Ha partido un profeta
Hoy lloro sin consuelo; ha muerto José "Pepe" Aldunate, Sacerdote obrero, compañero, amigo del pueblo. Lo conocí en la Población El Montijo, vivíamos en el mismo lugar, en mediaguas de madera. El Junto a otro jesuita, Santo Ignacio "Nacho" Vergara Tagle. Allí también residían unas monjas defensoras de perseguidos y pobres pobladores del lugar.
Hombre admirable, pobre, trabajador, de oración, capaz de compartir hasta su cama para dar a quien necesitara. Con gran capacidad de escucha. Compartía muchas veces -casi a diario su almuerzo o comida- siempre había lugar en la mesa para quien llegara, sin importar quién era.
Con él estuve detenido muchas veces por luchar junto a muchos en contra de la tortura, movimiento que después bautizamos como "Sebastián Acevedo" en homenaje al padre que en Concepción se inmoló clamando por sus hijos detenidos y torturados por agentes de la Dictadura. Muchas veces compartimos prisión en comisarías, llegando a estar una semana detenidos en la unidad del centro de Santiago. Fuimos reprimidos, golpeados, apaleados, fichados, mojados, pero allí estábamos cantando y rezando. Fuimos a golpear portones de cuarteles secretos de la CNI.
En momentos muy difíciles para mi vida, acompañó a mi madre en su lecho de muerte, producto del cáncer y la preparó para santa muerte. Nos ayudó económicamente. Viajaba desde Santiago a Quillota para estar cerca de su lecho de muerte. Mi hermana Viviana lo adoraba y en esta hora debe llorar su partida. Guarda fotos de Pepe Aldunate junto a mis sobrinos cuando eran pequeños.
Juntos recorrimos caminos tratando de saber la verdad en torno al paradero del Sacerdote Antonio Llido, Detenido Desaparecido. Hicimos muchas gestiones buscando saber la verdad y siempre Pepe el más optimista.
Fuimos detenidos una mañana en calle Almirante Barroso, por cocinar tallarines en una olla común, junto a un lienzo que decía "Por el Derecho a Comer". De vuelta de la unidad policial debimos cargar por el centro la olla con los restos de tallarines con salsa.
Ha muerto un hombre santo, no un santo hombre. Nunca dejó de llamarme "Carlitos". En su oficina pequeña de la Biblioteca Bellarmino bebí la sabiduría de este hombre que predicaba con el testimonio de su vida. Muchas tarde las compartí ayudando a repartir "Policarpo" boletín profético que denunciaba y anunciaba.
Ha muerto un amigo y compañero. Me inclino y rindo homenaje a este sacerdote Jesuita que tanto bien hizo a los pobres y perseguidos. El mejor homenaje sin duda es que el pueblo al que amó tanto lo despida con las consignas que este pueblo reserva a los suyos.
En esta hora de dolor y lágrimas imploro al buen Dios que lo tenga junto a sí gozando del reino que él, con fe proclamó.
¡Adiós Pepe!
Hasta Siempre Compañero.
Carlos Ernesto Sánchez