El ángel de la guarda de los artistas porteños
Fotos: manuel lema o.
Rosa Guerra siempre había escuchado las canciones de Jorge Farías, pero no tenía la suerte de conocerlo en persona. Hasta que un día fue a ver al Circo Timoteo, en el Fortín Prat, donde cantó el 'Ruiseñor de los cerros porteños'. De ahí en adelante lo siguió por los bares y restorantes donde cantaba. Se hicieron amigos, tan cercanos que ella fue la única que lo acompañó hasta el día de su muerte, el 21 de abril del 2007.
Y cuando 'don Jorge', como ella le dice cuando lo recuerda, necesitó ayuda económica, ahí estuvo haciendo gestiones en la intendencia y organizando eventos solidarios.
También ha realizado shows a beneficio de los cuequeros Lucy Briceño y Luis 'Flaco' Morales, ambos de la ya mítica agrupación La Isla de la Fantasía. Hasta artistas de Viña del Mar la han buscado para que los ayude en forma solidaria, algo que ella siempre está dispuesta a hacer.
Vecina del cerro El Litre, Rosa Guerra está casada y tiene cuatro hijos. Hoy se dedica a atender el kiosco de diarios que tiene en avenida Francia con Victoria, el que heredó de su mamá. 'Me crié acá, desde chica que me traía a trabajar y después me quedé yo con él', cuenta.
Pero también tuvo un oficio poco común, que ejercía ahí mismo, pero que dejó hace diez años: 'Yo antes le tomaba el punto a las medias, seguí la tradición de mi mamá, pero dejé de hacerlo hace como diez años, porque la vista y la paciencia ya no me acompañan. Pero hay medias que todavía se puede arreglar, especialmente esas caras, que son terapéuticas', afirma.
El gusto por la música lo comparte con su marido, Juan Sepúlveda, quien es peluquero. 'A él le encanta el folclor y yo siempre lo acompañé. Pertenecimos a un club de cueca y ahí nos empezamos a involucrar en los eventos. Participábamos activamente, nos metíamos en la cocina a apoyar. Y así nos empezamos a involucrar con los artistas y nos empezaron a pedir ayuda cuando alguno estaba enfermo', recuerda.
Ese interés por ayudar partió cuando Rosa era joven: 'Tenía un vecino que estaba enfermo, entonces yo hacía colectas por el barrio. Incluso en una oportunidad, cuando se murió una vecina, conseguí dinero para su funeral. Yo tenía 14 años y reuní mucha plata. No sé por qué siempre he tenido buena llegada con la gente y siempre me cooperan. Me gusta unir a las personas'.
Dice que primero se le ocurrió hacer correr listas entre los amigos. 'Yo les decía 'pongamos diez lucas cada uno' y así apoyábamos a quien lo necesitara. Recuerdo que al primer artista que apoyamos fue a don Carlos (no recuerda el apellido), el presidente de un club de cueca', rememora.
De ahí no ha parado, hasta ahora, que ya se siente un poco cansada. Ella y su esposo han debido enfrentar duras enfermedades, entonces las energías no son las de antes.
Al principio eran listas y rifas. Pero la familia Sepúlveda-Guerra no tardó en organizar eventos más grandes, los que hacen en el Hogar Gráfico, ubicado en calle Canciani y Valparaíso.
El último lo hicieron el pasado 6 de abril, ocasión en que reunieron un millón de pesos para el 'Flaco' Morales, de La Isla de la Fantasía, quien está muy enfermo. 'Con eso podrá relajarse unos tres meses, le alcanza para vivir y comprar los remedios que necesita', destaca Rosa.
'Siempre he dicho que entre trabajar para veinte o para cien, mejor hacerlo para cien. La pega es una sola y la hacemos bien. Yo creo que ya hemos hecho como veinte shows solidarios. Los hacemos cada dos años y hemos tenido tan buena aceptación que siempre está lleno', cuenta con orgullo.
En esos beneficios participa toda la familia de Rosa Guerra. Ella y su marido se dedican a las ventas y sus cuatro hijos, más las pololas y esposas, se dedican a garzonear. 'Ellos se involucran harto en lo que hacemos, también les gusta ayudar', reconoce.
