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Amor de novela entre artista mapuche y unaalemana antifascista

álvaro camacho

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Fue el 18 de septiembre de 1981. Eva trabajaba como traductora en la Oficina Chilena Antifascista en Berlín Oriental y le tocó organizar la celebración de las Fiestas Patrias. Mientras bailaba cumbia con un estudiante chileno, llegó Santos y de la nada se acercó y la arrebató de los brazos del joven. Intentó unos pasos, pero para los misterios de los ritmos tropicales, no tenía nada de talento. Era un verdadero palo tieso, que no lograba llevar como corresponde a su compañera. Fue un tremendo desastre que presenciaron embajadores, chilenos exiliados y autoridades alemanas.

'Yo tenía un susto tan grande. Después me dijeron que Santos prácticamente luchó con el joven. Si él no sabía ni bailar, se movía como una gallina. Me pisó y yo no podía ni moverme. Si a los mapuches no les gusta bailar, no tienen ritmo. Yo no lo conocía, pero los chilenos que estaban ahí sí. De repente les dijo 'me voy a casar con esa mujer'. Me puse roja', rememora Eva Chávez.

El relato de aquel episodio continúa así: 'En ese momento alguien vino y me dijo 'él tomó un poco de más, tiene que tomar café'. Lo llevé al bar, pero no quiso, sólo tomó té. Ahí me dijo 'tienes los ojos tan azules como el mar chileno'. Quedé plop, nunca en la vida alguien me había dicho algo así, si en Alemania todos tenemos los ojos azules'.

Entusiasmado con esta atractiva mujer, Santos no la perdió de vista. Y cuando ella estaba a punto de retirarse le dijo 'ya, vamos a tu casa'. 'Eso a mí me pareció último, un hombre que no conozco que le diga eso a una alemana. Cómo lo iba a llevar a mi casa. Además no sabía si él era casado, y él tampoco sabía nada de mí. Yo tenía cuatro hijos, pero ya todos crecidos'.

Al día siguiente de este episodio, el artista no se acordaba mucho, sus amigos debieron entregarle los detalles. 'Estaba muerto de vergüenza', dice.

Pero Santos se las arregló para mantener el contacto. Tenía que hacer un libro para niños con sus ilustraciones, pero no sabía cómo arreglárselas con el alemán. Se acordó de Eva y le pidió ayuda. Pronto ya estarían 'pololeando'.

Con los ojos medio vidriosos, Eva asegura: 'fueron veinte años muy felices'. Con Santos estuvieron juntos prácticamente desde que se conocieron (cuando ambos tenían 50) hasta el 2 de enero del 2001, cuando él muere en Reñaca.

Y hoy, el principal objetivo de esta mujer -que el 3 de octubre cumplirá 80 años- es lograr que la obra de Santos Chávez trascienda. Para ello primero creó la Fundación Santos y Eva Chávez y ahora trabaja en la construcción de un museo dedicado a la obra del artista, tarea que comparte con el arquitecto Juan Pablo Scarella y un grupo de personas de las universidades Valparaíso y Viña del Mar. Ya tienen lista una casa en el barrio Puerto de Valparaíso -cedida en comodato por el ministerio de Bienes Nacionales- y ahora realiza, gestiones con empresas e instituciones para conseguir los recursos que le permitan habilitarla.

Mientras, en su casa de Recreo en Viña del Mar, Eva mantiene vivo el recuerdo de su marido. En cada sala cuelgan grabados y acuarelas. También fotos y libros que hablan del artista, de quien no sólo se transformó en su compañera, también fue una especie de asistente que lo ayudó como traductora e incluso como relacionadora pública. 'Teníamos mucha confianza, una vez me dijo 'Eva, esta señorita quiere que le escriba una dedicatoria, pero yo no sé cómo', entonces yo lo tuve que hacer', recuerda.

Es que Santos no tuvo una educación normal. Se formó prácticamente solo, ya que su papá murió cuando él tenía siete y su mamá a los 12. Muy niño tuvo que ponerse a trabajar e iba a la escuela sólo cuando estaba lloviendo y no podía salir con su perro a pastorear las ovejas, según relata la propia Eva en el artículo 'De pastor a Altazor'.

