Secciones

La vida al interior de la Aldea SOS de Quilpué

E-mail Compartir

Fue fundada en Austria el 1949, tras la Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de hacerse cargo de cientos de niños que quedaron huérfanos luego de que el conflicto les arrebatara a sus familias.

Hermann Gmeiner, soldado ruso y huérfano de madre, fue quien puso esta idea en práctica, tras convivir con muchos niños huérfanos. Partió con un poco de dinero y hoy, 65 años después, el organismo tiene sedes en todo el mundo. Se trata de las Aldeas Infantiles SOS, presentes en 134 países, con al menos 60 mil niños distribuidos en las diferentes aldeas.

Es una organización no gubernamental que acoge a miles de niños y niñas que han sufrido una situación de maltrato o vulneración de sus derechos y que, por esos motivos, no pueden recibir el cuidado de sus padres.

Actualmente existen 14 Aldeas Infantiles SOS entre Arica y Chiloé, donde se protege y cuida a más de 900 niños y niñas. El 65% de los menores que ingresa lo hace por situaciones de abandono y negligencia. En el 67% de este universo, las edades fluctúan entre los 7 y 15 años y el trabajo está enfocado en ofrecer a los niños y niñas la reparación física, sicológica y afectiva que necesitan.

En nuestro país, la primera aldea se inauguró el 23 de junio de 1965. En diciembre de 1983 se abrieron las puertas que tiene la institución en el sector de El Retiro, en la comuna de Quilpué, en lo que anteriormente era 'El jardín de los niños', un hogar de menores.

Aunque en su mejor época tuvo las 16 casas funcionando a full con 170 niños, hoy apenas acoge a 87 niños en sólo 12 casas.

'Antiguamente existía una demanda espontánea, es decir, cualquier persona podía venir y traer a un niño, pero ahora es todo por demanda del tribunal de familia. Recibimos niños desde los 5 a los 18 años, sin embargo, acá tenemos a 'niños' más grandes. La diferencia de este centro con otros es que no truncamos la estadía acá por el hecho de cumplir la mayoría de edad , sino que hasta que ellos salgan con el cartón en la mano', señala Julio González, director Aldea SOS de Quilpué.

Debido a las políticas de estado, los niños debieran estar en una aldea entre tres y seis meses, pero es un tiempo insuficiente para solucionar la problemática que los llevó a ser derivados a un hogar.

En ese tiempo, dice el director, es imposible superar una problemática de padres drogadictos o que sufren de alcoholismo.

'Lo ideal es que hoy en día los niños no estén más de dos años en un hogar de menores, sin embargo, tenemos niños con una alta permanencia donde no existe la alternativa de familia biológica, ni de familia extendida, ni de ningún referente significativo de ellos. Su familia somos nosotros', indica.

Aunque el espíritu de la Aldeas Infantiles SOS era recibir a niños huérfanos, hoy en día prácticamente ningún niño es huérfano. Sus padres, en algunos casos, los visitan en la aldea, aunque también hay quienes los abandonan.

'El trabajo de nosotros no sólo radica en los niños, sino que también trabajar en las familias biológicas para poder insertarlos en una mejor forma al ente familiar. Los niños llegan aquí mal, en todos los casos se debe hacer una reparación porque llegan muy shockeados, demasiado, ya que a nadie le gusta que lo saquen de su familia biológica o de su referente afectivo en que cualquiera se encuentra, sea la relación que sea', indica Julio González.

Para esa reparación es que se trabaja con tres sicólogos y tres asistentes sociales, quienes primero se enfocan en el niño y luego se hace el nexo entre el referente familiar o afectivo del niño.

'En el fondo de su corazón, los niños siempre quieren volver desde donde los han desarraigado, a pesar de que acá viven una vida normal y donde nosotros tratamos de darles un ambiente familiar. Por eso que la composición de la aldea son casas familiares a cargo de una madre y donde propiciamos no apartar a los hermanos biológicos. Por ejemplo, acá tenemos una casa donde hay siete hermanos biológicos', señala.

Julio González explica que, debido a circunstancias económicas, las Aldeas SOS van a la baja y que podría llegar el momento en que varias casas se cierren.

'La rebaja de cobertura es una tendencia a nivel internacional, porque toda la ayuda económica que recibimos de Europa se está derivando a África. El 70% lo recibimos desde Europa, el Estado aporta entre el 27% y el 30% restante, pero no se entiende que nosotros prestamos un servicio a la comunidad y no es mucho el apoyo que recibimos; de aquí al 2020 nosotros tenemos que sustentarnos económicamente en un 100%', se lamenta el director.

