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Abuelito que vive en auto hace llorar a vecinos de Ramaditas

No tienen recursos para darle un hogar, pero como pueden lo alimentan.
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Hace unas semanas, en los alrededores de la Iglesia Andacollo del cerro Ramaditas, en Valparaíso, apareció un anciano medio perdido, que se puso a golpear la puerta de todos los vecinos del sector intentando dar con algún familiar.

Los porteños que lo vieron, consternados, se dieron cuenta que se trataba de una persona en situación de calle, que padecía Alzheimer, pero que entre sus recuerdos, tiene la impresión de que alguna vez vivió en ese sector.

Rosa Tunaca, una de las vecinas que lo atendió, se conmovió de su situación y se puso a preguntar si alguien lo conocía de alguna parte. Sólo los más antiguos lo recordaban un poco, pero tampoco con precisión.

"Me dio pena porque andaba solo, desorientado, asustado... como buscando su casa. Al parecer él cuando era más joven vivió acá, pero ahora no hay ningún pariente suyo por aquí y estamos preocupados porque han pasado tres semanas y lo va a pillar el invierno", indica Tunaca.

ABANDONADO

El hombre se llama Osvaldo Ayala y tiene 74 años. No obstante, hasta ahora nadie se ha podido hacer cargo de él.

"A un vecino que tenía un auto abandonado afuera de su casa, le pedimos que si lo podía prestar para que el caballero se quedara a alojar ahí, ya que ninguno de nosotros tiene un espacio para tenerlo. El pobre no recuerda casi nada, pero sí su nombre y Rut", manifiesta la señora Rosa.

Por lo anterior, los vecinos se han visto muy afectados, porque se sienten impotentes al no poder ayudarle más.

"Personalmente, llamé a una ambulancia del consultorio Reina Isabel, pero me atendió una mujer que me dijo que no podían enviar una a no ser que fuera riesgo vital. Yo me enojé y le dije que si acaso tenían que ver a una persona agonizando para reaccionar y me dijo que sí. Realmente estamos muy dolidos, porque es un ser humano que necesita ayuda urgente", apunta Tunaca.

Actualmente, Osvaldo Ayala sigue viviendo en el vehículo ubicado en la calle Cantú, pasando la noche ahí, sin los servicios básicos. "Nosotros en la medida que podemos, siempre le estamos dando comida porque realmente nos da pena. Le consulté a un sicólogo para que lo viera y me dijo que lo llevara para bañarlo y cambiarle ropa, porque no se ha cambiado en tres semanas, pero que no hay espacio y entonces de nuevo tendría que volver aquí y eso me daría un cargo de consciencia tremendo", apunta la porteña.

El viejito espera encontrar a un familiar que se haga cargo o alguna entidad benéfica que lo ayude, porque hasta el momento, sólo cuenta con los vecinos de buen corazón del cerro Ramaditas.