ALidia Fuentes, la porteña que humillaron en un bus interurbano por ser gordita, le escribieron 400 cartas de amor. Fue hace diez años, cuando se dedicó una tarde entera a consolar a una amiga que descubrió una terrible infidelidad. Ahí, en medio de las lágrimas, se acordó que en un diario había salido un aviso para conocer el amor y tuvo una idea.

- Amiga, mira, podrías enviar una cartita a este concurso que sale aquí y escribir cómo te gustaría que fuera tu nuevo amor. No pierdes nada con intentar y tienes que dar vuelta la página- le sugirió Lidia a su compañera.

- Ay, no, me da vergüenza- respondió la afectada, sorprendida.

Pero como Lidia Fuentes es una mujer decidida, su querida amiga no se dio ni cuenta cuando ambas estaban en la entrada del diario con dos cartas en sus manos. 'Venimos a dejar estas cartas para buscar varones buenos que nos respeten y amen', declaró Lidia, apenas le abrieron la puerta. Los dos hombres que las recibieron se rieron y señalaron que les encantaría estar disponibles para ellas, pero que como estaban casados... no podían. No obstante, recibieron sus cartas y al otro día salieron publicadas en el periódico.

Lidia escribió: 'Rellenita. Dama de 33 años, alegre y hogareña, desea conocer varones que gusten de mujeres gordis y cariñosas Escribir a Eva'.

Días después, tras comprar varios artículos de aseo para vender en una calle de Puente Alto, Santiago, se encontró con otra amiga que trabajaba en Correos de Chile y que le dijo que había 400 cartas esperándole en su casilla. 'Chuta, sólo tengo tres mil pesos porque me acabo de gastar casi toda la plata en artículos de aseo... ya sabes que soy comerciante', lamentó Lidia, mostrando las bolsas que andaba cargando. 'Ah, pero no te preocupes, que con ese monto igual puedes retirar algunas', le aseguró su amiga ejecutiva, sonriendo.

Lidia como que no se lo tomó muy en serio, pero miró los tres mil pesos, separó la plata del pasaje y partió rumbo al correo.

'Sólo pude retirar 19 cartas porque no me alcanzó la plata. A mi amiga le llegaron 60 y a mí como 400 porque ella puso demasiados requisitos. No lo podía creer... pero como sólo pude conseguir 19, al llegar a la casa las agarré todas y las tiré hacia el techo en el nombre del Señor Jesucristo porque yo soy muy creyente y devota del Papa y agarré una', explica Lidia, ahora sentada en el living de su casa morada. La carta que atajó era muy sencilla. 'En su interior había un papel que era un poco más grande que un boleto de micro y que sólo decía Ricardo y su número de teléfono. Y yo sentí inmediatamente que ése iba a ser el amor de mi vida', cuenta ansiosa.

Sin embargo, antes de llamar a este tal Ricardo, la porteña intentó con el resto de la correspondencia. 'En las otras cartas venían fotos, pasajes para irme a vivir al sur, propuestas muy románticas y hasta ropa interior que yo miré y me reí porque pensé 'oh, cómo voy a caer yo ahí', jaja. Pero bueno, primero llamé a un tipo que era peluquero que no me gustó porque me contestó con un 'aló' muy fino. Después a otro que me contaba que tenía casa y todo para irme a vivir con él, pero que no me tincó cuando me dijo que me veía como la madre de su hija de 8. Yo no tengo hijos, así que sin darle más vueltas, decidí llamar a Ricardo', apuntó Lidia.

Al marcar el teléfono, la porteña se puso nerviosa y más aún cuando en vez de Ricardo, le contestó una mujer. 'Me dijo aló una mujer que tenía una voz muy sexy y yo pensé: chuta, rompí un matrimonio. Me sentí mal y ella preguntó qué quería y le dije que buscaba a Ricardo... yo no hallaba qué decir, pero ella me dijo que se estaba duchando y que si quería dejarle un mensaje se lo diera para que después ella le entregara el recado. Entonces le dije que era Eva, el nombre que me había puesto en la carta del diario y que por favor me llamara', detalla Fuentes.

Ricardo quien es un hombre de carne y huesos, está sentado al frente de Lidia y se ríe tímido. 'De ahí Ricardo me llamó y me dijo que la que me había contestado era su mamá... y yo, uf, qué alivio, es la suegra y en ese momento empezó algo muy bonito', suspira la porteña.

