A un año del gran incendio de Rodelillo
El pasado 14 de febrero fue una jornada infernal en Valparaíso: 284 viviendas ardieron y cientos de personas quedaron con lo puesto. Algunos ya están de pie, otros aún esperan por su casa.
Hoy, 14 de febrero, muchas familias de Valparaíso no celebrarán el Día del Amor, pues este día se cumple un año desde el gran incendio que consumió más de 200 casas en los sectores de Rodelillo y Los Placeres.
Sólo hace falta caminar por el lugar afectado y hablar con los vecinos para darse cuenta de que los recuerdos de esa infernal jornada siguen vivos en los recuerdos de estos porteños.
Claudia Jiménez cuenta que ese día, el 14-F, debió enfrentar, por segunda vez en su vida, la pérdida de su casa debido a un incendio. "Yo cuatro meses antes ya lo había presentido, incluso le había preguntado a mi marido qué hacer si pasaba... Entonces, cuando me avisan del incendio, yo lo primero que hice fue ir a ver de dónde venía y recordé lo que había pensado y supe que se iba a quemar todo", cuenta.
Gracias a su intuición, Claudia pudo actuar rápido y alcanzó a llenar la mochila de su hijo con remedios, ya que él es asmático. También pudo salvar algunos muebles, una televisión y un computador. Lo único que lamenta es no haber podido rescatar a su gata y a sus pájaros, que desaparecieron junto con la casa. "Es difícil pensar lo que tuvieron que pasar esas criaturas que no se podían ni defender", se lamenta hoy, doce meses después de la tragedia.
Luego de perder su hogar, Claudia debió vivir por más de tres meses en una carpa, junto a su esposo y su hijo de 9 años. "Mi marido habilitó rápidamente una taza de baño, pero así a la ligera, para poder pasar los días. Ducha no teníamos, había una manguera con la que nos bañábamos. Yo un día llegué a tanta rabia que me bañé desnuda sin pensar en nada, ya que se te pierde totalmente el pudor", reconoce.
Además, Claudia tuvo diversos problemas con el Serviu y la municipalidad ya que, por ser allegada en el terreno de sus padres, no pudo optar a ninguna solución habitacional. "Nosotros tuvimos que levantarnos solos de esta tragedia, por segunda vez. Nos discriminaron porque habíamos ahorrado para comprar un departamento", asegura.
Tras un año, esta mujer no hace un balance positivo: reconoce que ha recibido ayuda, pero sólo de gente anónima, y recalca la importancia de que las autoridades hubieran entregado apoyo sicológico a los vecinos del sector. "Yo estoy con depresión, que no me la he tratado. En estas fechas estoy muy llorona porque me acuerdo de mis cosas, de los recuerdos de mis hijos... Además ahora sentimos humo o bombas y creemos que hay incendio, estamos todos traumados", asegura Claudia.
en ruinas
Además de perder su casa, María Quiroz perdió en el incendio su principal fuente de trabajo, un local de comida rápida. "Todo lo que pasó ese día fue muy horrible, ya que perdimos absolutamente todo, sólo pudimos sacar a nuestro perro", recuerda hoy.
Tras el incendio, Katherine Venegas, hija de María, se instaló a vivir en las ruinas de su antigua casa. "Me fui para allá para comenzar con la construcción de la casa nueva, además que todos los días nos venían a pedir papeles", recuerda.
Sin embargo, María y su familia sacan cuentas alegres, pues pese a todo lo que tuvieron que afrontar, actualmente tienen un techo donde vivir. "Nosotros fuimos una de las primeras familias en recibir nuestra casa propia y aunque hay detalles que nunca se arreglaron, es mejor que no tener nada", señala.
Las dos familias aseguran que, tras esta tragedia, salió lo peor de muchas personas, tanto de vecinos como de funcionarios que entregaron ayuda, quienes se aprovecharon de esta situación para robar desde alimentos hasta ropa.
"Lo único que se salvó del incendio fue una parrilla, la que se robaron el mismo día. Después nos llegaron unas planchas de lata para que empezáramos a construir y también se las llevaron. Por lo mismo preferimos venirnos para acá", asegura Katherine, quien asegura que la situación además generó una desunión entre la población que hasta el día de hoy no se soluciona del todo.
Claudia Jiménez coincide con este pensamiento, pues, según recuerda, muchas cosas que llegaron al albergue donde estaba refugiada la gente jamás fueron entregadas. "Aquí era la del más vivo... Las personas que trabajaron en el complejo, que era donde se recolectaba la ayuda, fueron unas ladronas, yo se los he dicho cara a cara, aquí hubo mucho robo", asegura.
En construcción
Pero no todos han podido pararse de nuevo. Don Patricio Molteda aún no ha podido culminar los trabajos de su nueva casa. Mientras esto ocurre, el hombre continúa viviendo en una improvisada choza, que puso en el mismo sitio de la casa que se le quemó: prefiere estar ahí para que no se roben los materiales.
"Estoy acá viviendo desde que empezaron a construir para así cuidar los materiales. Lo único malo es que se nos está acabando la plata para seguir construyendo", reconoce don Patricio, quien señala que está contento de finalmente tener un hogar donde vivir, pero reconoce que la entrega de soluciones ha sido lenta.
"Se han demorado harto en hacer los arreglos, pero hay que decir que nos han ayudado harto", confiesa.
"Ahora sentimos humo o una bomba cerca y creemos que hay incendio, estamos todos traumados". Claudia Jiménez, vecina de Rodelillo.
Algo que inquieta a los vecinos del sector es que consideran que, a un año de la tragedia, no hay respuesta de las empresas RVC y Esval, a quienes apunta como responsables: la primera, pues en sus faenas se originó la chispa que provocó el incendio, y la segunda, porque afirman que no hubo agua en los grifos para combatir las llamas.
"Estamos a un año de la tragedia y aún no hay ninguna respuesta. Deberían ponerse la mano en el corazón y ayudarnos", señala Katherine Venegas, vecina.
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