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Un día con los héroes de los cerros

Desde hace una semana, suben por miles a los barrios siniestrados para colaborar con los vecinos. Otros clasifican y ordenan las donaciones en los lugares de acopio. No piden nada a cambio: la labor anónima de los voluntarios ha sido el lado inspirador de la tragedia.
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Sin duda que nadie ha quedado indiferente ante esta masa de jóvenes y no tan jóvenes que hoy deambulan por nuestro Valparaíso armados con palas, picotas, rastrillos y mochilas. Como pocas veces, he tenido la posibilidad de escribir en primera persona una gesta que habla de un espíritu que, a esta altura, ya tiene el sello de los chilenos.

Tal como una gesta heroica, de esas que se cuentan en los libros de historia, donde los pobladores llegaban de distintos puntos para defender al reino, ahora nos toca ver cómo, desde distintos puntos de la región y el país, llegan voluntarios para ayudar a los más de 12 mil damnificados del incendio más voraz que nuestros ojos han visto en los últimos años.

Una de las frases que me marcó mi día como voluntario fue la pronunciada por la hermana de la Congregación el Huerto, Basilisa Colman, paraguaya de nacimiento, quien afirmó: "Ustedes los chilenos son muy especiales, cosas como éstas en mí país serían distintas. De verdad es una fuerza única la de ustedes".

A diferencia de la mayoría de las actividades de nuestra vida cotidiana, no sé si para bien o para mal, lo que menos escuché durante las jornadas de ayuda fueron órdenes. En las afueras del Fortín Prat, dos jóvenes le preguntaban a un militar: "¿Necesitan ayuda acá?". Y el guardia le sonrió para decirles: "Pasen, adelante, muchachos".

Manos a la obra

Durante un par de días, miré con atención dónde se centralizaría el trabajo de los voluntarios; en algún momento pensé que algún organismo de Gobierno iba a reunir cuadrillas y el apoyo se iba a prestar de una forma ordenada. Sin embargo, mis amigos y conocidos me confirmaron un cuadro que ya me imaginaba.

"Viejito, acá no pasa nada, hay universidades y otra gente que está dando credenciales y armando buses, pero yo llevo subiendo por las mías todos estos días. Es lamentable, a veces llegamos a cerros donde no somos útiles, pero acá estamos, luchando. Hoy vamos por el Merced", me cuenta Pepe, un estudiante de la Universidad Católica de Valparaíso.

La sensación es la misma: a todos les gustaría tener más información e instrucciones, pero sólo llegando a los cerros uno puede palpar la real magnitud de la situación.

"Yo creo que acá no faltan ni sobran manos, pero si alguien orientara mejor esta cosa sería más ordenada. Al final, en algunos cerros llega mucha gente y otros, como El Litre, se queda sin apoyo", agrega un amigo de Pepe, al cual ni siquiera le alcanzo a preguntar el nombre antes de que parta.

Al final me decidí a subir al cerro Las Cañas. Si bien hay micros que están llevando gratis a los voluntarios, en la misma plaza O"Higgins amigos porteños prestan sus camionetas y camiones para llevar a los chicos que puedan entrar en los vehículos

Finalmente, con un grupo subimos a pie, previo paso por el retén para vacunarnos. Vamos ingresando en el campo de batalla.

Seamos honestos: muchos no habíamos caminado nunca por estas calles y cerros, y otros, al no estar sus nombres incluidos en la canción "La Joya del Pacífico", sencillamente los omitían.

Ahí me doy cuenta de cómo funciona el tema: hay vecinos que están cuidando sus terrenos y son ellos los que parten muy temprano en la mañana las tareas de limpieza. Uno llega simplemente con las ganas de ayudar y poco a poco entra en cadenas humanas o se centra en un sector para ir sacando latas o escombros, que deben quedar en los caminos para que los saquen los camiones.

Por suerte ese día apareció la vaguada costera y no sufrimos con el sol, pero acá somos muchos y poco a poco se corre la voz de que falta gente en el cerro La Merced. En la tarde, nos contarían que en El Litre falta mucha ayuda.

Sin descanso

Da lo mismo si eres de universidad o colegio, da igual si tu educación es privada o pública, "todos somos uno", me dice Yetsemín, una estudiante de la UPLA. Cuando voy bajando, me encuentro con Ignacio. Él con sus compañeros de universidad están desde el domingo ayudando e incluso tuvieron que ser evacuados.

"El domingo fuimos al Ramaditas, llenamos unos termos de café y fuimos a acompañar a los vecinos que estaban cuidando lo que les había quedado. Ahí nos pilló un rebrote y Carabineros nos pidió que saliéramos", relata este estudiante de Ingeniería Comercial.

