epilepsia, que es algo que yo no tenía ni padecía. Pero ahora sí, con todas las repercusiones que tiene en una persona", aseguró.