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Cerati ya estaba muerto

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Gustavo Cerati, el líder de los Soda Stereo, murió y seguramente será el tema de conversación de muchos en los bares porteños. Entre cervezas, piscolas y rones, todos comentarán los recitales en que lo vieron cantar, en sus actuaciones en la Quinta Vergara, sus temas que 'marcaron a toda una generación' y bla, bla, bla.

Con mi ron en la mano les hablaré sobre lo que significa mantener a un ser humano cuatro años conectado en forma artificial, lo que me parece una barbaridad, una falta de respeto a los seres humanos, una vergüenza. Me dicen que los familiares cercanos de Cerati lo querían vivo para disfrutar de su fortuna, ya que ahora tendrá que ser heredada a su esposa y su hijo. ¿Será verdad tanto cahuín, tanta locura?

Siempre he sido partidario de la eutanasia, de poder morir con dignidad y no terminar en una cama, como un ser que sólo respira gracias a las máquinas.

Más allá de todo esto, el recuerdo más heavymetalthrashpunk que tengo de Cerati, y que ya había contado aquí, fue en las ya desaparecidas fiestas Mutek, en el Muelle Barón, donde a la mitad del público le bailaban las neuronas en ácido y a la otra en éxtasis.

Eran los comienzos del nuevo milenio y la música electrónica estaba en su apogeo. Gustavo Cerati estaba presentado su nueva música y lo vimos salir desde los camarines totalmente iluminado. Eran las seis de la mañana, estaba a punto de amanecer, y el loquito se mandó un show, con sus teclas y sonidos, que fue histórico. Se notaba claramente que el muchacho le hacía a las drogas sicodélicas, le gustaba esa onda, ya que ese día tenía una fosforescencia que salía de su piel y de sus ojos. ¡Cuático!

En ese mismo recital actuó Jorge González, quien también estaba haciéndole a las perillas. Lamentablemente el chileno no le llegó ni a los talones al show que ofreció el argentino.

Muchos años antes lo había visto actuar en la Quinta Vergara, en recitales y en el Festival de la Canción. Siempre fueron potentes los cabros, además de que sus letras llevaban una carga erótica bastante sutil y profunda.

El tema de Cerati da para mucho y seguramente en la mesa del Moneda de Oro se hablará sobre su muerte, sobre las drogas que usó, sobre el rock argentino y su trascendencia en los cerebros chilenos.

Yo sigo pensando en la eutanasia y quiero dejar en claro que si la vida que llevo, donde las bebidas energizantes, los licores fuertes y la locura mental son protagonistas (entre otras cosas que no contaré), me dejan vegetal o en un estado de indignidad humana, les pido de rodillas que jamás me mantengan conectado a una máquina. ¡Por favor!