En la página web de la Fundación la biografía del artista parte así: 'Santos Segundo Chávez Alister Carinao nació el 7 de Febrero del año 1934 en Canihual, comuna de Tirúa (Provincia de Arauco, Chile), en el seno de una familia humilde con 7 hijos'.

Su mujer señala: 'Santos era muy solo, su verdadera familia eran sus animalitos, como él les decía. No ocupaba la palabra animales. Sus hermanas eran las cabras que cuidaba, las mismas que aparecen con tanta ternura en sus grabados'.

El amor del chileno por los animales era muy particular. Cuando vivían en Alemania, tenían que pasar por un parque. Santos les daba los buenos días a todos los perros. Más tarde su mujer le regalaría uno que andaba trayendo para todos lados.

'Mucha gente me dice que valdría la pena hacer una película sobre nuestra historia, de cómo nos conocimos. Es algo único', cuenta esta alemana que no quiere dejar Chile. 'Mi hija me dice que me devuelva, pero yo quiero seguir acá'. dice.

El museo la retiene. Y toda la energía que la mueve -que es mucha- se la dedica a eso actualmente. También a conversar sobre su esposo, especialmente con quiénes lo conocieron antes que ella. 'Para mí hay un Santos antes y después de mí', dice.

Y eso es muy cierto. Porque antes de conocerla, la verdad es que este hombre mapuche, de pocas palabras, que se autoexilió en Alemania, no tenía nada. Como muchos artistas, Santos nunca le puso valor a sus obras. Se las regalaba a sus amigos y las cambiaba por comida, incluso bebida: 'esa era una situación muy fea', advierte hoy su viuda.

'Cuando llegó a Alemania vivía en casa de chilenos, dormía en un colchón por ahí. No tenía nada, ni casa, un artista famoso en Chile, en Alemania era prácticamente un mendigo', recuerda.

Pero Santos necesitaba urgente un lugar propio, tenía que ponerse a trabajar. Quiso arrendar una pieza a un chileno, pero esa idea no prosperó. 'Con los estudiantes que llegaban a la oficina yo era como una mamá, siempre los ayudaba a resolver sus problemas. Entonces Santos me pide, con mucha modestia -en ese momento ni siquiera me había besado- si puede trabajar en mi casa mientras yo estoy en la oficina. Ahí le ofrecí que podía dormir en el sillón...nos conocimos más. Él tenía mucha confianza en mí, éramos muy buenos compañeros, siempre me pedía consejos...después de eso nunca salió de mi casa', afirma.

Eva Santos sabe mejor que nadie cómo trabajaba Santos. 'En Alemania siempre pedían sus dibujos y yo les explicaba que no los hacía,que trabajaba directo sobre la madera con sus gubias', dice.

Eva sigue recordando: 'Cuando conocí a Santos era un pobre. No tenía a nadie, ni una familia que lo ayude. No sabía ni escribir. Yo tenía que ayudarlo. En el Bellas Artes de Concepción él sufrió mucho, lo miraban en menos, no tenía ni para comer'. ´

¿Pero, por qué Eva se enamoró tanto de este hombre que incluso hizo que dejara su país para venirse a Chile, en 1994.

Ella lo resume así: 'Él tenía muy buen carácter, era modesto, abierto, le preocupó la sociedad, tenía firme ideas acerca el bienestar de la gente, en especial la con bajos ingresos. Era muy trabajador, nunca dejó sus herramientas en la mesa, siempre dejó su taller tan ordenado, que al otro día podía empezar al tiro de nuevo. Nunca me dejó limpiar sus zapatos, planchó sus pantalones él mismo. Además era un buen cocinero, le gustaba la visita de la gente, especialmente de los alemanes, que admiraban sus panecillos y el ají'.

Eva hoy vive en una casa con jardín, la que tiene llena de hermosos cactus, algunos muy raros, que cada cierto tiempo dan flores hermosas, según cuenta. Ella disfruta observándolos, también cuidando el pequeño limón. Y está segura de que Santos habría disfrutado tanto como ella de aquel especial rincón. J