Tras tantos años de excesos y con casi setenta primaveras, Rod Stewart entendió que, para seguir vigente en el mundo de la música, no era necesario rockear todo el tiempo sobre el escenario. Que podía armar un show más reposado, con un puñado de buenos músicos, con muchos detalles y momentos especiales. El resultado, a juzgar por lo vivido anoche en la Quinta Vergara, es éxito seguro.
A las 22.15 horas en punto apareció en escena el cantante británico. Acompañado por una banda donde destacaban las mujeres, partió su entrega con "This old heart of mine". Los asistentes a la Quinta Vergara lo miraban maravillados, a pesar de que los problemas de sonido eran evidentes y se mantuvieron hasta la cuarta canción.
Luego vinieron "Having a party", "Some guys" y "Tonight , the night gonna be alright". Con ésta última el público se emocionó y cantó feliz. Y por fin instrumentos y voces se oían ecualizados.
Con sus canciones Rod Stewart logró que muchos autores clásicos estuvieran presentes en el escenario festivalero. Van Morrison, Cat Stevens, Creedence Clearwater Revival y hasta Tina Turner tuvieron su momento destacado en el concierto del británico, que hoy funciona más como un elegante crooner, más que como un alocado rockero.
Uno de los momentos más emotivos de su show vino cuando apareció en escena su hija Ruby quien primero interpretó a solas "Just one more day", de Otis Redding. Lo suyo fue toda una sorpresa, porque además de ser una bella modelo, demostró tener una gran voz. Luego apoyó a su padre en el ya clásico "Forever young", tema que fue interrumpido para dar pie a un largo interludio que fue ocupado por el cantante para cambiar su vestuario.
Hacia el final vino el momento esperado por los fanáticos: Rod Stewart lanzó un importante número de pelotas al ritmo de "Hot legs". Y en uno de los lanzamientos le dio justo a un foco ubicado al frente del escenario.
Punto aparte fue la intervención de una de las coristas, quien se mandó un notable homenaje a Tina Turner interpretando "Proud Mary".