Cuando el amor de un chileno y peruana no lo separa ni la frontera
Historias de parejas de ambas nacionalidades que, por cosas del destino, se enamoraron y armaron una vida juntos. Hoy, analizan la relación de ambos países y en especial el conflicto en la Corte Internacional de La Haya, que se decide el próximo lunes.
Tal vez William Shakespeare nunca imaginó que la historia que escribiría, narrando las desventuras de dos enamorados cuyas familias se odiaban a muerte, se haría realidad tantas veces, con otros nombres, otras caras y en un tiempo diferente.
Son muchos Romeos y muchas Julietas. Aunque no siempre el odio entre las familias es tal. En algunas oportunidades, se trata simplemente de culturas diferentes. Marina, Alfredo, Mauricio y Rosa Elena bien saben de esto. Aprendieron a conocer y querer la Patria del otro, por medio del amor que tienen por sus parejas y las familias que han creado.
Alfredo Guerrero no suelta en ningún momento la mano de su esposa, Exaltación Esquieros. O "Marina", como él le dice. Es una historia que les fascina a ambos. Por eso se atropellan al contarla, se hacen bromas, y en general, lucen totalmente enamorados.
FLECHAZO
Su historia parece sacada del mejor guión romántico. En el año 70, Alfredo iba muy seguido a Tacna por razones laborales. Para él era algo común pasearse por la Caplina, feria que al día de hoy sigue siendo parada obligada de los ariqueños que cruzan la frontera.
El sentimiento fue como disparado por un cañón. Un flechazo de esos con los que los románticos sueñan. "Pasó al lado mío. Se quedó mirándome y se devolvió a decirme que mi hija era bonita", cuenta Marina.
En ese entonces Marina era madre soltera. Su padre no estaba contento con este hecho, pero la niña ya tenía dos años, y se convirtió rápidamente en su regalona y la adoración de la familia. Cosa distinta pasó con Alfredo, que llegó incluso a dormir en el auto de la madre de Marina, pues su ingreso estaba prohibido.
El tiempo pasó. Se casaron, llegaron los hijos, vivieron nueve años en armonía. Y Alfredo fue injustamente acusado de espionaje en Lima. Su esposa, nacida en Cusco, no lo podía creer. Durante 10 meses Alfredo estuvo preso. Dice que nunca lo maltrataron, y que hoy no guarda rencor alguno. Las fronteras se borran cuando los une toda una vida en común, dice el ariqueño.
Como una forma de recordar lo que pasó en el penal, escribió un libro:"Prisionero del Tawantinsuyu". "Yo tuve un trato mucho mejor que cualquier peruano, por eso conté lo que sucedió. Cuando contaba la historia, la gente no lo podía creer y me miraba con incredulidad; por eso me animé a escribir lo que viví", relata.
"El abuelo de la Marina era brasileño, se casó con una boliviana y se fueron a vivir a Perú. Ahí yo conocí a la Marina, y se casó con un chileno", cuenta Alfredo. El círculo se cerró cuando su hijo se fue a vivir a Brasil. El nieto del matrimonio chileno es brasileño. "Mi hijo es el chileno más peruano de Sao Paulo", dice con orgullo la señora de Alfredo. Una familia innegablemente multicultural.
Y para mantener esas raíces tan ricas en orígenes, no dudan en celebrar ninguna fiesta. Sea 28 de julio (día de la independencia del Perú) o 18 de septiembre, es momento de celebrar. Y con los hijos, la dualidad de naciones se dio de forma natural. Son chilenos y también peruanos. Al fin y al cabo, la cueca y la marinera se bailan de a dos.
COSAS DE FÚTBOL
Josefina, a sus pocos años, sabe de dualidad. Nació en Lima, pero es tan peruana como chilena. Rosa Gamarra, limeña de ojos sonrientes y su marido, Mauricio Vega, un chileno de hablar sereno, se casaron hace 8 años. Hacen bromas, se ríen y entre tanto, Josefina revolotea. Y en unas semanas más nacerá Begoña, su hermanita.
Entre numerosas mascotas, una hija traviesa y la otra que está por nacer, reina la armonía. Poco tiene que ver con las fronteras, pues los papás lograron mantener las raíces de ambos, y resolver con gracia asuntos que, en otro contexto, podrían requerir de un cuidado especial
"El tema del fútbol es fácil. Siempre que estemos acá en la casa. Y en todo caso, la cancha no es tan pareja", explica, medio en broma y medio en serio Mauricio, refiriéndose a los clásicos entre Chile y Perú. "Pero el mundial del 78 es un tema delicado, porque en la casa en Lima es algo no resuelto".
"Pero si mi papá tiene tres antenas para no perderse ningún partido. Yo grito y sufro con los partidos, pero es eso, nada más", comenta Rosa. Entre los dos, han desarrollado un sistema para que las diferencias de cultura sean un puente en lugar de un muro.
"En Perú ven las cosas de forma diferente. Acá en Chile te preguntan por el clima. En Perú la pregunta es ¿qué comiste? ¿Qué te prepararon? La comida es algo vital. No es que en Chile no importe, pero si comes todos los días lo mismo no pasa nada", reflexiona Mauricio. Aunque, claro, confiesa que no es un reto acostumbrarse a ese estilo.
"Cuando llegué, lo primero que me llamó la atención es la formalidad de los chilenos. Son muy compuestos, por ejemplo, para las visitas. En Perú uno llega, simplemente. Siempre que sea a una hora prudente, claro".
Aunque no todos los temas se tratan con la misma ligereza. Nada de desfiles. Esa es la consigna en la casa. Y tampoco darle más vueltas a lo que ocurrió durante el conflicto entre ambos países. "Es un tema complejo. Por un asunto de respeto, simplemente lo evitamos. En Lima y acá no es algo que tratemos", señala Mauricio.
Ambos están muy conscientes que la historia que se cuenta en uno y otro lado no es la misma. "En Lima es doloroso. La gente mayor cuenta historias sobre sus abuelos, y da la impresión de que todo fue más cruel de lo escrito en los libros. Por eso es mejor ser cuidadosos", asegura Rosa.
Pero saben que, al tiempo, las preguntas serán inevitables. "Las niñas van a crecer, sin duda, y querrán saber que pasó. Entonces será el momento de que sepan ambas versiones, y así puedan tener la propia", asegura Rosa Elena.
Sobre La Haya, todos coinciden que es un tema que no debe enlodar las relaciones bilaterales. "Sea cual sea el fallo, debe primar la integración", dice Rosa.
Alfredo Guerrero va más allá. Dice que Chile debe dar gestos de hermandad; y uno de ellos debe ser la devolución del Huáscar a Perú. "Chile puede hacer algo que lo engrandecería, que es devolver el Huáscar, que debió ser devuelto 20 años después de la guerra. Eso haría que los dos países se amen como yo amo a Chile y Perú", reflexiona.
Ricardo Rojas y Bernarda Gamarra saben de "relaciones internacionales". Se conocieron en el Terminal Internacional de Arica, desde donde salen a diario miles de personas rumbo a Tacna.
Con el paso de las semanas, comenzaron un romance que terminó al año en matrimonio. Hoy viven en una pequeña casa al norte de Arica, donde ya tienen dos hijos. Como ellos, son decenas las parejas que viven a ambos lados de la frontera, donde el amor fue más fuerte y junto a un ariqueño con una tacneña, o una chilena con una peruana. Algo que ni la diplomacia puede separar.
Parejas binacionales