Hasta ese instante, Lidia y Ricardo no se conocían ni por fotos. Pero los sentimientos no tardaron en aflorar. 'Yo le decía que nos juntáramos, que nos viéramos, pero él me pedía más tiempo. Cuando ya íbamos a cumplir seis meses hablando sólo por teléfono, le pedí ayuda a un amigo. Le di la dirección que salía en las cartas que Ricardo me enviaba y partimos a su casa. Él me había dicho que trabajaba en un taller mecánico y con mi amigo planeamos como que él quería un arreglo en su auto... y entonces ahí le vi sus manos, oí su voz en vivo y en directo y me enamoré', manifestó la mujer.

Ricardo ese día le dijo al amigo de Lidia que su acompañante se tenía que bajar del vehículo para poder hacer el arreglo, pero él le respondió que la mujer no se podía bajar. 'Él no me alcanzó a ver, pero yo sí sus manos y eso fue suficiente', comenta Fuentes.

Con este hecho, a Lidia le dieron más ganas de conocer a Ricardo, así que le dio un ultimátum: o se juntaban o la cosa llegaba hasta ahí no más.

'Le mandé una foto (adjunta en esta nota) acostaba de guatita en la cama, para disimularla, jaja y a los días después él por fin me mandó una. Después me contó que se animó porque en una conversa por teléfono le dije: yo no te necesito para que me leas el diario y yo no creo que tú a mí para que corra. Eso yo creo que lo animó harto porque él tiene un ojito que no ve y con el otro también tiene problemas y eso como que lo acomplejaba', consigna la porteña.

Así, una tarde de agosto acordaron juntarse en una panadería de Puente Alto para tomar té. El punto de referencia era una cabina telefónica. 'Él estaba con un ramo de flores y como es despistado, yo me metí a la cabina y lo llamé ahí mismo para que me viera. Me dio risa porque me dijo que iba a andar entero de café, pero andaba con una chaqueta negra y una polera y pantalón azul... si es tan distraído mi amorcito', dice Lidia, coqueta.

Como la porteña ama lo salado, de once se pidió un té y un sandwich, Ricardo en cambio, acompañó su té con un pastel selva negra. 'Y aquí mostré la hilacha porque el pedido lo tomó una garzona y luego Ricardo fue al baño. Ahí aproveché de pedirle a la garzona que por favor le echara harto ajo al sándwich porque yo soy así, guachaca. Pero el problema es que justo hubo cambio de turno y cuando vino otra garzona a dejar los pedidos, dijo: ¿para quién era el sándwich con harto, pero harto ajo? y yo me quise morir... Ricardo se rió y de ahí que hemos estado juntos. Siempre recordaré ese día, porque al verme, me dijo 'eres tan linda...'', declaró Lidia.

Ricardo, su esposo, interrumpe la historia. 'Por eso me enojó tanto lo que le pasó en el bus, porque ella es una buena persona y no merece que la traten así. Hay gente muy cruel, a mí me han gritado de todo, los camioneros me dicen mil cosas feas, que deje a mi mujer y me busque otra, pero yo la amo tal cual es y no porque alguien me diga que la deje lo voy a hacer', aclara serio.

A Lidia le brillan los ojos y luego se levanta del sillón para mostrar otra faceta suya. Ahora ella está sentada en la silla de una oscura habitación.

'Bueno, aparte de gordita, jaja, soy curandera y espiritista; lo heredé de mi abuela. Y aquí atiendo a todas las personas que tienen mal de ojo o están pasando problemas. Incluso políticos que con pelucas y bigotes vienen a verme', dice Lidia, mostrando el cuarto donde hay santos, velas y tijeras en el techo. 'Las tijeras representan todos los trabajos hechos a las personas con la ayuda de mi socio, el Señor Jesucristo', explica. Antes no cobraba, pero ahora pide una suma de $3 mil porque hasta en la madrugada llegaban personas. 'Una vez a las cinco de la mañana tuve como 60 personas afuera de la casa y ya era muy complicado para mí. También cuando venían travestis a pedirme que rezara para que tuvieran más clientes o delincuentes para que pudieran robar harto, me preocupé porque sólo hago trabajos con magia blanca. Ese tipo de personas no tienen lugar aquí. En fin, me gusta ayudar pese a que esto es muy fuerte y quedo cargada, pero mi gatita Brandy me limpia cuando me coloco un lavatorio lleno de leche en los pies y ella se la toma', especifica con misterio.

Esto explica muchas cosas, como que al entrar a su casa haya dos letreros. Uno que dice 'Al entrar apague el celular' y otro que reza, 'Las consultas son de 1/2 hora si necesita mas tiempo avise al entrar'. Lidia sólo vive de esto ya que tiene varios achaques físicos que no le permiten trabajar. J