Apología al Parque Cultural
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Cada 15 días tengo la costumbre de pasear con mi hija por el Parque Cultural de Valparaíso (antigua ex cárcel). Los dos amamos este lugar, que es la única área verde que existe en los cerros de la ciudad. Todo funciona a la perfección, todo está limpio, sin basura, sin perros callejeros. Cuando la tengo que mudar, se me ofrece una pieza especial e incluso los guardias me traen una bolsa plástica para su pañal. Parece que este edificio no perteneciera a Valparaíso, sino que a una ciudad europea. Hasta el aire que se respira es diferente. Es como un oasis cultural.
Con la pequeña hemos visto muchas exposiciones. Algunas las entendemos, otras no, pero siempre hay algo interesante en sus salas.
Uno de los mayores placeres de la pequeña es tomar agua desde los bebederos de chorrito. Explota de risa cuando el hilo de agua sube y se estrella con su carita.
En síntesis, soy feliz en el Parque Cultural y pude ver el documental de Tevo Díaz, al distorsionado fotógrafo Witkin y otras joyas estéticas y artísticas.
Ahora me ha llegado al correo una carta de un grupo que quiere 'cambiar las cosas' dentro del Parque. En la carta señalan que 'nos bancamos el sistema de guardias y de control'. Sinceramente no lo podía creer. ¿Cómo es posible que reclamen porque hay guardias que me ayudan con la mudanza de mi hija? ¿O quieren que todo este lleno de basura, con piñen en las veredas, con rayados de groserías y locos tomándose una garrafa de 'chocoron' en medio del pasto?
Tengo una amiga que a este grupo, que quiere cambios en el Parque Cultural, lo denomina 'los de las narices rojas', ya que siempre que hacen un evento cultural aparecen payasos, mimos y unos locos en zancos. Y listo.
Creo sinceramente que falta más gestión en este hermoso centro cultural. Me gustaría más teatro santiaguino y regional, más ciclos de cine, lanzamientos de libros y otras actividades artísticas. Nada más, nada menos.
Me da tristeza pensar en el futuro de este edificio, que caiga en manos equívocas y que ya no pueda ir más con mi hija, disfrutar de su pasto siempre limpio, de sus ascensores que funcionan, de sus bebederos donde sale agua y de la amabilidad de sus guardias.
Más que tristeza, me da miedo, mucho miedo.