El panorama de los jóvenes en el país no es para nada alentador. Según la reciente encuesta nacional de juventud el 25,2% indicó haber sufrido violencia física o psicológica en su lugar de estudios. Además, el 21,1% fue víctima de acoso cibernético. La violencia se ha validado como método de resolución de conflictos, sea como matonaje o ciberacoso.

El filósofo Jorge Millas se anticipó diciendo que la violencia aparece hoy enmascarada por ideas o filosofías. Han sido los radicales de izquierda, frente al silencio cómplice del progresismo moderado, los que han amparado por años la idea de agredir y excluir a quienes no piensen como ellos en universidades o liceos. Así como Millas, el escritor Isaac Asimov agrega "la violencia es el último recurso del incompetente".

José Luis Trevia.

Los últimos hechos de violencia intrafamiliar a nivel nacional, claramente han demostrado que los agresores ya no solo aplican violencia física en contra de sus

cónyuges o convivientes e incluso sus hijos, sino que los asesinan y luego cometen suicidio, lo que de alguna manera demuestra que endurecer las penas para los delitos de violencia intrafamiliar, que ahora se pretende llevar incluso a la relación de pololeo, no resulta un medio eficaz para disuadir al agresor, para que, por temor a terminar su vida encarcelado, evite hacer daño a su familia.

Prefiere ultimar a sus seres queridos y luego quitarse la vida para huir de la sanción impuesta por la sociedad.

Parece ser que definitivamente, el crear leyes para penalizar el acoso, el hostigamiento cibernético, los piropos, etc., no contribuye a modificar la conducta de los que transigen las normas, por miedo a sufrir las consecuencias de sus actos.

El intervenir las relaciones humanas si bien es cierto también es tarea de los legisladores, debe contemplar otras miradas de estudiosos de la conducta humana, de las enfermedades mentales, de educadores y especialistas en el estudio de nuestra sociedad para establecer metas a largo plazo.

El inicio, podría ser educar a los niños pequeños en el respeto, colaboración y aceptación del otro por distinto que sea. Propiciar el diálogo de los progenitores con sus hijos en vez de la sanción punitiva, la negociación con los adolescentes en vez de la simple prohibición. Dar más espacios durante la crianza, para que niños, niñas y adolescentes aprendan a conducirse en forma autónoma e internalicen esa antigua máxima: "el odio nada engendra. Solo el amor es fecundo".

David Parga Ríos

Profesor de Estado