Nicole Valverde S.
Todos los días de la semana, a primera hora, don Daniel Sartori, de 72 años, llega hasta su kiosco ubicado en el Paseo Camogli, de la Avenida Alemania. Una vez ahí, toma desayuno, y prepara sus diarios para repartirlos a sus clientes desde cerro Yungay hasta San Juan de Dios.
Pero el recorrido de don Daniel no es solitario, ya que siempre va a acompañado de "Chico" y "Mono", dos perritos callejeros que son conocidos en el sector por usar chalecos con el logo del diario La Estrella, como buenos suplementeros.
"Voy a trabajar hasta cuando mis zapatos se me hagan tira", asegura Sartori, para quien su labor es un escape para distraerse y tratar se sanar la pena que le significó la muerte de su esposa en enero de este año.
El sacrificio de este suplementero y wanderino de corazón, se debe a que desde que su esposa no está en este mundo, él se hace cargo de una sus hijas no videntes. Entonces sus jornadas en el kiosco son hasta las 14.15 horas. Luego cierra para volver a su casa en cerro La Cruz para cuidar a su hija.
Fiel compañía
"Hace 28 tengo este kiosco. Me gusta trabajar. Aquí converso con la gente y echamos la talla. El Chico y el Mono me acompañan. Mi nieta les arregló los chalecos y les puso los logos para que la gente los identifique, como siempre me acompañan para todos lados", relata el suplementero.
El problema es que durante los últimos días los perritos han estado enfermos. "El Mono comió algo como veneno, así que vecinos de aquí lo llevaron al veterinario donde le hicieron un tratamiento. Ahora está con remedios en la casa de un caballero que vive cerca en Avenida Guillermo Rivera. El otro, el Chiquitito, está con él porque son muy unidos", dice el esforzado suplementero.
"Ellos se portan bien. Yo les compro alimento y a las personas les gusta hacerles fotos", cuenta don Sartori, quien espera que los canes vuelvan pronto a acompañarlo a repartir diarios por los cerros porteños.