Pero sin duda la misión más grande e importante que ha realizado esta solidaria mujer es apoyar incondicionalmente a su amigo Jorge 'Negro' Farías, el más famoso bolerista porteño, quien alguna vez conoció el éxito, pero falleció en la pobreza y la soledad. 'Yo lo admiraba mucho, lo escuchaba cantar pero no lo conocía. Siempre que nos íbamos de vacaciones lo escuchaba en el auto. Mis hijos se sabían todas las canciones. Hasta que hace como veinte años lo fui a ver al Fortín Prat y me di cuenta que lo empujaron, ya estaba mal por el trago', relata.
De ahí empezó a acercarse a él, a conversarle de cualquier cosa, a persuadirlo para que no tomara tanto. En esa época sus hijos participaban en un grupo de cuecas y organizaban platos únicos. 'Yo lo tenía como cartita bajo la manga. En los afiches yo ponía 'invitado especial Jorge Farías' y se llenaba. Él atraía mucho público. Entonces yo empezaba una semana antes y le pedía que no tomara para que la gente lo viera bonito, le mandaba a lavar los trajes. Él llegaba como yo se lo pedía. Siempre cumplía', recuerda.
Con el tiempo, la voz de Jorge Farías se empezó a apagar. Se le veía cansado. El año 2007, él almorzaba todos los días en el restorán 'El Molinón' y en la tarde se acercaba al kiosco de Rosa, a pasar la tarde. 'Le gustaba venir para acá, porque la gente lo reconocía y lo saludaba', dice.
Farías siempre se negó a ir al médico. Hasta que un día no fue a almorzar al local de calle Freire y tampoco llegó a Francia con Victoria. 'Se me perdió como tres días. Llamé a 'El Molinón' y también al 'Liberty', pero no sabían nada de él', recuerda. Rosa se asustó y lo buscó en los hospitales. Hasta que lo encontró internado en el Eduardo Pereira: 'No me reconoció. Estaba muy desorientado todavía. Ahí la visitadora social me dijo que alguien debía hacerse cargo de él y le dije que yo podía'.
Todos los días, a las ocho de la mañana, Rosa iba a visitar a su amigo, antes de abrir el kiosco. También se preocupó de buscarle un lugar donde vivir una vez que saliera del hospital. Acudió a la intendencia y le consiguió una vivienda social, la que don Jorge nunca conoció, porque falleció. Nunca salió del Eduardo Pereira.
Esta porteña supo que no había vuelta atrás un día que lo vio vomitar sangre y el doctor le dijo que no había esperanzas. 'Cuando me dijo yo me vine llorando todo el camino', señala.
Y hasta que llegó el día en que el 'Negro' partió. Fue la madrugada del viernes 21 de abril. Rosa, otra vez, se encargó de todo. Ya había conseguido que la funeraria Cubillos se hiciera cargo del féretro y se lo llevó a la iglesia La Matriz en el Puerto, el barrio de toda la vida de Jorge Farías.
Antes del velorio ya había recorrido bares y radios avisando de su fallecimiento. Entonces ese fin de semana todos llegaron hasta la parroquia. Y el domingo 23, día del funeral, cinco mil personas acompañaron al legendario cantante, quiera fuera el primero en grabar el himno porteño 'La joya del Pacífico'.
'Cuando fue la celebración de la declaración del título de Patrimonio de la Humanidad, el alcalde Aldo Cornejo invitó a Lucho Barrios a cantar. Yo recuerdo que fui a La Estrella y también a la radio Carnaval a pelear por don Jorge, porque él se merecía estar ahí', relata esta kiosquera.
Tras la muerte del intérprete, Rosa no descansó. Gracias al homenaje que le hicieron en la intendencia, consiguió el dinero necesario para que le hicieran una estatua, la que hoy acompaña a todos los 'parroquianos' de la plaza Echaurren.
Cuando los artistas amigos se enteraron de que Rosa y su marido estaban enfermos, de inmediato se acercaron al kiosco a ofrecer toda su ayuda. Era el momento de devolverles la mano. Pero ella no aceptó: 'A mí me cubría todo el Auge, entonces me parecía un abuso hacer algo. Además que el kiosco nunca cerró porque mis hijos lo trabajaron'.
Ella piensa que el Estado y las autoridades locales debieran preocuparse de los artistas porteños, especialmente por la contribución que han hecho a la bohemia porteña, la misma que le ha dado fama internacional a Valparaíso.
-El gobierno debiera hacer algo. Ellos tienen pensiones de esas básicas solidarias, pero es muy poco para ellos y cuando están enfermos se gasta mucho. Yo siento que nosotros ya cumplimos, mi marido esté enfermo del corazón... Creo que otras personas debieran tomar la posta.J