El calvario del ingeniero limachino que estuvo 11 meses encerrado en su casa
El informático del municipio de Limache, que padece de una enfermedad crónica, fue formalizado por tráfico de drogas.
"Se investiga para detener, no se detiene para investigar". Con esas palabras, la magistrado del Juzgado de Garantía de Limache, Marcela Maureira Cáceres, ordenó de inmediato el cambio de la medida cautelar que regía desde el 24 de mayo pasado sobre Ivo Mena Serrano, el ingeniero informático de 37 años que se encontraba en arresto domiciliario total tras ser formalizado por el delito de tráfico ilícito de drogas.
Ivo Mena fue detenido hace 11 meses tras ser denunciado por un vecino por consumo de marihuana y, pese a que el profesional demostró con certificados médicos -primero a la policía y luego al tribunal- que su uso era medicinal, supervisado por un médico y debido a una enfermedad congénita, fue formalizado y dejado con la medida de arresto domiciliario total, previo pago de una fianza de 2 millones de pesos.
Su enfermedad
El año 2012, Ivo Mena fue diagnosticado con una malformación congénita en sus meniscos y desde entonces su tratamiento se basaba en fuertes drogas que, si bien le atenuaban los dolores, le generaban otros problemas, principalmente estomacales y también económicos.
Por eso, acudió a la fundación Daya y desde hace unos años cultivaba un tipo especial de marihuana desde donde extraía el aceite que usaba de manera sublingual y que fue el remedio para su enfermedad. Los dolores cesaban y los problemas estomacales se habían acabado definitivamente, pero vino lo que no se temía: su casa fue allanada y él quedó detenido.
El martes pasado, el profesional acudió al tribunal de Limache con una nueva defensa que logró revertir su arresto domiciliario, pero reconoce que no ha sido nada fácil.
"Es prácticamente un año de mi vida que lo he perdido. Los abogados que me asesoraron de manera particular nunca se movieron por la causa y nunca pidieron el cambio de medida cautelar, esto para mí era algo nuevo, desconocido, y hoy se que podría haber evitado todo con el simple hecho de no haber dejado entrar a la PDI a mi casa cuando vinieron, porque no tenían ninguna orden, pero como yo tenía todos mis respaldos médicos, mis recetas y sólo tres plantas para sacar mi aceite, pensé que no tenía nada que temer", señaló.
Todo congelado
Para Ivo Mena, su vida tiene 11 meses perdidos que nunca va a poder recuperar; sin embargo, la vida siguió y él ahora va a tener que salir a enfrentar todo lo que quedó inconcluso.
"Ha sido terrible, todo pasó en un momento muy complicado familiar por un diagnóstico médico de uno de nuestros hijos; estábamos adecuándonos para empezar desde cero, cuando vino esto. Tuve 45 minutos para juntar 2 millones de pesos para pagar una caución para no ir a la cárcel. Llego acá y empieza todo este calvario, gasté en mi defensa 3 millones de pesos, sin sueldo, sin salud y dependiendo totalmente de la caridad de la fundación Daya y de Cannabimed, desde donde venía el doctor a verme. Tuve una parálisis facial, me mandar a hacer un TAC que aún no me puedo hacer porque no tengo previsión", sostuvo.
Y agregó: "Tuve que vender el auto y empezar a sobrevivir. Por el diagnóstico de mi hijo, habíamos asumido el pago de una terapia semanal que no hemos podido cumplir. Hay cosas tan domésticas, pero que uno no las nota hasta que no le ocurren. No pagamos el colegio de mi hija todo el año, tuvimos que dejar de pagar algunas cosas y ahora tengo que salir a enfrentarlas, quedamos viviendo solo con un sueldo y llenos de deudas. Siento impotencia, rabia porque por mi enfermedad he arrastrado a toda mi familia", dijo entre lágrimas.
Situaciones tan habituales como cortarse el pelo o ir a buscar o a dejar a sus hijos al colegio se volvieron todo un problema, sus papás y hermanos lo apoyaban en esa labor muy temprano en la mañana cuando su mujer no alcanzaba por sus turnos en el trabajo y así, un sinfín de situaciones.
"Tuve que conseguir un peluquero a domicilio, mi mamá tenía que venir a buscar a mi hijo muy temprano para llevarlo al colegio que queda a una cuadra. Si de repente no había nada para comer, pasaba todo el día sin comer. Loreto llegaba de sus turnos de noche, pero no a descansar como debiera ser, llegaba para ir a comprar, ir al doctor con los niños, ir al supermercado y yo aquí encerrado viendo cómo esto pasaba frente a mis ojos y sin poder hacer nada. Hemos vendido hasta mi ropa...", indicó con desilusión.