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El misterioso oficio de fabricar relojes de palo

fotos: alvaro camacho

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APedro Alvarado Montoya la palabra 'casualidad' le vino como anillo al dedo. Este quilpueíno de 48 años, un buen día y 'sin querer queriendo' halló por donde iba la cosa y así su vida dio un vuelco inesperado: hoy es uno de los pocos artesanos de relojes en el país.

Fue hace unos cinco años cuando este diseñador tomó vacaciones obligadas.

'Hacía clases de taller en unas universidades de Santiago. Estaba trabajando full time en una universidad y me echaron. Estaba haciendo un magister en Historia del Arte y ahí empiezo a colapsar por todos lados. Me dio una especie de estrés, sin pega, estudiando y pagando el magister. Fui al médico porque no dormía y el médico me dijo que debía congelar el magister y que me dedicara a hacer algo que me guste por un rato y que de ahí retome. Obviamente le hice caso, terminé todo lo que hacía y en algún momento de descanso llegó a mis manos por parte de mi padre una caja de zapatos con un engranaje y me di cuenta que era un reloj. No se me pasó nunca por la cabeza que podría haber relojes de madera con engranajes de madera. Me pareció una locura. Aproveché mis vacaciones obligadas y medicinales y lo reparé. Después quise hacer uno propio y no he parado hasta ahora', relató el artesano.

El reloj era de una amiga de su padre y tardó varios meses en hacerlo funcionar, pero una vez que terminó se dio cuenta cuál era su pasión y a lo que se dedicaría en adelante. Fue ahí cuando el taller ubicado detrás de su propiedad, en calle Condell Norte de la Ciudad del Sol, se convirtió en su segundo hogar.

Tardó entre tres y seis meses en confeccionar una pieza, dado que cada una de las partes son esculpidas por el propio artesano. Él es quien diseña, pule y talla cada una de las partes de estos rompecabezas donde cada movimiento debe hacerse con paciencia y precisión.

'No es que haga relojes todos los días, hay meses donde me dedico casi completamente, pero otros meses no. También los reparo y hago mantenciones porque los relojes de madera son muy raros también y cuando fallan no hay quien los arregle porque los relojeros se ofenden. Ven que alguien llega con un objeto de palo y dicen que no son carpinteros, que son relojeros y a su vez los carpinteros qué diablos hacen con un reloj… es un arte raro', dijo.

Aunque Pedro Alvarado ha luchado por uniformarse y hacer piezas iguales, nunca ha podido confeccionar un elemento igual a otro y siempre hace los relojes con las características que identifique a sus dueños.

'El último que hice, en vez de tener destacados el doce, el tres, el seis y el nueve; tenía destacados el dos y el diez que eran importantes para la persona. Era un regalo de un novio a su novia, ella le habló de estas cosas muy entusiasmada y él le encargó uno para ella. El me contó cosas y lo hicimos. Casi no puedo reproducir, trato de hacer reproducciones, pero no puedo trabajar como fábrica, trabajo como escultor', afirmó.

Contrachapado marino es la madera que usa para sus relojes, pero no es algo al azar, después de mucho estudiar los tipos de madera, se enteró que esta era la más idónea para desarrollar su arte. 'Hay varios motivos. Hay un fenómeno que se produce con la madera que se llama hidroscopía, es decir: si hoy corto un círculo para hacer un engranaje, en marzo, ya no será un círculo y será un óvalo porque absorbe humedad en invierno y se hincha la madera y en verano se suelta, eso en relojería es una barbarie, no puede haber diferencias de ningún tipo. El contrachapado marino es mecánicamente estable, tiene vetas atravesadas que están pegadas con un adhesivo que es para embarcaciones y que aguanta la humedad', explicó.

Los ejes que son de acero los manda a tornear, pero el resto lo hace él, cada engranaje, cada dientecito y cada detalle minucioso es hecho a mano.

Otro de los elementos que usa para desarrollar este arte son piedras que dan el peso a la cuerda, pero no se trata de cualquier elemento, son piedras que el propio diseñador recoge desde la playa en Laguna Verde.

Aunque parezca raro, dice que cada vez es más complicado encontrar piedras, en un principio iba a Concón, pero 'desaparecieron'. Pedro hace de ese momento un paseo familiar de esparcimiento, lleva a sus perras que disfrutan en la playa mientras él recoge las piedras.

'No tienen nada especial, pero yo me preocupo que sean suaves, las medidas y el peso. Las elijo planas para que no topen con el péndulo y busco algo que a mi me guste. Cada una de las piezas es un trabajo y, si bien yo no hago las piedras, las elijo', afirmó.

Ahora, no cualquiera está capacitado para tener una de estas piezas. Son delicadas, irremplazables y no es como todo hoy que se desechan a la mínima falla. Se trata de relojes de cuidado que requieren una forma de tomar especial, una forma de limpiar de cuidado y que necesitan mantención.

Por eso es que los clientes de este artesano son personas de un perfil del tipo académico y cultural. 'Mis clientes son profesores universitarios, ingenieros de la Santa María o de la Católica. No cualquiera se gasta cerca de un millón de pesos en un objeto que es inútil, una persona se puede gastar cuatro millones en un reloj, pero si se llama Rolex que te da prestigio social, pero con este reloj no ganas nada de prestigio social por eso que el cliente es un personaje particular que está lejos de esas cosas, que tiene un enamoramiento por el objeto, por la mecánica…, él lo entiende como un objeto cultural y no para quebrarse', aseguró.

A Pedro Alvarado Montoya se le puede ubicar a través de su página web http://tiempoymadera.wix.com/tiempoymadera o al mail tiempoymadera@gmail.com. J