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os componedores de huesos que son Tesoros de la Humanidad

Fotos: Romilio pasmiño.

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Son trece historias de vidas completamente distintas, de hombres y mujeres que viven alejados del bullicio y del estrés que inunda día a día a nuestras ciudades. Específicamente, ellos habitan en plena Cordillera de Nahuelbuta (Provincia de Arauco), lugar que hoy no sólo es conocido por sus bellezas naturales, sino que también por ser uno los puntos donde con más fuerza se desarrolla el conflicto mapuche, del cual, estos personajes miran con distancia.

Pese a que sus experiencias han sido totalmente diferentes debido a su condición etárea, estas personas están unidas por un don ancestral, que es traspasado de generación en generación. Es que la característica que los hace ser 'entes especiales' entre los demás miembros de su comunidad, se enmarca en torno a su sabiduría sobre la composición de huesos, técnica antiquísima y arraigada en la cultura de nuestros pueblos originarios.

Estos trece personajes, todos originarios del pueblo de Tirúa, forman parte del grupo de 'Ngütamchefe' y fueron hace poco reconocidos como 'Tesoro Humano Vivo de Chile', por el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes.

Esta distinción, que también forma parte del reconocimiento que realiza en este ámbito la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) a nivel mundial, se otorga desde el año 2009 y busca galardonar a cultores que contribuyen a desarrollar oficios de Patrimonio Cultural Inmaterial, que continúan siendo de gran relevancia para la sociedad.

'Estoy muy contento por el reconocimiento que nos están haciendo. Nunca pensé que iba a vivir una experiencia así', señala Reginaldo Freire Valenzuela, de 77 años de edad, quien es el único del grupo que no posee sangre indígena en sus venas.

'A diferencia de mis compañeros, yo no soy mapuche. Yo aprendí sólo a arreglar los huesos cuando era un cabro de 22 años, es decir, hace más de 55 años', puntualiza.

En este sentido, y en medio de una de las tantas piezas que tiene su humilde, pero acogedora vivienda, Reginaldo, rememora cómo y cuándo se percató que poseía aquellos dones curativos. 'Empecé cuando llegó a mi casa un joven con un dedo zafado, porque no había nadie que hiciera composición acá en esta zona (Las Huellas). Yo no sé por qué el joven habrá llegado a mi casa, pero me tuve que dar valentía no más y, sin pensarlo dos veces, le arreglé el dedo y desde ese momento, comenzó a venir gente a mi casa', dice.

Es así como tranquilamente fue pasando el tiempo y poco a poco se fue haciendo de un nombre en sus tierras. 'Pese a que aprendí solo, me han dicho que soy bueno, porque no tiro mucho. Yo arreglo despacito. Abro un poquito la coyuntura, por ejemplo. La rodilla yo la aprieto con el codo y la pierna, y después, la tiro de a poquito para que se abran los huesos', explica.

Al igual que sus demás compañeros, Reginaldo, también trabaja a domicilio. Claro que hoy en día le cuesta más debido a una lesión en su pierna derecha que no le permite caminar bien. Aún así se da el tiempo de visitar a sus pacientes junto a su hijo menor, que lo ha acompañado desde pequeño en esta aventura de la composición de huesos. 'Yo salgo a Cañete, a Los Maquis y al Alto Linco, porque de repente la misma gente me viene a buscar acá. Aunque he atendido a personas de todos lados. Han venido especialmente a verme de Santiago, Concepción y Viña del Mar', señala.

Es tanto lo que se hincha su pecho producto de su amado oficio, que indica ser el que más personas atiende de forma mensual. 'Me llega harta gente. Tengo un cuaderno donde anoto a todos mis pacientes. Por ejemplo, en julio atendí a 44 personas. Incluso, le han sacado fotos a mi cuaderno, porque no me creen que arregle a tanta gente. Un colega me echó la talla por eso, es que no me creía, pero yo le mostré el cuaderno y se sorprendió', relata el hombre que quedó viudo hace cuatro meses.

Una de las tantas experiencias que le han marcado su vida, es sin duda, el haber atendido a una guagüita de 19 días de vida. 'Al niñito se le abrió todo el pecho y se le fueron sus huesitos todos para atrás. El niño se amanecía llorando y su abuelito lo trajo. Él me agradeció, porque al otro día pudieron dormir tranquilos sin estar preocupados por el dolor que sentía la guagüita', dijo.

