Superultraebrio
Un amigo, seco para las computadoras, se consiguió la media pega en Santiago, en una de las mayores empresas de internet que existen en el mundo. Su jefe es gringo y mi brother lo invitó a pasar un fin de semana en Valparaíso, 'para que conozca otras ciudades de Chile, diferentes a Santiago'.
Aterrizaron en mi casa tipín 20.30 y para celebrar la llegada del extranjero, que no hablaba ni una pizca de español, destapamos una botella de champaña y enfilamos hacia el Moneda de Oro, donde el garzón Alonso nos tenía una mesa reservada. Me pedí un ron Havana y el gringo me imitó. Le expliqué que tomaríamos ron cubano, prohibido por el bloqueo en Estados Unidos. Se puso feliz y nos tomamos dos vasos gigantescos cada uno. Mi amigo se comió una reineta y el gringo un pernil con puré picante. A mi el copete me había causado anorexia y decidí sólo dedicarme al trago (mala elección). Le pregunte al forastero si le gustaba el country o el rock, y su cabeza se agitó al ritmo de los sonidos duros. Me dije: 'en el Ele Bar toca Ocho Bolas, que mejor imagen de Valparaíso nocturno que llevarlo a este reducto rockero'. No me acuerdo muy bien cómo llegamos al local. Mi nombre estaba en una lista y apenas pude pronunciarlo. Ahí me di cuenta que ya estaba borracho, y quedaba la mitad de la noche todavía. Creo, porque no tengo la certeza mental de lo que estoy escribiendo, de que tomamos cerveza. El grupo Ocho Bolas salió al escenario y me lancé al ruedo del baile tribal llamado slam. Me caía al suelo como tres veces y quedé con heridas en mis rodillas (que me las vi como a los dos días después). Al parecer el gringo la estaba pasando de lujo, pero yo no recuerdo. Al final comimos completos en un carrito callejero y llegamos a mi casa.
Estuve como dos o tres días con la depresión post alcohólica. Juré no tomar más, me comprometí a bajar las dosis de alcohol, pero ahora me estoy preparando para ir a ver Emociones Clandestinas en el Máscara. Por favor, que el Diablo, y todos sus súbditos, me protejan.