El doctor alemán Herbert Otto ha impactado a las mujeres del mundo. Tras realizar un completo estudio sobre detalles de la vida sexual, anunció que el orgasmo mamario, es decir, el clímax que las mujeres pueden producir sólo estimulando los pechos, es una realidad.

Hasta hace un tiempo, según la biblia del sexo, el Informe Kinsey, el orgasmo que se podía obtener mediante el frotamiento estratégico de los pechos era un privilegio. Sólo el 1% de las mujeres podía llegar al punto final con esta técnica. Otto varió los conceptos.

Investigó arduamente una cantidad industrial de mamas. Hurgó en los senos de quinientas mujeres. Y llegó a la conclusión de que el privilegio del que habló el Informe Kinsey era mucho menos exclusivo. A juicio del doctor Otto, un 29% de las mujeres pueden obtener su respectivo orgasmo mamario.

El orgasmo mamario, en todo caso, no implica una acción bruta. Destacan los expertos que es uno de los orgasmos más sutiles que existen. El frote de los pechos debe ser suave, paulatino, casi poético. Este momento requiere de mucha paciencia.

Las maniobras deben ser circulares. La yema de los dedos giran alrededor del pezón una y otra vez. Poco a poco, según aumente el placer, la maniobra se intensifica. Se procede a succionar lentamente. A tirar el pezón con cautela. La excitación, en este punto, va en aumento.

Las mujeres en general tienen dificultades para llegar a este tipo de orgasmos. Según el doctor Otto todavía, en el género femenino, hay poca cultura mamaria.

Pero, afirma, es un mundo desconocido que puede otorgar muchísima felicidad. Es una mina de oro. O, deberíamos decir, cada mujer porta dos minas de oro en su cuerpo. Es tiempo de frotar. Es el momento del otro orgasmo. El que ocurre debajo del sostén.

El impacto es mayor: los estudiosos aseguran que los hombres también tienen sensibilidad en los pechos. Pero que puedan llegar a un momento de éxtasis es casi imposible. De modo que lo mejor es asumir que ellas ponen los pezones y ellos ponen los masajes. Así todos felices.

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