Entre este selecto grupo de personajes valorados como tesoro de la Humanidad también está Juan Manuel Antilao, quien se dedica además a sanar el sobreparto en las mujeres que dieron a luz y a curar el empacho de los niños. 'Aparte de ser componedor de huesos, realizo otras cosas. Sacó, por ejemplo, el sobreparto en las mamitas que no se cuidan mucho después de haber tenido su guagua. Sin embargo, esto los médicos no lo entienden, porque no creen en el sobreparto', señala el tiruano que está a sólo días de cumplir los 65 años de edad.

De acuerdo a lo que explica, las madres poseen sobreparto cuando comienzan a adelgazar. 'Las mamitas empiezan a enflaquecer y se les echa a perder el apetito. Cuando se le carboniza la sangre dentro de su cuerpo, porque esa sangre no tuvo circulación, pasa esto. El remedio que hago hace efecto altiro y en tan sólo días, vuelve el apetito y la mamita queda gordita de nuevo', añade Antilao.

Sobre el empacho, Antilao explica que eso pasa cuando un niño se hincha y no quiere comer producto de un mal de ojo. 'Cuando hago el remedio, que básicamente son hierbas medicinales, el pequeño bota aquellas sustancias que no pertenecen a su cuerpo', sostiene.

Otros de los componedores de huesos que se caracteriza del mismo modo, por tener nociones en otras áreas, es Juan Carripán Liguenpi. Este hombre de 63 años, asegura que posee los conocimientos necesarios para traer bebés al mundo. 'Puedo decir que también soy partero. Todo comenzó cuando joven. Ahí me tocó de librar a una tía. Ella andaba de visita y salió con su descuido. Ella me dio todas las indicaciones para que yo aprendiera', señala.

'Lo que siempre recuerdo es cuando ella me dijo que cuando sacara el niño lo debía tomar de los pies y que le debía golpear en su colita para que llorara. Si lloraba, finalmente, el niño estaba bien', agrega el peñi de la zona sur de Tirúa.

Aparte de estos dos, existe otro personaje que por su edad posee innumerables conocimientos ancestrales, que superan con creces su experiencia profesional. Se trata de Juan Carripán Rodríguez, a quien sólo le faltan ocho años para cumplir un siglo de edad. Este longevo peñi expresa que todo lo que conoce lo adquirió mediante el traspaso de la sabiduría de sus antepasados. 'A mi edad me cuesta mucho seguir trabajando, pero igual lo hago porque mi finalidad en la vida siempre ha sido ayudar a las personas', expresa.

'La composición de huesos fue algo que nació sólo en mí, cuando debí atender de urgencia a un hermano. Llegué y lo hice, ahí me di cuenta que tenía estos dones, al igual que lo tuvieron mis antepasados', explica el abuelito que también se dedica a la agricultura.

'Otra de las cosas que me he caracterizado en mi vida, es a santiguar. Creo que he santiguado a casi todos los niños de mi zona (Alto Quilantahue)', comenta.

Quienes fueron responsables de hacer realidad este hermoso sueño que viven hoy en día estos trece componedores de huesos, son los kinesiólogos del Cesfam de Tirúa. Estos dos médicos decidieron postularlos, casi arbitrariamente, logrando su reconocimiento a nivel internacional. 'Nos pareció una gran idea. Es que son unas personas muy valiosas, que deben destacar', sostiene María Isabel Rivas.

En tanto, su colega, Carlos Martínez, resalta la importancia de su labor. 'Ellos tienen conocimientos que nosotros los occidentales no poseemos y que son importantes de saber. La gracia es que los aprendieron solos y eso tiene un valor único', añade.

Es que este recinto de salud se ha caracterizado desde siempre por su programa Intercultural, acercando a la comunidad a sus verdaderos orígenes. Cabe destacar que más del 60 por ciento de la población de Tirúa es mapuche. 'Nos identificamos como un Centro de Salud Familiar con pertinencia cultural. A través del programa establecemos las líneas para que se trabaje de forma transversal con los agentes de salud', expresa Sandra Ibarra, tecnólogo médico del recinto.

En este sentido, los médicos les dan la elección a sus pacientes de ser atendidos por los mismos profesionales del recinto o por los agentes de salud, que son tanto los trece componedores de huesos como también las dos machis y las cuatro parteras que existen en la zona. 'Las personas tienen la opción de elegir. Sin embargo, hay que dejar en claro que al recinto no vienen a atender. Nosotros les damos los lugares y la gente acude a ellos. O bien, los mismos kinesiólogos derivan a los componedores, por ejemplo', explica la directora del establecimiento, Marcela Fierro. J