La diferencia de una aldea y de los centros del Sename se basa en el sistema de vida familiar maternal, en donde cada cabaña está a cargo de una madre, ayudada por una tía. Cada madre tiene una vida de absoluta independencia en cada casa en el cuidado de los niños, siempre apoyados por el staff profesional multidisciplinario.

Las Aldeas SOS son centros abiertos donde los niños salen a estudiar, a comprar, a cumpleaños y donde las fugas no son una problemática.

El mayor problema que tienen los centros es la posibilidad de contratar a las mamás, que tienen un sueldo que no es alto y que tienen que permanecer en el centro bajo el sistema de internación.

'En Quilpué tenemos mamás de 18 años de permanencia en promedio y no es problema, ellas ya se quedaron, pero no en todos los centros es igual', dice el director.

Isabel Adonis es una de las mamás que vive hace casi 26 años al interior de la aldea. Su vida, su familia y todo lo que ha forjado está ahí, junto a los niños que hoy se han transformado en sus hijos.

'Yo vi el aviso en el diario y mandé mi currículum. Yo estudié auxiliar de párvulos y trabajé con las monjas del Buen Pastor, además que yo me crié con ellas en la Aldea María Reina de Santiago. Yo no tengo familia, ni hermanos, ni nada, tenía papá y mamá y se murieron no hace mucho, pero yo no tenía ninguna relación con ellos. Yo me crié en hogares igual que los chiquillos', relata la mujer.

Isabel es feliz con su vida; para ella, vivir en la Aldea tan acompañada es una bendición. 'Nunca he tenido nada y tampoco nunca he tenido necesidad de nada. Sin tener casa ni familia, lo tengo todo, tengo una tremenda familia en la aldea y muchos amigos', señala.

Por su casa han pasado tres generaciones de niños con quienes hoy mantienen contacto religiosamente: no la olvidan y ella tampoco los olvida y ahora hasta un 'nieto' tiene.

Al poco tiempo de llegar recibió a Daniela, una pequeña de dos meses que hoy tiene 21 años y que sigue en la aldea. Ella estudia ingeniería agrícola y si bien es la única que aún está con ella físicamente, Isabel Adonis tiene contacto con todos sus 'hijos'. Ahora una de las niñas que vive en su casa tiene un pequeño hijito que es su adoración.

'Los niños que ya se han ido me vienen a ver y a veces se quedan a dormir en la casa, porque ellos crecieron sabiendo que ésta es su casa. Cuando se van no ha sido tan terrible el desapego, porque yo pienso que todos los hijos se tienen que ir algún día y si los veo bien, los sigo viendo, no es terrible. Yo creo que lo triste va a ser separarme de la Dani, porque ella llegó a los dos meses a esta casa, hoy tiene 21 años y sigue viviendo conmigo, pero también la he dejado que se desenvuelva y haga su vida. La vida es así y, como se dice, los hijos son prestados', señala.

El día parte a las 06.00 de la mañana y la idea es que a las 21.00 horas esté la casa en silencio. Algunos niños van al colegio en la mañana y los que van en la jornada de la tarde la ayudan con los quehaceres de la casa.

Almuerzan todos juntos en familia, hacen tareas, estudian y viven como cualquier otra familia.

'Hasta ahora no ha habido nada que me haya marcado, de las cosas malas uno siempre aprende; lo más complicado fue cuando una de las niñas quedó embarazada y pensé que la iban a llevar a un hogar de mamás adolescentes, pero no, la familia se mantuvo y el niño se unió a nosotros, pero yo creo que ahora viene lo difícil: cumplí los 60 años y tengo que jubilar. Se me hace complicado porque no fui precavida, no junté plata, no me compré casa y no los quiero dejar, estamos postulando a programas de la vivienda y no ha sido fácil. Alguna de las niñas mayores que saque casa y entre todos nos ayudamos... Vamos a tener que aprender a vivir afuera de esta burbuja. Tendremos que aprender a cerrar bien las llaves, a apagar las luces y a prescindir de algunas comodidades. Será difícil, pero saldremos adelante', dice con confianza.

Cabe destacar que la aldea de Quilpué tiene egresos que son todo un orgullo. 'Tenemos profesionales repartidos en todo el país y hasta en el extranjero, tenemos varios casos emblemáticos; hay un médico, tenemos un químico farmacéutico trabajando en el ISP, tenemos a un ingeniero civil industrial trabajando en la minera La Escondida... También hemos tenido niños que no se han recuperado, pero son los mínimos', dice Julio González. J