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El regreso de los "turistas indeseados" al estero de Viña

Son jóvenes que llegan para pasar la temporada sólo bebiendo cerveza. El resto de los mendigos no los quieren.
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Bajo los puentes de Viña del Mar y a lo largo de todo el estero Marga Marga, viven muchas personas que, sumidas en vicios como el alcohol y las drogas, intentan subsistir día a día.

Sin embargo, todos estos habitantes, que en apariencia son muy similares, se dividen en dos grandes grupos: los que residen en el sector todo el año y, los llamados "turistas indeseados", que corresponden a jóvenes que llegan a la zona sólo para pasar la temporada primavera - verano.

Los primeros, por lo general son personas adultas y de la tercera edad, que no les agrada mucho la llegada de los "turistas". Esto, porque según explican, "no trabajan para ganarse la plata" y las limosnas que reciben, las utilizan sólo para beber cervezas y vino.

Recorrido

Durante la mañana de ayer, La Estrella hizo un recorrido por todo el estero, para conversar con estas personas y para que contaran cómo y por qué viven en estas condiciones. El panorama resultó desalentador.

A las 10.15 horas, bajo el puente Villanelo, un grupo conformado por 12 jóvenes, beben cervezas sentados alrededor de una bolsa negra, llena de latas vacías. A unos metros de ellos, hay dos carpas azules y varios perros que buscan algo qué comer.

Al parecer, ninguno de ellos está sobrio, ya que cuando se paran, se tambalean y se ríen por reír. Por esta razón, también fue imposible iniciar algún tipo de diálogos con ellos.

Según los cuidadores de autos de este sector, este gran grupo, llegó hace 15 días. "Son puros jóvenes de San Felipe, Quillota, Los Andes y Santiago. Beben y ben y vuelven a beber y los sábados, domingos y lunes, hacen asados. Sus carretes que parten como las siete de la mañana, pero son organizados: mientras unos buscan y aplastan las latas de cerveza, el resto va con bidones a buscar agua o a "machetear" (pedir plata) para comprar la carne y el copete. Están bien hedionditos esos sí, pero son pacíficos... se quedan todo el verano", señalaron los trabajadores.

Algunas de los transeúntes que pasan por el puente Villanelo, se quedan mirando al grupo, preguntándose quiénes son y por qué beben tanto.

Sin oportunidades

Avanzando un poco más por el estero, se pueden observar otros pequeños grupos de personas, viviendo en carpas o bajo cartones y nylon. La mayoría de ellos, son recolectores de desechos, que luego van a vender para obtener dinero para comer... y también para beber.

"Los cabros siempre llegan como a esta fecha, pero son diferentes, porque ellos sólo piden plata y nosotros trabajamos", manifestaron unos hombres del puente Quinta.

A la altura de 6 Oriente con 1 Norte, yace otro gran grupo, que lleva años residiendo en esa arteria. Son las 11 de la mañana y algunos aún están durmiendo. Una mujer de pelo crespo hasta los hombros, invita amablemente a tomar asiento en un roñoso sillón de cuero.

"Estos somos nosotros. Personas que no tuvieron una oportunidad afuera y que sus familias no quieren, porque hicimos cosas malas. La verdad, es que nos gustaría salir de esto, pero nadie nos da la oportunidad, hay desconfianza", comenta la mujer, que prefirió no dar su nombre.

Germán, un hombre que se dedica a vender parches curitas, también cuenta la realidad que le toca vivir junto a sus amigos.

"Yo vengo a ver a mis amigos aquí, porque pese a que estamos en estas condiciones, eso nunca va a cambiar. Somos como una familia, pero tampoco es que estemos felices. Pasamos frío, hambre y aunque de repente nos vienen a visitar y nos prometen cosas, pero son puras promesas", lamenta el vendedor.

Muerte rondando

Algunos llevan alrededor de cinco años viviendo en el estero y hasta han dormido con la muerte. Un señor que viste un sombrero, recuerda una triste experiencia.

"Una vez, yo estaba durmiendo con mi mejor amigo, porque aquí, por el frío, todos nos acurrucamos y en un momento, yo le dije "córrete pa" allá, compadre, me estás quitando espacio", pero no me respondía. Le repetí como tres veces lo mismo, pensé que estaba muy ebrio, pero luego cuando me levanté para moverlo yo, me di cuenta que estaba muerto", recuerda con pena.

La mujer, escuchando este relato, también recuerda lo que le pasó con otro amigo cercano. "Aquí uno vive el día a día, con el miedo de que explotaremos o moriremos por cualquier cosa. Yo tenía un gran amigo, el "Lauchita", no éramos pareja, pero dormíamos juntos y el invierno del año pasado llovió tanto, que se mojó todo. La cosa es que él no quiso secar sus cosas y dormía así no más y le dio tuberculosis. Lo llevamos a la posta y se murió... nadie nos avisó y fue triste", reveló.

Para Navidad, estas personas esperan estar todos juntos y pedir buenos deseos para el próximo año. Por ahora, se conforman con lo que obtienen de sus esporádicos trabajos como limpiaparabrisas, vendedores de parche curitas y vitaminas.

Ayer, antes de irse a trabajar, comieron un pescado que prepararon a la plancha.

Un hombre que trabaja haciendo el aseo en un supermercado y que por temor a perder el empleo pidió reserva de identidad, señaló que él también vivió con los mendigos de 6 Oriente. "Viví harto tiempo con ellos, hasta que con mi señora tuvimos casa. Pero nunca me olvido... anoche después de la pega me lancé y como se hizo tarde, me vine con ella a dormir con ellos aquí. Los quiero, son mi familia", confesó el hombre. Los mendigos piden una oportunidad, que ojalá por esta crónica los ayuden y no los saquen, porque sólo están tratando de sobrevivir en una sociedad hostil.

Carrete