Como estuvieron desde el primer día ellos, se han preocupado de los vecinos que están cuidando sus terrenos. "En los albergues, de una u otra manera la gente está atendida, hay gente durmiendo en carpas y por eso también nos pusimos de acuerdo y estamos preparando hasta unas colaciones que después de las vamos a dejar a los vecinos mientras nos sumamos a los trabajos", dice.

En este mismo grupo, me puse a hablar con Eduardo, él viene desde Santiago y no lo pensó dos veces. No tiene amigos acá, pero vino con un grupo de tres de sus compadres y están pasando las noches en un albergue improvisado que no revelan. "Compadre, no la pensamos dos veces, da lo mismo dónde dormir, pero si se puede hacer un sacrificio, se hace... No sé hasta cuándo vamos a estar, pero hay que darle no más", afirma.

Historias como éstas son muchas, claro que la mayoría tiene la preocupación de lo que va a pasar en los próximos días. "Acá hay hartas manos aportando porque no hay clases en las universidades, pero acá el tema fuerte va a venir después, cuando haya que actuar en la reconstrucción. Por ahora las ganas de los voluntarios puede más que cualquier planificación", comenta.

En esa bajada nos interrumpe la señora Gladys, una jubilada que saca unos dulces de manjar que reparte entre el grupo. "Mis niños, si yo fuera joven como ustedes estaría con la pala allá arriba. Acá les dejo un dulcecito para que estén con fuerza", son sus palabras. Cada uno va a descansar a otro lado, en la tarde hay que decidir y averiguar a dónde se puede ir.

solidaridad para todos

Cuando vas bajando, con tierra y cansancio, ves que por el lado tuyo no paran de subir los que van a tomar una especie de "segundo turno". En la vuelta paso a ver a otro grupo a los centros de acopio. En el Fortín Prat, tal como en el VTP, hay muchas colaboraciones y faltan manos para seleccionar y dividir las cooperaciones, que en los próximos días y semanas deben ser distribuidas en las familias que lo perdieron todo.

Acá llegó un colegio. La tarea es distinta, pero no menos tediosa; por lo mismo, unos alumnos de Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez instalaron amplificación para tener el ánimo arriba. María José Molina viene desde La Calera y junto a una voluntaria de Villa Alemana montaron un improvisado casino para voluntarios.

Con jugo de sobre, unas manzanas donadas por el mercado, pan de las panaderías y otros aportes de privados, ellas tiene comida para quienes tiene como tarea ordenar tanta donación. "La verdad yo llegué a ayudar y me di cuenta de que los chicos se iban a la hora de almuerzo y no volvían. Así era difícil dejar todo separado y seleccionado. Ahora con las colaciones los chicos siguen de largo y estamos logrando mantener el orden", cuenta.

María Pía está con un delantal blanco y con guantes. Ella es parte de este Grupo de Bienestar de Voluntarios: "La dieta la armamos con lo que tenemos, por ejemplo, hoy tenemos paltas, mañana puede ser paté o mantequilla, aparte la gente del mercado se ha portado un siete con la fruta y nos alcanza para tener bien atendidos a los chiquillos", agrega.

Al final, todo nace por la voluntad y la iniciativa de cada uno. Emocionado, uno de los funcionarios municipales que está en el recinto me dice que "estos cabros se pasan, no se hacen problema por nada y acá seguimos cada día recibiendo más donaciones que esperamos dejar listas para el proceso de entrega".

Así como hay un grupo que está firme con los pies en los cerros, en el VTP incluso hay un turno nocturno para la clasificación de donaciones.

No sé si lo que cuento es parte de lo que todos los voluntarios están viviendo, pero esto es parte de lo que pude vivir en un día de trabajo. Cómo todos me gustaría que el día tuviera más horas, porque aunque hay avance, queda mucho por hacer.

Me quedo con el orgullo y fuerza de los voluntarios que, sin pedir nada a cambio, viajan kilómetros solo para ayudar a los vecinos afectados. Quizás si se administrara mejor la mano de obra, todo sería más fácil...

"Acá hay hartas manos aportando porque no hay clases en las universidades, pero acá el tema fuerte va a venir después, cuando haya que actuar en la reconstrucción". Eduardo, voluntario santiaguino.

"Estos cabros se pasan, no se hacen problema por nada y acá seguimos cada día recibiendo más donaciones que esperamos dejar listas para el proceso de entrega". María Pía, voluntaria.